A acocote nuevo, tlachiquero viejo: la desgracia del futbol (3 de 4)

Cultura en texto y contexto

El deporte hoy en día es una especie de idolatría. Seamos más concretos para establecer diferencias: no estamos hablando del deporte entendiéndolo como requerimiento físico, sino como competencia deportiva. Así, detrás de las competencias deportivas se agazapa la vanidad, que es la excesiva confianza y creencia de la propia capacidad y atracción muy por encima de otras personas y cosas. La vanidad es el orgullo basado en cosas vanas.

¿Y por qué es vano participar en los juegos olímpicos? Algunos que están a favor dirán que no es vano porque nos da alegría, porque nos inspira y nos alienta a practicar los mismos deportes.

TE SUGERIMOS: A acocote nuevo, tlachiquero viejo: la desgracia del futbol (1 de 4)

Es vano porque enaltece una vanidad déspota, un concepto retorcido de términos como nacionalismo o patriotismo. Una medalla de oro no nos convierte en automático en mejores ciudadanos. Ya lo había referido Octavio Paz en su ensayo “Los hijos de la Malinche”. Un triunfo deportivo a nombre de nuestra nación nos transformaría en los chingones y a los otros, en los hijos de la chingada. Friedrich Nietzsche escribió que la vanidad es la ciega propensión a considerarse como individuo no siéndolo.

Y efectivamente: no somos Paola Longoria ni Sergio Pérez. Pero pretendemos serlo.

Y si a ello le añadimos que los deportistas piensan más en sus intereses económicos que en la satisfacción que podría prometerle la práctica deportiva, entonces nos veremos obligados a sostener que las competencias deportivas son algo más que una simple guerra y quizás persigue propósitos más turbios que los que llegó a estimar Sun Tzu en “El arte de la Guerra”.

En resumen: tanto los estados-nación como los representantes deportivos se ven beneficiados. Aquellos por el prestigio y la vanidad, que son promesas de control humano, político y económico; éstos, por lo mismo, pero a escala más individual.

TE SUGERIMOS: A acocote nuevo, tlachiquero viejo: la desgracia del futbol (2 de 4)

Es un mal necesario. El pan y circo que apelaban los romanos. La cofradía entre los medios de comunicación, las instituciones deportivas y los gobiernos para someter al pueblo mediante promesas de gloria colectiva. 

Ante el incremento del tiempo de ocio, el pueblo no puede darse el lujo de salir de su aletargamiento medieval. La nueva Biblia es el deporte (como competencia, no como práctica).  Y cada fin de semana necesitamos expulsar nuestros demonios en la catarsis que implica el hecho de que nuestro equipo gane una lid deportiva.