De amar la primavera y florecer

Durante muchos años, desde que el ser humano comenzó a establecerse de manera sedentaria, a observar los ciclos de la luna y con ellos las fases agrícolas, nacieron los roles dentro de las sociedades y así también el lugar que todos, todas y todes ocupamos en el mundo. De más está decir que hace cien o doscientos años hubiéramos escrito TODOS  y hubiera sido suficiente para referirnos a la humanidad y tal vez yo ni siquiera hubiera escrito, porque no existiría como existo hoy en el mundo, desde mi desfachatez y mi ser mujer.

En los ecos del #8M, ver en las calles a miles de mujeres que llegaban una a una al punto de reunión desde colectivas diversas, o en soledad, con la confianza de sumarse a un contingente enorme listo para gritar las consignas que la historia y la digna rabia exigen, y romper el paradigma del estereotipo de feminidad, abandonando la expectativa para ser la realidad.

Recurrir a los estereotipos de género como el conjunto de ideas de la expectativa sobre los comportamientos que se aceptan de una dulce mujer para ser aceptada desde el andamiaje patriarcal, para reclamarnos nuestra falta de cumplimiento con los mismos y gozarnos en ello resulta fundamental en un tiempo en el que el mujeres juntas ni difuntas,  es razón para generar espacios donde nos sumamos y potenciamos a partir de nuestras diferencias y donde no se juzga, sino que se busca el encuentro.

Y es que todos los años del estereotipo de la feminidad nos había hecho creer que las mujeres adecuadas somos esos extraños seres hechos de “Azúcar, flores y muchos colores”, sin embargo y tal como en la historia, de Burbuja, Bombón y Bellota,  esos “fueron los ingredientes elegidos para crear a la niñita perfecta, pero el profesor Utonio agregó accidentalmente otro ingrediente a la fórmula: ¡la Sustancia X! Y así nacieron Las Chicas Superpoderosas”.

En realidad, así nacimos las mujeres contemporáneas, cuestionándolo todo, poco permisivas, con los ojos grandes y la boca enorme lista para gritar cuando una injusticia se nos atraviesa, pero si además nos tocó el amor por el arte, la literatura, el activismo, las vida, la realidad, la cultura y la vida nos reunió, cómo desde hace cinco años sucede en el Festival Internacional de Escritora Primavera Bonita que desde Los Libros del Perro y partir del genio de Zel Cabrera, promueve el trabajo de mujeres escritoras, desde hace cinco ediciones ya. Con el apoyo de un comité generado por otras mujeres escritoras, artistas multidisciplinarias y uno que otro hombre solidario, no sororo, –no explicaré por centésima vez la diferencia, ­y de inmediato viene a mi mente Daniel Hurtado- seguramente pondremos en palabras, en literatura y en transmisión mundial a través de internet lo que urge sea dicho, o desde espacios como Los Pinos, la Casa de las Humanidades de la UNAM o la Casa Universitaria del Libro (CASUL)  para que quien tenga oídos escuche y quien tenga alma recuerde.

Las mujeres que nos hemos convertido en Chicas Superpoderosas, creamos la vida, sostenemos la vida, mantenemos y sostenemos economías, estamos desde trincheras diversas y hemos demostrado con creces que no nos merecemos un espacio de “literatura femenina”, en las librerías, sino las librerías, porque recordando a Chavela: “Las escritoras, escribimos de lo que nos da la gana…”

Y amamos la Primavera. Amamos que sea bonita. Amamos hacerla nuestra.

Amamos florecer a la mínima provocación. Porque somos mujeres, que aman la vida y sobre todo porque sabemos que en nuestras diferencias nos fortalecemos, nos encontramos, aprendemos a admirarnos y a caminar juntas.

Somos las hijas y las nietas de aquellas quienes les dijeron que calladitas se verían más bonitas, y no nos da la gana callar más, porque #NuncaMásElSilencio

Con amor, mirada sorora y admiración para Zel Cabrera y todo el Comité del Festival Primavera bonita, entre otras Cristina Guillermo Arena, Roxana Elvridge-Thomas, Claudia Santos, Sandra Dolores Gómez Amador, Alma Castro Chávez y tantas otras que sumamos desde el amor a la palabra, a la existencia y al fuego que la mantiene ardiendo.

Larga vida…

PAT

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