Por: Fabián Muñoz
Su profundo conocimiento de la literatura y de la poesía en especial, su permanente generosidad y disposición para compartir precisamente ese conocimiento y experiencias a muchos otros poetas tanto en la Ciudad de México como en diferentes estados del país es parte de las cualidades reconocidas en el poeta David Huerta.
A David Huerta lo conocí hace más de veinte años en Aguascalientes y coincidimos en diversos eventos literarios tanto en esa ciudad como en Guanajuato. Amable en el trato y de un espléndido sentido del humor, era claro que el autor de “El azul en la flama” sabía de la importancia de contribuir a formar poetas en las diferentes regiones a contra corriente de la dinámica del centralismo cultural.
En breves conversaciones telefónicas realizadas por separado los poetas Carmen Nozal y Ricardo Esquer coincidieron que David Huerta era un artista culto que apoyaba a otros poetas buscando que creciera en ellos la confianza en seguir creando con textos mejor elaborados.
Residente en la capital del país, Carmen Nozal comentó que a Huerta lo conoció en la década de los noventa al ser su jefe en la Casa del Poeta Ramón López Velarde. En esos años ella era responsable del área de Prensa y después de algunos cambios internos llegó el poeta como asesor. Con los años se fue construyendo una amistad que permitió una mayor confianza.
“Posteriormente me incorporé a apoyarlo con otro amigo, Alberto Chimal, trabajando como asistente en la biblioteca de su casa”, dijo, y añadió que era un escritor muy culto con conocimiento y vínculo con poetas de diversos países.
La poeta reconoció que en esa amistad había un aspecto difícil al ser ella también amiga de la poeta Raquel Huerta ya que había una relación complicada entre los hermanos y eso hacía que en ocasiones Nozal interviniera como mediadora, a petición de alguna de las partes, en resolver alguna diferencia.
Nozal recordó que David Huerta admiraba a su padre, el también poeta Efraín Huerta, y también reconocía la obra de Octavio Paz. Con un sentido del humor a veces ácido, profundo en sus reflexiones y de gran sensibilidad.
“Al presentar mi poemario República leí algunos de los poemas, y lloró al escucharlos”, expuso, “era un hombre sensible”.
Agregó que a través de los años, de vez en vez llegaba a coincidir con David en la avenida Álvaro Obregón de la Ciudad de México y a veces conversaban por teléfono.
Por su parte, el poeta Ricardo Esquer recordó que a David Huerta lo conoció desde 1991 cuando iba mensualmente a coordinar un taller literario a Aguascalientes y posteriormente realizaba un seminario anual de creación literaria itinerante con sedes como Morelia, Guanajuato, Aguascalientes, San Miguel Allende y Hermosillo que tuvo una duración aproximada de diez años.
“Como coordinador de taller y como amigo era generoso, te hacía sentir bien y te daba seguridad al presentar tus textos, te motivaba, te acompañaba en tu desarrollo como escritor y compartía lecturas”, dijo.
Esquer indicó que el poeta invitaba a otros escritores del interior de la República a publicar sabedor tal vez de la importancia de impulsar a los creadores de las diferentes regiones del país y así contribuir a esa necesaria descentralización de la cultura.
“Cuando se va alguien como David Huerta recordamos la importancia de valorar lo que han hecho y cómo no lo hacemos a tiempo porque lo tenemos muy cerca”, expresó, “es una pérdida irreparable”.
Esquer comentó que junto con su obra literaria, David Huerta dejó como legado el haber contribuido a la formación de muchos escritores de nuestro país.