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Arte urbano, crear en lugar de destruir

El arte urbano es considerado una opción para que los jóvenes no caigan en las drogas o en el uso de las armas y, en su lugar, construir un entorno más creativo y seguro para la sociedad. Esa es la visión de Erick Vicente Ortiz Chavarría, mejor conocido entre los artistas callejeros como “Geock”.  Él […]

Miriam Vidal
Agosto 3, 2021

El arte urbano es considerado una opción para que los jóvenes no caigan en las drogas o en el uso de las armas y, en su lugar, construir un entorno más creativo y seguro para la sociedad.

Esa es la visión de Erick Vicente Ortiz Chavarría, mejor conocido entre los artistas callejeros como “Geock”. 

Él es un padre de familia con estudios de maestría, profesor de una universidad privada y empleado de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que dedica el tiempo libre a su pasión: pintar. 

Tiene 34 años, pero desde los 15  comenzó de manera ilegal a apoderarse de varios espacios públicos de Ecatepec, donde nació y creció. 

“Yo aprovechaba cualquier barda o puesto que había en el trayecto de mi casa a la prepa;  procuraba usar pintura en spray, pero cuando el objetivo era destruir, usaba hasta grasa de zapatos o marcadores”, relató el joven a La Jornada Estado de México.

Geock recordó que de adolescente su intención era ser futbolista profesional, pero una lesión lo mantuvo postrado varias semanas. Ahí tuvo bastante tiempo para dibujar y crear los primeros trazos que lo convertirían en el promotor del arte urbano en que se ha convertido.

Empezó por vandalizar

Como muchos de sus colegas, comenzó haciendo bocetos y letras solo por vandalizar, aunque evolucionó y mejoró su técnica para hacer diseños más complicados que ahora son admirados por muchas personas.

Poco a poco saltó a hacer pintas en gran escala. Le gusta plasmar rostros, animales diversos, aves y flores muy coloridas. 

Busca recuperar espacios

Sobre todo, tiene un gran interés por aportar su creatividad en recuperar espacios públicos que han sido tomados por la delincuencia. 

Recientemente una organización civil, lo invitó -a él y a otros de sus compañeros- a mejorar la imagen de un predio rescatado de la colonia Ciudad Cuauhtémoc, donde hay una barda de casi 100 metros de longitud.

“Fue un trabajo de dos días; desde que llegamos nos llamó la atención cómo una máquina que estaba quitando las piedras y el escombro del predio, también levantaba muchas carteras, identificaciones, tarjetas bancarias y hasta del Mexibús, aparentemente desechadas por ladrones”.

Rostros de víctimas

En ese caso, el objetivo de la obra fue pintar rostros de mujeres, en homenaje a aquellas que han sido víctimas de violencia, pues existen antecedentes de que ahí habrían abandonado a algunas de ellas sin vida.

“Eso me dejó impactado, pues solo reflexionaba en que estábamos pintando en un lugar donde sucedieron cosas feas, desagradables y  que nosotros, de alguna manera, estábamos aportando arte para cambiar la visión del entorno”.

Debido a ello, Erick se pronunció por enseñar a los jóvenes, a concientizarlos sobre el buen uso que pueden darle a su creatividad. 

Afortunadamente, dijo, cada vez se abren más espacios públicos para quienes se dedican al arte urbano que implica dedicación y estética. Han trabajado mucho en quitar el estigma de que los “grafiteros”, como a veces los llaman, son en realidad unos artistas. 

“El arte urbano es una forma de escapar de la delincuencia, es evitar la destrucción, es crear, es propuesta; si todos se enfocaran en eso, tendríamos un entorno más creativo”.

Sus obras consentidas

– “La niña indígena”, fue un parteaguas en su evolución, al pasar de las letras e ilustraciones hacia el realismo en grandes dimensiones. Pintada en una barda muy alta de Ciudad Cuauhtémoc, Ecatepec.

– “El cielo en el techo” de un bar de Coacalco. Pedido por comisión de un cliente representó un reto por la posición en que lo elaboró la técnica para darle profundidad.

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