Bemol sostenido: 7-Eleven y Pavarotti

Todos participaron con piezas breves, sus obras variaron en calidad sonora, técnica, composición, estabilidad, originalidad e interpretación

En los campos de concentración y prisiones del Tercer Reich, fue común la tortura con música. Es un asunto bien conocido que luego se estandarizó en los archivos del horror humano. Probablemente los casos mejor documentados provienen de la prisión de Guantánamo estadunidense tras los ataques a las Torres Gemelas. Fuera con temas de Plaza Sésamo, Metallica, El Club de Barney o AC/DC, la metodología de los “castigadores” contaba con una mezcla surrealista de canciones que, repetidas ad nauseam, supieron enfermar a sus residentes para integrarse a los peores libros de la historia humana.

Hay películas que toman el asunto como inspiración para sus guiones. La clásica Naranja mecánica o la más reciente El contador de cartas, en ambas se muestran momentos de máximo estrés con el uso de altavoces y amplificadores que disparan violencia sonora. Porque no hay duda: decibeles elevados y frecuencias desagradables, repetidas sin descanso, pueden ser tan efectivas para destrozar los nervios y la mente como lo es una granada explotando contra el cuerpo.

Ahora bien, si damos un brinco al mundo políticamente correcto de nuestros días llegaremos a la motivación real de este texto: resulta normal aceptar actualmente prácticas de la misma naturaleza, pero edulcoradas con justificaciones del tipo: “Usamos un loop, un bucle de música clásica, para desalentar a quienes utilizan nuestros estacionamientos y aceras como zonas residenciales.” ¿De qué estamos hablando?

De esa manera definen y defienden algunas de las más grandes cadenas de Estados Unidos su extraña estrategia para alejar a los que no tienen dónde vivir, a los adictos y a quienes inquietan a la clientela que los visita. Así es. Ponga atención. Empresas como Home Depot, Speedway, Rite Aid, Safeway y Walgreens son negocios enormes que han adoptado esta fórmula en el último año, a lo largo y ancho de aquel país. Algo de lo que se habla cada vez más en los noticieros e, incluso y de manera particular, en sitios de música clásica. Fue en uno de ellos, precisamente, en donde comenzamos a jalar la hebra, lectora, lector. El tema nos pareció tristísimo. De pronto imaginamos a un Bach postapocalíptico, en dibujo animado, ahuyentando pobres y enfermos a base de invenciones, fugas y zarabandas.

Tras navegar un poco más averiguamos que todo comenzó hace cinco años en unas pocas tiendas 7-Eleven, lo que fue creciendo a la par de los problemas que provocan el desempleo, el consumo de drogas y la falta de acceso a los sistemas de salud en el país vecino. Y no sólo allí, pues se trata del precio que paga un sistema de economía global, cuestionable siempre por las innumerables injusticias y desigualdades que provoca. Un modelo que, populismos aparte, se manifiesta hasta en la más rebelde Latinoamérica. Pero volvamos atrás.

Como se imaginará estamos inscritos en diferentes canales de música clásica, lo que nos ofrece nuevos lanzamientos, noticias, conciertos y pormenores de quienes animan ese mundo. En uno de ellos escuchamos testimonios que recuerdan a Guantánamo: “Definitivamente te rompe los nervios cuando la escuchas todos los días a todas horas”, asegura una vecina a quien la música golpea sin cesar.

“Es una solución creativa para no encontrar solución.” Así de genial lo define el veterano encargado de un estacionamiento, a quien vemos pacíficamente frustrado: “Me gusta la música clásica, pero… esto me sorprende”, añade. Y cómo no sorprenderse cuando la estrategia ha sido adoptada ya por el gobierno de California para experimentar en el Metro y playas de Los Ángeles. En esos espacios está comenzando a sonar música clásica a todo volumen, sin descanso, para adornar el paisaje sónico de quien va de paso y, sí, torturar y alejar a quien pretende instalarse allí por no tener recursos para vivir. Así las cosas en este bello mundo. Ponga el “Himno a la alegría”, olvide y sonría. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana

t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista