Comercio ilegal y crimen organizado
Los Sonámbulos
A la memoria de Manuel Gamboa Román, amigo y periodista.
Por Jesús Delgado Guerrero
Para Gary Becker, Nobel de Economía (1992), el enfoque económico del comportamiento delictivo es concluyente: los criminales son individuos que actúan racionalmente y buscan maximizar su “bienestar”. Según esta teoría, es el “homo economicus” de la escuela neoclásica y su individualismo metodológico, análisis de costos y beneficios y su calculadora y fría elección en torno de los ilícitos de su preferencia (“especialidad”, se le llamaría en materia de división de trabajo).
Sobre el proceso de producción criminal, desde el Siglo XIX y con antiparras marxistas se observó que “el filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios, etc. El delincuente produce delitos”, y se pidió atender la conexión de ésta rama productiva con el conjunto de la sociedad.
Ello porque, además de delitos, el derecho penal y al profesor que imparte cátedra con el respectivo compendio que éste lanza al mercado para su venta, el delincuente produce también “toda la policía y la administración de justicia penal, esbirros, jueces, verdugos, jurados, etc… desarrolla la capacidad del espíritu humano, crea nuevas necesidades y nuevos modos de satisfacerlas. Solamente la tortura ha dado pie a los más ingeniosos inventos mecánicos y ocupa, en la producción de sus instrumentos, a gran número de honrados artesanos”.
La economía criminal requiere, pues, de individuos racionales sujetos a un factor de aversión al riesgo, por eso “El Modelo simple del crimen racional” (Becker) afirma que el delincuente evalúa costos y beneficios; no se plantea si es correcto o incorrecto, honesto o deshonesto, moral o inmoral.
Actúa como mejor sabe hacer: con o sin “estado de derecho”, toma decisiones sabiendo que una mayor productividad delictiva tiene formas de asignación de recursos y de recompensas (también castigos, generalmente por la violenta y feroz competencia, antes que por la ley, lo que obliga a mejorar e innovar tácticas, arsenales y hasta sobornos).
Con tales impulsos, varias actividades criminales han generado grandes fortunas (y también multinacionales y monopolios). Según los últimos reportes de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y de la Global Financial Integrity (GFI, con sede en Washington) la economía del crimen organizado suma ganancias anuales por más de 2,2 billones de dólares (millones de millones).
Los delitos más rentables (todo estimado en dólares) alternan el liderazgo: la falsificación (1,3 billones -millones de millones-), narcotráfico (652 mil millones), tala ilegal (157 mil millones), trata de personas ( 150 mil millones), minería ilegal (48 mil millones), pesca ilegal (36.4 mil millones), tráfico ilegal de especies silvestres (23 mil millones), robo de petróleo crudo (11.9 mil millones), tráfico de armas (3.5 mil millones), tráfico de órganos (1.7 mil millones) y tráfico de bienes culturales (1.6 mil millones).
¿Los grupos criminales más ricos del mundo? Al frente están el Solntsevskaya Bratva (Ruso, con 8.5 mil mdd), el Yamaguchi Gumi (Yakuzas japonés, con 6.6 mil mdd), La Camorra (Italiana, con 4.9 mil mdd), la calabresa Ndrangheta (“Coraje”, italiana, con 4.5 mil mdd) y, claro, el mexicanísmo Cártel de Sinaloa (3 mmd), de la familia de Joaquín Guzmán Loera y su esposa, la recientemente capturada Emma Coronel.
Como se puede ver, con todo y políticas públicas y aprehensiones, el crimen doméstico y trasnacional se expande cada vez más. Si en Wall Street el dinero nunca duerme y la pandemia Covid-19 ha servido para aumentar la acumulación de fortunas, igual sucede en la economía delictiva.
Como ejemplo, el pasado 2 de marzo la DEA (Administración de Control de Drogas) difundió que el Cártel de Sinaloa sorteó la pandemia en cuanto a la producción y tráfico de drogas y que, peor, la utilizó para inflar artificialmente los precios de la metanfetamina (es decir, el crimen organizado especuló, como hacen inversionistas con divisas como el peso, bonos de deuda, dólar, entre otros).
En resumen, la economía criminal “impulsa las fuerzas productivas”, las “preserva del eterno estancamiento”, las libera en parte del “excedente de mano de obra” (desempleo) con lo cual, además, elimina presiones inflacionarias, según los “fundamentos” canónigos.