De funerales y cartas…

Llegaron en diciembre a las puertas de mi casa.

Eran vacaciones, de esas en las que, por la incertidumbre y la cantidad de trabajo acumulado, no terminamos de enterarnos que los son, ni lo parecen, días conformados por horas y minutos que transcurren y ya…

Recibí la llamada del señor de la paquetería, “tengo un paquete para Paloma Cuevas R.” dijo, y yo me sentí como en las teorías conspiranoicas de mi infancia, en la que la Guerra Fría nos hacía imaginar espías entre bloques: Los capitalistas, los socialistas y que el mundo ruede.

De repente los tenía en las manos: “El funeral” de Mauricio Montiel Figueiras e “Historia mínima del desempleo” de Carlos Bortoni – del cual escribiré en otra ocasión.

Leí la sinopsis al final de la cuarta de forros y ahí me enteré de que, estaba a punto de sumergirme en una historia familiar: “Alessandro y Annunziata, hermanos nacidos en la Sicilia profunda, son separados durante la infancia por razones que nunca se les aclaran. Mientras que Annunziata se ve obligada a exiliarse en el norte de Italia junto con su madre, Alessandro permanece con su padre en su pequeño pueblo natal dominado por la presencia enigmática y poderosa de Madre Aradia, la abuela paterna, una matriarca que maneja los hilos de la comunidad con mano guiada por oscuras potencias ancestrales invocadas en las reuniones de un cónclave femenino. Años después de la separación, Alessandro recupera el contacto con Annunziata para dar inicio a una correspondencia acompañada de fotografías a lo largo de la cual se van revelando los misteriosos acontecimientos que rodearon la muerte y las exequias de Madre Aradia, transformadas en un suceso que trastoca para siempre la vida de los habitantes del pueblo.

No está de más decir que me acobardé un poco y decidí buscar a mi contacto con la editorial y agendar la entrevista, para después de mi cumpleaños, y así dar oportunidad a no traer a la vida el horrible recuerdo de mi propia madre Aradia, – mi tremenda abuela paterna. ¿Será acaso que todas las infancias deban ser marcadas por los actos insensibles de los adultos que nos rodean? No lo sé, pero estaba a punto de investigarlo.

Así es como descubrí a dos personajes entrañables y a uno más que es, devastadoramente terrible. Alessandro, a quién intuyo como EL HERMANO MAYOR, ese que se siente en deuda eterna ante la falta de explicaciones y de la posibilidad de entender el por qué de la escisión familiar y Annunziata, probable hermana menor, historiadora, – no me sorprende, siento que aquellos a quienes les es arrebatada la vida en la infancia, buscarán asirse a las certezas de algo, tal vez de la propia existencia a través de la búsqueda de la identidad y las raíces, sin que esto sea una apología del psicoanálisis fácil y dulzón.

Existe un evento familiar que marca la posibilidad de que estos hermanos retomen la cercanía: la muerte del padre y el funeral de Madre Aradia, la matriarca, la abuela culpable de la implosión que destrozara la familia de esos dos hermanos.

Madre Aradia, presentada por el autor como una mujer dolorosamente entrañable, como “un dolor de muelas”, por decirlo en español comprensible, – originalmente pensé en otro término que omitiré por respeto a los lectores. – Una especie de dueña del orden del pueblo, con consejo de apóstolas incluidas, quienes desde ahí regulan el orden del caos en su espacio de influencia. Formas equívocas y desafortunadas de entender el amor, ¿dónde hemos oído eso? Y es que uno de sus dichos más recurrentes y que se menciona al menos tres veces en la trama es “Quien te quiere, te hará llorar.” – cualquier similitud entre el drama italiano y mexicano, es mera coincidencia.

Leer las cartas de Alessandro a Annunziata es sumergirse en un grupo de recuerdos que parecen cubiertos por la bruma del pasado, ¿será que recordar es secretamente otra forma de soñar?

A lo largo del recuento de este álbum funerario conocemos a una serie de personajes que tienen en común el que sus nombres inicien con la letra A, como un guiño al hecho de que pertenecen a este universo cosmogónico que orbita alrededor de esta abuela. Solo existen dos personajes con la letra M en su nombre, un coqueteo de Montiel Figueiras consigo mismo y con el hecho de que sea Maddalena la llamada a suceder a Aradia. 

Desde un niño vidente, hasta los Dones de la Cosa Nostra del pueblo y un novio de la abuela, son todos víctimas de su poder. 

Al leer esta historia tengo la eterna sensación de estar en la mente de un hombre que permanece siendo niño. ¿Hasta dónde las huellas de abandono, la falta de una madre, de una familia nuclear son marcas indelebles en el alma de cualquiera? 

La historia está deliciosamente contada, dejando los espacios necesarios para que la inteligencia del lector la recree tomándose las libertades que su propio contexto le permita.

Ha sido un gusto leer a Montiel Figueiras y ahora es un deleite recomendarlo como uno de esos esfuerzos literarios donde se valora la capacidad del lector para ser guiado sin paternalismos irrespetuosos de por medio. “El funeral” es una excelente opción para retomar el tema de la comunicación epistolar mientras se cuestionan las estructuras familiares y se construye un personaje femenino digno de ser recordado: Madre Aradia. 

«Ma u satal k´atun lae, 

wai tak´ petenil tumen k´a sijnalil, 

lai peten lae.»

No se perderá esta guerra, 

porque este país se unirá 

y este país renacerá.

Chilam Balam