Coproducción México-Suecia y estrenado en septiembre del año anterior, el largometraje de ficción titulado Heroico (David Zonana, 2023) fue publicitado luciendo en su cartel una variante de la manidísima leyenda “basada en hechos reales”; a sus hacedores les pareció mejor sustituir “basada” por “inspirada”, con lo cual –y resulta difícil de creer que haya sido algo inconsciente– es como si de algún modo tiraran la piedra y escondieran la mano: si no afirmo sin ambages quela historia por contar es tal cual un hecho “verdadero” –luego sometido a un proceso de ficcionalización que por principio, se supone, está obligado a no distorsionaren lo esencial la categoría de verdad de lo contado– sino que, con no poca ambigüedad, sostengo que sólo “me inspiré” en algunos hechos que realmente sucedieron no siguen sucediendo –y el tiempo verbal aquí es muy relevante–, en el fondo hago dos cosas: una, me libero de cualquier cuestionamiento referido a si la trama demi filme alguna vez tuvo lugar tal cual la cuento pero “en la vida real”, y dos, me autoconcedo una libérrima licencia para poner, de la cosecha de mi imaginación, lo que haga falta para que dicha trama cuente lo que me he propuesto y llegue adonde quiero que lo haga.
Desde esta perspectiva, la historia que se cuenta en Heroico muy probablemente sea más una extrapolación que un trasvase de la realidad a la ficción, a menos que los hacedores de este filme no vean matices entre uno y otro término y para ellos sean sinónimos basarse e inspirarse. Si ese fuera el caso puede que resulte mucho peor, pues los que entonces deberían ser considerados literales “hechos reales”, apenas alterados para funcionar como ficción –con el recurso del cambio de nombres reales por ficticios, o de escenarios, quizá de fechas y temporalidades (y de nueva cuenta este punto es relevante)– contenidos en la trama de Heroico, alcanzarían no sólo para hacer una película que sirva como vehículo de denuncia de hechos y situaciones intolerables en tanto constituyen auténticos delitos de lesa humanidad, sino para que mucho más allá de la pantalla tales situaciones y hechos fueran objeto de múltiples denuncias y procesos judiciales que alcanzarían instancias fuera del país. Lo cierto, en todo caso, es que Heroico no fue, ni mucho menos, un filme que suscitara, ya no se diga el correspondiente escándalo mediático y social que debió ser si los horrores que ahí se cuentan fuesen “reales” –como sugirió algún medio (des)informativo, según el cual Heroico “sacudió” a México entero, nada más que por alguna extraña razón los mexicanos no nos enteramos nunca de dicho sacudón–, sino que, aquí sí en honor estricto a la verdad, pasó sin mayores pena ni gloria por la cartelera, tanto cinematográfica como de plataformas.
Es como si sostuvieran, sus hacedores, algo al estilo “me contaron que…”, “es un secreto a voces…”, “todo mundo sabe…”,cuyo denominador común sería “no me consta”, por un lado, y por otro así se haría patente la antes referida extrapolación: bastaría con que una sola vez hubieran sucedido, fuera del guión, los hechos que lo nutren, para sostener que han sucedido muchas veces o, aún más, que siempre ha sido así, incluso tal vez peores. El problema, por supuesto, es que si al guionista –y en el presente caso director también– aquello en lo que se “inspira” no le consta pero de todos modos es su punto de partida para decir que con su historia de ficción no está inventando nada, o en el menos malo de los casos casi nada, se desautoriza a sí mismo ya de entrada para esgrimir la leyendita, que por lo demás no debería hacer ninguna falta si lo que se cuenta, hablando narrativa y cinematográficamente, tiene la fuerza suficiente para imponerse como un discurso válido en torno al tema que se esté tratando.En otras palabras, ¿a quién le importa, y sobre todo para qué, el hecho de que los multicitados hechos sean o hayan sido “reales”? (Continuará.)
@luistovars