De narrativas de familia…

Antevasin

Gota de rocío…

La noche se rompió con el primer rayo de sol en el horizonte. Ella abrió los ojos y los recuerdos se agolparon en su memoria, trató de moverse y no pudo, el peso de los rencores se lo impidió 

Él estaba ahí, reposando tras una noche de batalla intermitente, con esa estúpida sonrisa que guarda para los momentos  en que logra lo que se propone, la tenía rodeada con su abrazo, para él un gesto tierno, mientras que ella tenía esa expresión que semejaba la recepción de una tortura quemándole la piel.

 “-No puede evitarlo” se dijo ella a modo de consuelo, “- Si él no es tan malo, a veces hasta creo que me quiere”, trató de respirar y sentir vida en su cuerpo de nuevo. No pudo. Cerró los ojos y evocó otros lugares, sueños del pasado. Campos llenos de amapolas meciéndose al viento, aves trinando y ella así con el rostro inundado de sol, fue libre por un momento.

El roncó. La hizo volver a la habitación de un manotazo y ella lo maldijo en silencio, por animal, por insensible, por brutal y por bruto, por tomarla así. Lo maldijo de nuevo y se arrepintió en seguida, a fin de cuentas, era su marido, y maldecirlo era maldecirse.

Un rayo de sol entró por la ventana, la iluminó completa, desnuda y entera, se cubrió como si alguien más fuera a mirarla, una lágrima rodó por su mejilla. Deseó volverse líquida y evaporarse en silencio.

D.R. Paloma Cuevas Ramos 2015

Publicado originalmente en la Antología de 11avo. Aniversario de Amarillo Editores. Con todo mi agradecimiento a Mónica Soto Icaza.

Ella…

Mi favorita siempre fue ella, nunca nadie más… 

Desde que nací fue mi estrella, hasta antes de fallecer, justo 5 días después de mi cumpleaños, fue a verme para bendecirme y decirme que siempre estaríamos juntas. Yo tenía tres años y lo recuerdo hoy como si el tiempo no hubiera pasado jamás.

Siempre al recibir la pregunta sin sentido del ¿por qué? Mi respuesta será la misma: por fuerte y por luchona, adelantada a su tiempo, inteligente y sensual, una mujer entera, sin moldes porque jamás habrá otra igual.

 Su vida estuvo siempre salpicada de interesantes pinceladas. 

Hija de un refugiado español que con el tiempo y muchas horas de trabajo se convirtió en hacendado y una negrita hermosa hija del terrateniente del pueblo, mi Cotita vino al mundo a dejarlo mejor que como lo encontró.

No se casó joven, no tenía prisa por “regalarse”, tuvo muchos pretendientes porque al ser la hija de Don Rafael Estrada era una de las “solteras más codiciadas”, sin embargo, a ella eso no le interesaba, hasta que un día lo miró a él: Don Heroncito Ramos, tan gallardo y tan bragado. 

Se enamoró de él cuando en lugar de saludar a su padre mirando al piso, le dio la mano y en un fuerte apretón se midieron con las miradas. El Don Español supo que a “éste” no podría dominarlo, y ella supo que a “ese” lo domaría con una sola de sus sonrisas. Y así fue…

D.R. Paloma Cuevas Ramos 2015

Publicado originalmente en la Antología de 11avo. Aniversario de Amarillo Editores. Con todo mi agradecimiento a Mónica Soto Icaza.

Sigue nuestro CANAL de WHATSAPPy entérate de la información más importante del día con La Jornada Estado de México.

TAR