El autodescubrimiento en Pobres criaturas
Vi el fin de semana, en nuestra Cineteca Mexiquense, “Pobres criaturas”. Ya su director, Yorgos Lanthimos, me había dejado un grato sabor de boca con otros trabajos suyos, como The Lobster, El sacrificio de un ciervo sagrado y La favorita, filmes apoteóticos como este. Ahora nos presenta una fábula victoriana fantástica que incomoda las creencias del espectador, su sentido de la ética y de la moral, al imponer a su protagonista, Bella Baxter, como una mujer carente de reglas morales.
«Soltaste un monstruo en el mundo», dice una de las pobres ‘víctimas’ interpretadas por un hilarante e infantil Mark Ruffalo, a su creador, un científico que parte de las premisas de Frankenstein para reinventar a esta mujer que poco a poco adquiere un sentido de su universo.
Los hombres que mueren por ellas lo hacen porque no pueden poseerlas. Bella descubre en la prostitución y el sexo una forma de liberación. Una forma que sorprende a los espectadores. Explícitamente. Sin andarse con rodeos.
Por supuesto, en una sociedad como la actual y donde sí, admitámoslo, hay tantas problematizaciones en torno al sexo, Bella aparece cruda, incluso impactante en algunos aspectos. Cómo se ejerce la prostitución y sus rasgos de clase y raza en su contexto es algo que para muchos resulta opresivo e incluso romantizado y, por tanto, cuestionable.
Sin embargo, sin duda es interesante ver cómo una profesión que en aquella época (y aún hoy) se considera “lo más bajo que puede hacer una mujer”, como dice el personaje de Mark Ruffalo, se convierte en su caso en un vehículo de liberación. Un vehículo de escape secreto incluso para el deseo de hombres y mujeres, que aún con todas las imágenes actuales y a sólo un clic de distancia, deben esconderse, porque lo personal es político y eso sin duda se aplica a esta película.
Y a través del sexo se encuentra a sí misma, pero también a través de la filosofía, del socialismo, cuestionando todas las estructuras de su conciencia o de su ingenuidad que la hacen tan «peligrosa», como tantas mujeres todavía patologizadas (incluso en las redes) por el simple hecho de serlo.
El blanco y el negro, como cuando alguien no puede ver más allá, es lo que predomina en la fase “infantil” de Bella. Y una gama de colores genera más matices e infinitas posibilidades e imágenes a medida que este cerebro de bebé se desarrolla hasta convertirse en una persona pensante y resiliente.
“Pobres criaturas”, diría de los hombres que, al final, intentan subyugar y poseer a alguien como Bella Baxter. Porque los cachorros con cuerpo de gallina tienen, al final, más sentido de existencia y un poco más de dignidad, igual que esta mujer con cerebro de bebé indomable e insumergible que, como Forrest Gump en su modo Lilith, devora el mundo de un solo mordisco. O una fruta entre tus piernas.