El mito de los comicios libres

El proceso electoral del Estado de México inició el 5 de enero con buenos deseos de la mayoría de las integrantes del consejo general del IEEM. La visión de las autoridades electorales es optimista, pero la realidad es que podrían enfrentarse severas dificultades, en el contexto nacional y local, para organizar elecciones libres, con intensa participación ciudadana. Para ilustrar esta afirmación, vale la pena refrescar algunos datos de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, realizada por el INEGI y el INE. Aunque no son tan recientes, los datos son realmente reveladores, porque hacen visibles ciertos problemas que ya se creían superados.

Algunos de las cifras que más destacan son los siguientes: solo una cuarta parte de los encuestados tenía mucha confianza en los partidos; 22 por ciento aceptó que gracias a los partidos la gente puede participar en la política, pero 19.1 estuvo muy de acuerdo en que no sirven para nada. Además, solo 18.8 por ciento confiaba mucho en el INE (tal vez menos en el IEEM); 44. 3 consideró que en México se respetan poco las leyes (incluidas las electorales); 48.8 manifestó que no tenía simpatía por un partido y, para desencanto de aquéllos que idealizan al sufragio, solo 42.5 de los encuestados estuvo de acuerdo con la frase: “El voto sirve para que haya un mejor gobierno”.

Por si todo esto fuera insuficiente para destruir la imagen idílica de las elecciones, 52.3 por ciento de los encuestados consideró muy frecuente la compra de votos; solo 18.7 dijo que los votos se cuentan limpiamente y apenas 11. 3 percibió que las autoridades electorales eran justas. Para completar el cuadro pesimista, 41.5 dijo que fue testigo de la entrega de dádivas a cambio de votos, especialmente dinero y despensas. Además, todavía 2. 1 por ciento dijo ser presionado, amenazado o engañado por partidos, autoridades o servidores para votar en cierto sentido o incluso para abstenerse (1.2). Finalmente, 42 por ciento identificaron como principal delito la petición de credenciales para votar y 17.1 dijo que se le pidieron pruebas del sentido de su voto.

Es claro que este diagnóstico no ha cambiado mucho desde 2020. Estos datos hacen necesario plantearse muchas interrogantes. Por ejemplo ¿cómo podrán esos partidos atraer al electorado para votar en las casillas, si carecen de confianza y simpatías? ¿de qué forma el INE y el IEEM convocarán a que vayan a las urnas, si la ciudadanía no confía en ellos? ¿cómo convencerán a los ciudadanos de que voten, si no están convencidos de su eficacia? ¿qué harán las autoridades comiciales para frenar la compra y coacción del voto? ¿de qué manera inhibirán otros delitos electorales? ¿cómo convencerán a los ciudadanos de que sus votos se contarán limpiamente? Sin duda que para algunas de estas preguntas no habrá respuestas.

Aunque es claro que es una tarea que no le corresponde solo al INE y al IEEM, porque algunas funciones son competencia de los tribunales federales y local, así como de las fiscalías electorales, bien harían esos organismos en no ser tan optimistas. Hay muchos rasgos antidemocráticos en la entidad, que hacen necesario tomar decisiones sobre datos como los de esa encuesta, para que sus acciones no se basen en buenos deseos. El Estado de México no escapa a esos problemas. A ellos se suma la inseguridad, especialmente en el sur del territorio. Las cifras indican que los comicios libres solo existen en discursos bonitos, pero todavía no son parte de la realidad.