Adiós a Clorofila, Albini y Sanborn

En días recientes han dejado de latir los corazones de algunos músicos importantes. Ya escribimos acá sobre el colega Lino Nava, guitarrista emblemático del rock nacional. Pero no fue el único. También fallecieron Jorge Verdín, Steve Albini y David Sanborn, provenientes de tiempos, geografías y creencias distintas, pero notables, prolíficos e influyentes.

El primero, Verdín, fue pieza clave del movimiento Nortec. El segundo, Albini, fue un productor angular en el sonido del grunge y punk estadounidense. El tercero, Sanborn, fue pionero en ese jazz ligero que adaptó la fuerza electrificada a las melodías de un be bop edulcorado.

Verdín fue conocido como Clorofila. Al lado de Bostich, Fussible, Panóptica y otros más, destacó durante los noventa como parte de la nueva estética tijuanense, no sólo por mezclar sonidos fronterizos con electrónica, sino por sus capacidades como diseñador gráfico. Fue justo al inicio de los dosmiles, mientras editábamos la revista de la tienda Tower Records, cuando le pedimos una portada que representara a ese colectivo que cambiaba nuestro panorama sonoro. El resultado fue provocador, certero.

El trabajo que proponía musicalmente, a diferencia de los cómplices que lo rodeaban, tenía una personalidad más orgánica. Si bien se sumaba a la creación de beats y sampleos urbanos, mostraba un interés por la canción, por tímbricas acústicas provenientes del rock, el pop y la banda. Busque temas como “Babyrock”, proveniente de su segundo y último disco, Corridos urbanos (2022). O “El camarón” de su debut Ahorita vengo (2014).

También puede hallar a Verdín en entrevistas a propósito de equipo y tecnología. Aunque los temas le parezcan algo oscuros, entenderá un poco los entresijos de la manipulación sonora, ese arte que no consiste en pulsar cuerdas, coordinar golpes de tambor o identificar escalas y progresiones armónicas, sino en torcer, repetir, afectar, sumar, restar, editar fragmentos sónicos de múltiple especie, al tiempo que la hipnosis se apodera de la audiencia.

Steve Albini, por su lado, prefirió una postura congruente con el espíritu del rock contestatario. No nos referimos a un extremismo sonoro ni a preferencias limitadas por las distorsiones y los gritos. Hablamos de una filosofía que siempre respetó la esencia de los grupos que llegaron a su estudio, para simplemente ayudarlos a crecer, madurar y enaltecer lo que ya eran. Eso en lugar de transformarlos forzadamente en una propuesta ajena, caprichosa, como suelen hacer muchos productores endiosados.

Esto lo sabemos no sólo por lo que se escucha en los muchos discos que grabó al lado de Nirvana, Pixies, Sunn O))), PJ Harvey y hasta de los mexicanos Descartes a Kant, también lo sabemos porque en la más reciente Feria Internacional de la Música para Profesionales de Guadalajara, Albini sostuvo una conversación pública con el conductor de radio Rulo David. En ella reveló mucho de lo que buscaba entre micrófonos, cables y consolas, pero sobre todo de lo que evitaba para no pervertir a las bandas; para quedarse en las sombras asistiendo a un nacimiento digno y original. Algo encomiable.

A David Sanborn lo recordaremos siempre tocando “Run For Cover”, tema original de Marcus Miller, su bajista y compositor principal en el álbum Voyeur (1982). Es una fijación personal. Disculpe usted, lectora, lector, y escúchela en vivo. Allí estarán el virtuosismo, la energía, el traslape de tiempos e intenciones que a tantos llamaron la atención mientras el siglo XX terminaba.

Que descansen los tres. Verdín, Albini y Sanborn. Que uno presione el botón, otro suba el volumen y el último improvise rasgando nubarrones. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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