Edomex: gobierno bicolor
Los Sonámbulos
Por Jesús Delgado Guerrero
De un lado el despliegue de una campaña color rosa que, según los “científicos del alma”, está relacionado con la ternura, el amor, la dulzura, pero también con la inocencia y la debilidad. Del otro, el color rojo, asociado al poder y a la prosperidad, pero también a la violencia, a la sangre, a la destrucción, a la crueldad, al odio, a la falta de control, al exceso, al peligro y la agresividad. Fuerza y muerte (color primario finalmente, como los naturales instintos).
En estos casos, ¿qué define al Estado de México, encabezado por Alfredo del Mazo Maza, a más de tres años de gobierno, si no los extremos de estos colores, es decir, debilidad y violencia?
Incluso donde se quiere llevar bienestar, el color termina despintado por la ineficacia de sus ejecutores, según los resultados de la Cuenta Pública del 2019 difundidos por el Órgano Superior de Fiscalización del Estado de México (OSFEM) en torno del programa Salario Rosa, que se coronan, en una paradoja cruel, con el nada edificante liderazgo en el país de feminicidios y homicidios dolosos contra las mujeres.
Por noble que sea, por más cargado de buenas y protectoras intenciones que esté, en los hechos la generosidad o la solidaridad se han deformado y convertido un programa en meros actos de frivolidad, de superficialidad y, peor, de debilidad (actos rosas para las revistas ídem, vida oficialmente bagatelizada, con un espeso tufo clientelar).
Del otro lado, lo sucedido en Coatepec Harinas, donde lamentable y condenablemente 13 elementos policiacos fueron emboscados y acribillados, habla de ese color rojo en su peor significado y algo más que de una “afrenta”: es el vacío de autoridad, frustrante, a merced además de grupos delictivos que actúan lo mismo como “secretaría de seguridad” que como “secretaría de finanzas”: “vigilancia y protección”, previo cobro de “derecho de piso”.
En el colmo, hasta se dan tiempo de “proteger al pueblo”, exhortando los vecinos a permanecer en sus casas para que no resulten lesionados mientras ellos llevan a cabo sus masacres, como sucedió en ese municipio.
La actuación de los cárteles en la entidad es materia de sesudos “mapas criminales”, de digitalizadas cartografías delictivas; los medios dan a conocer los nombres y las regiones donde actúan esos 26 grupos criminales en territorio mexiquense. Pero no pasa nada.
Con todo y esa sofisticación, empero el monopolio de la violencia no es del gobierno, como legalmente está establecido, por eso el aumento en forma permanente de homicidios dolosos, secuestros, extorsiones, el ”renteo” a negocios, industrias, comercios; el robo de vehículos, asaltos a transporte de carga, a viviendas, a usuarios del transporte público… feminicidios…. no hay rubro en el que el Estado de México no sea “líder” o parte del top ten, foco de reflectores (una afrenta, ésta sí, que se vive todos los días).
Eso sí, diariamente, como en los viejos-nuevos tiempos, se boletinan capturas y capturas de presuntos criminales, en la vieja táctica distractora del “te presentamos y te vas” (no va a faltar la aprehensión de cualquier ladrón de tendedero pasado como peligroso “cabecilla” de una célula o grupo criminal). En el mejor-peor de los casos, se informa de individuos que son enviados a las cárceles, sólo para que desde ahí continúen delinquiendo.
En resumen, tanto en materia de colores como de autoridad no se da color (es un gobierno rosa… de nota roja); está atascado en los extremos, por eso el crimen organizado y hasta el común actúan como les viene en gana, mientras los más de 17 millones de habitantes viven una desesperante contrariedad: entre pistolas y rosas (y no es precisamente alusión a una banda roquera para deleite del alma confinada, sino el paisaje cotidiano con sus ruidosas tartamudas).