El futbol no es solo cosa de juego

El equipo de futbol profesional Monterrey, junto con los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, son las dos instituciones deportivas con más arrastre en el norte del país. El primero de ellos, propiedad del corporativo Fomento Económico Mexicano (Femsa), cuenta con la nómina de futbolistas más cara de toda la liga, cercana a los 80 millones de dólares. Es tal el éxito de la franquicia que al inicio de cada torneo la totalidad de sus boletos para toda la temporada están vendidos. De ahí que la afición exija cada semana buenos resultados a los Rayados, como también se conoce al equipo, lo que no está ocurriendo en el actual torneo de liga al grado de que el sábado por la noche su entrenador, Javier Aguirre, fue despedido por un pésimo inicio de campaña donde solo ganó uno de cinco partidos, eso sin contar el fracaso que representó para el club su participación en el Mundial de clubes, celebrado en Qatar. 

Todo lo mencionado tiene que ver con el mundo deportivo. Para los aficionados al futbol o a otro deporte masivo es hasta cierto punto explicable que cuando un equipo no funciona o no da los resultados esperados, sus propietarios realicen cambios y remuevan a los entrenadores para tratar de corregir el rumbo. Son pocas las instituciones que deciden sostener a sus managers a lo largo de toda una temporada en función de proyectos a largo plazo. Los aficionados son a veces quienes no entienden de estas políticas y se manifiestan con silbidos, abucheos y ahora a través de las redes sociales, contra los directivos y los jugadores de los equipos de sus amores. Son famosos y hasta clásicos los hastag #FueraPiojo #Fuera Solari. 

Pero una cosa es la pasión deportiva que puede provocar un mal resultado y otra la pasión desbordada o malintencionada que puede estar detrás de estas manifestaciones. Los Rayados de Monterrey justamente son un ejemplo de lo que no debe ocurrir en el mundo de los deportes. Justo cuando el equipo regiomontano perdió con su similar de Egipto, Al Ahly, en el Mundial de Clubes, cerca del hotel donde se hospedaba el equipo mexicano fueron dejadas cuatro hieleras con las fotografías de las cabezas del entrenador y de varios directivos del club. Las imágenes estaban pintarrajeadas de rojo, lo mismo que los recipientes que tenían la marca de Oxxo (una de las marcas propiedad de Femsa). Adicionalmente el autobús donde viajaba el club fue detenido por algunos aficionados quienes gritaban al vasco Aguirre: “bájate por las buenas”. 

Esas no fueron las únicas expresiones de molestia contra los Rayados. Afuera del club, en la ciudad de Monterrey, fueron colgadas mantas con varias leyendas. En una de ellas se leía: “Pizarro, vas a escuchar abucheos hasta en sueños”. Y en redes sociales circularon letreros colgados o pegados presuntamente frente a lugares icónicos del mundo como el Kremlin, con la leyenda “con la pandilla no se juega”. 

No hay que descartar que estas manifestaciones se hayan realizado de manera inocente, con la intención de hacer sentir la molestia de aficionados a los que les duelen las derrotas de su equipo. Pero en un país inmerso desde hace varios años en la narcocultura, no pueden pasarse por alto y menos minimizarse. El futbol no es solo un asunto de juego, trastoca otros intereses y a tiempo se está de prender los focos amarillos para que esto no se salga de la cancha y de control. 

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