El germen del rock se instaló en las y los jóvenes mexicanos de la segunda mitad del siglo pasado
El rock (…) para mí no es nada más
Cecilia Toussaint
un género musical, es una postura.
Omar López Monroy
En el verano de 1980 confluyeron en el concurso “Un rock por el Chopo” la esencia contestataria del rock y la UNAM como un asidero para el ejercicio de la libertad de expresión en México. Para entonces ya se había logrado, de a poco, romper la censura en contra de este género musical –entonces asociado sobre todo con las juventudes– que existía en buena parte de la sociedad mexicana y en nuestra Máxima Casa de Estudios. La consecución del concurso es otra manera de contar la historia del rock mexicano y la comunidad universitaria.
El Dinosaurio
El germen del rock se instaló en las y los jóvenes mexicanos de la segunda mitad del siglo pasado y, desde entonces, los ha acompañado tanto en sus devaneos como en sus luchas sociales y otros viajes. Una gran mayoría de personajes del medio rockero coinciden en que, tras el Festival de Rock y Ruedas celebrado en el pueblo de Avándaro en el Estado de México, en septiembre de 1971, acaeció el veto al rock en México; principalmente se prohibieron conciertos masivos y de bandas mexicanas, sobre todo en la capital del país (vivíamos una época de represiones violentas y masacres en contra del pensamiento disidente).
El cerco conservador al rock en la UNAM fue roto por el maestro Guillermo Briseño, quien en 1975 realizó un concierto en la Facultad de Medicina: como alumno de la UNAM “no podían negarme el derecho a tocar”. El espíritu universitario ha sorteado la retrógrada ideología con que ha sido gobernado nuestro país y permeado algunas épocas nuestra querida universidad. Fue hasta la década de los años ochenta cuando se pudieron realizar en México conciertos masivos de rock en la forma en que hoy los conocemos.
Eduardo Ruiz Saviñón, rockero irredento y universitario, menciona que en los primeros años de la década de los setenta impulsó la realización de ciclos de rock y otros géneros musicales en el teatro de la Facultad de Arquitectura, a través del área de Cultura de la UNAM, a cargo del maestro Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015), quien dice Eduardo lo respaldó ampliamente. Posteriormente, Jorge Pantoja, a la par de reportear para la Gaceta de la UNAM, ávido de involucrarse en la vida cultural universitaria, aceptó suplir a Ruiz Saviñón en la coordinación de los ciclos de rock en 1978, al cual dio el tituló: Una Alternativa para los lunes.
Tiempo después, junto con Jorge, los ciclos se mudaron al Museo Universitario del Chopo, que recientemente había dejado de ser Museo de Historia Natural y albergado un dinosaurio, invitado por la entonces directora del museo, Ángeles Mastretta. Durante su paso por el recinto, entre 1980 y 1985, en donde llegaría a ser subdirector del museo, con el apoyo de sus hermanos Antonio, Eduardo y Jesús, Jorge Pantoja organizó el concurso Un rock por el Chopo, una exposición de portadas de discos, los ciclos Rock desde acá, y el I Tianguis de Publicaciones Musicales y Discos. Ese fue el germen de lo que, con el trabajo de muchos “choperos”, llegó a convertirse en el hoy insustituible Tianguis Cultural del Chopo.
Museo del Chopo: la trinchera de los reflejos
En la primavera de 1980 se lanzó la convocatoria para el concurso Un rock por el Chopo, y entre junio y agosto se realizaron las rondas eliminatorias hasta dar con la banda y canción ganadoras. El maestro Antonio Pantoja, rockero y coleccionista, menciona que participaron casi cincuenta bandas, entre ellas muchas que venían bregando en la escena rockera mexicana, como Chac Mol, Rebel’d Punk, Pijamas a gogo y Briseño y su banda, los “macizos” de ese momento. De alguna manera estas bandas padecieron el veto no dicho y no aplicado a rajatabla contra el rock mexicano –que ya era en nuestro idioma–, pero que sin duda influyó en el desarrollo del mismo. Ahí radica la importancia de que la UNAM sea entendida como algo mucho más allá de sus edificios y personal directivo, y sea un espacio para el pensamiento crítico y el ejercicio pleno de nuestros derechos culturales.
Jorge Pantoja, cuya trayectoria en el ámbito cultural es amplia, focalizada en la promoción cultural desde distintas aristas, resguarda algunos documentos en torno a este concurso pionero, en el que hay algunas letras de las canciones y breves semblanzas de las bandas participantes. Algunas de ellas aluden al pasado porfiriano del recinto, que en sí mismo es una pieza que da cuenta de la evolución de nuestro país. La canción del maestro Briseño dice: “De refugio histórico con aliento a dinosaurio a museo universitario/ Escaparate crónico/ Invento subversivo como el cine, la música y el teatro.” Briseño y banda estaba conformada por Gilberto Flores en la batería, Mario Carrasco en el bajo, Hebe Rosell en el sintetizador, Waldo Nieto como guitarrista, en los coros ni más ni menos que Eugenia y Margarita León, así como Hebe Rosell, y Guillermo Briseño en el piano.
Actualmente el Museo Universitario del Chopo, a cargo del también rockero Francisco Paredes, resguarda diversos documentos que dan cuenta de que hubo una entrega de diplomas para las personas involucradas en el concurso; aunque el premio principal era grabar un disco, al final no se cumplió. Jorge Pantoja consiguió que se realizaran grabaciones del concurso, las cuales posteriormente fueron donadas a la Fonoteca Nacional, y están disponibles para el público en general. En esas grabaciones se puede escuchar la creación del maestro Briseño, que contiene unos solos de guitarra potentes: “Estoy de acuerdo con tu idea de convertirte en espejo/ Qué suerte/ De palacio de cristal a trinchera de reflejos.”
Algo de suerte
Tras el concurso se propuso que hubiera un taller de rock en el Museo del Chopo, en el que participaron el Memo Briseño –como es ampliamente conocido–, Rolando Chía, Hebe Rosell, Elena Milán, Mario Alberto Mejía; después el taller se realizó en la casa de Briseño, en donde él mismo rememora “pasaron cosas maravillosas”, el rock fluyo y la palabra gritó fuerte. En una de las sesiones del taller se llegó a presentar el mismísimo Rockdrigo González (1950-1985). A la postre este taller sería la simiente de la Escuela del Rock a la Palabra, encabezada por el incansable músico, promotor y maestro Briseño, espacio formativo que el pasado 1 de junio cumplió diecisiete años de vida. El patrimonio musical que nos ha legado Guillermo Briseño es cuantioso en sucesos importantes para arroparlos con un toque de rock; por mucho tiempo igual que para tantas mujeres y hombres: “la UNAM ha sido mi trinchera”, esa UNAM de la que han salido mentes increíbles, aunque también pensamientos retrógrados.
Al rock que me toquen
En el mencionado archivo de Jorge Pantoja figura la letra del grupo Rebel’d Punk que hace alusión a la ubicación del museo: “El ruido de los autos/ se escucha desde aquí/ Te ubicas en el norte/ de la gran ciudad.” Justamente un valor del Museo del Chopo es que su nacimiento planteó
de facto una descentralización de la oferta cultural, lo cual sigue siendo una necesidad.
La chispa del rock ha permeado la vida de nuestra Máxima Casa de Estudios. En 1987 surgió el Consejo Estudiantil Universitario, en oposición a las reformas del entonces rector de la UNAM, Jorge Carpizo, establecidas en el Plan de Desarrollo Nacional, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, las cuales pretendían restringir el acceso a la educación universitaria, y ajustar las cuotas y evaluación, entre otros aspectos. Como parte de la lucha se organizaron festivales y conciertos en donde el rock jugó un papel importante.
Y en esta historia de boxeos interminables al rock que nos toquen la comunidad universitaria seguiremos impulsando desde nuestras trincheras que la UNAM acompañe las diversas luchas por el ejercicio pleno de nuestros derechos ya ganados y los que aún no se cumplen del todo, y que ella misma siga evolucionado en aras de seguir siendo ese último y el primer recinto de dignidad y libertad como lo fue en el verano de 1968. “México creo en mí” como diría el gran maese Jaime López.
PAT