Agua: historia de un modelo ineficiente

Con la prestación de los servicios de agua, drenaje y saneamiento, sucede como muchos otros temas en México: no hemos sido capaces de trazar un objetivo a largo plazo que privilegie el desarrollo sostenible que todos buscamos.

El país ha transitado por múltiples modelos de gestión a lo largo de su historia, desde finales del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XIX, la facultad era como ahora, municipal. En este periodo comenzaron las acciones de crear sistemas por redes de distribución, para lo cuál se requerían inversiones que no eran capaces de cubrir los ayuntamientos establecidos al final de la Colonia y durante las primeras décadas del México independiente, un país que enfrentó severas crisis económicas.

Durante el Porfiriato se abrió la posibilidad a la participación privada, no sólo a la financiación, también a la operación. En este periodo se introducen mejoras tecnológicas como el uso de electricidad, bombas de nivelación, tanques de almacenamiento y llaves de paso, entre otras, sin embargo, las desigualdades sociales también eran notorias, ya que la distribución de agua se privilegiaba a las zonas habitadas por las clases más favorecidas y sus actividades económicas (Ávila y González, 2012).

Después de la Revolución, movido por el espíritu de justicia social, se dió un nuevo giro a la centralización y nacionalización de los servicios públicos. Con el fortalecimiento de sus instituciones y el crecimiento de las zonas urbanas, se crea la primera dependencia federal a cargo de la administración del agua, la Secretaría de Recursos Hidráulicos, la cuál construyó y operó las Juntas Federales de Agua para atención de las ciudades.

En los siguientes años se establecieron subsidios para invertir en las Juntas Federales ante su imposibilidad de cobrar por los servicios. A cambio de ello, las prestaciones de éstos estarían a cargo del Gobierno Central.

Posteriormente se fortaleció la estructura administrativa federal para tener un mayor control de las 873 Juntas Federales, 146 comités municipales y 37 comités administrativos que existían en 1976.

Sin embargo, este modelo significó un lastre financiero para el país, ya que crecían los montos del subsidio federal para mantener en funcionamiento los sistemas de agua. El problema se agravó debido a la casi nula colaboración de las autoridades locales y tan solo se reforzó la idea errónea de que el Gobierno Federal tenía la obligación de financiar los servicios de agua sin que los usuarios pagaran tarifas o cuotas.

A partir de 1980 comenzó el proceso de descentralización, aunque las inversiones continuaron siendo federales. En 1983 quedó asentado en la Constitución que son los Municipios los responsables de brindar los servicios de agua potable, drenaje y saneamiento. Para 1989 se creó la Comisión Nacional del Agua, que tendría como principal función la administración de las aguas nacionales, labor establecida en el Artículo 27 de la Constitución.

Para brindar dichos servicios, se estableció un programa para la creación de los Organismos Operadores y, con la promulgación de la Ley de Aguas Nacionales en 1992, se brindó la oportunidad de incluir nuevamente a la participación privada. Más tarde se fortaleció el papel de los Municipios con una reforma al Art.115

en materia de la prestación de servicios, se instrumentaría un programa para fomentar la creación de Organismos Operadores; con la promulgación de la Ley de Aguas Nacionales en 1992, se dio espacio nuevamente a la participación privada, posteriormente se fortalecería el papel de los municipios con una nueva reforma al Artículo 115 Constitucional y, posteriormente, con el reconocimiento como “Derecho Humano al Agua y al Saneamiento”.

El modelo de gestión de la prestación de los servicios relacionados al agua, se estableció como una medida reactiva a la situación política del país. Sin duda se pretendió llegar a una resolución de contradicciones y retos en dicho contexto, pero no se estableció un proyecto de nación que hoy, más que nunca, es necesario, así como es indispensable conocer nuestra historia para evitar los errores cometidos, retomar las mejores prácticas y resolver, como en los otros subsectores, el problema del agua en México.

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