Elogio a la traición
Bajo este provocativo título, Denis Jambar e Ives Roucate escriben en los 90 ́ un sugestivo ensayo que trato de explicar una serie de decisiones de actores políticos de la época, particularmente del contexto europeo, que fueron severamente cuestionadas por sus correligionarios que observaron acuerdos impensables para la época. Los autores citan a Maquiavelo:
“El príncipe, para conservar su Estado, muchas veces se ve obligado a actuar contra su propia palabra…que debe tener los sentidos preparados para virar según le ordenen los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas”.
La negación de principios o acuerdos previos, sin embargo, apuntan los autores, sólo tiene justificación plena, cuando el “gran traidor” tiene un fin superior, que para todo efecto es una razón de Estado.
¿Todo traidor tiene una justificación o razón superior que lo lleve al supuesto que bordan los autores? Yo creo que no y me explico;
Evidentemente, no todos los traidores tienen una razón de estado o un bien superior, en este caso a dichos actores se les denominan “tránsfugas”, que son aquellos políticos que traicionan a sus compañeros de partido/gobierno por un interés personalísimo y francamente egoísta, con frecuencia, ellos van de lado a lado como veletas que aprovechan los vientos del cambio.
Es claro que la sociedad perdona al “gran traidor”, que siempre está atento a la voluntad del pueblo; pragmático y calculador, siempre busca lo que es útil para la ciudad (ejemplo: AMLO);
Pero lo que pululan en el ambiente actual son los saltimbanquis que usan a los partidos políticos para acceder al juego de las candidaturas sin otro beneficio que mantenerse en el poder, fieles a la expresión popular de que “los políticos son como la olla de frijoles; arriba o abajo, pero siempre dentro”. Son el más acabado ejemplo que provoca la desafección política y la escasa confianza en los partidos políticos que prefieren líderes ganadores (por buenas o malas razones) antes que la formación de cuadros o el impulso de cambios generacionales.
En días recientes, un exgobernador del estado de México ha aceptado que está a punto de pasar del PRI de sus amores al PVEM que parece constituir la puerta trasera para llegar a Morena, en esta etapa tan convulsa al interior de lo que fue el partido hegemónico en la entidad. ¿Ahí priva el interés general o el personal? Lo mismo puede decirse del senador que del mismo partido intenta abanderar al Verde, pero en Yucatán. No son los únicos casos que renuncian a una rica trayectoria partidista para lograr por otra vía mantenerse dentro de la olla del poder.
En Elogio a la traición, se analiza el fenómeno de Francia cuando se inauguró el llamado Gobierno de Cohabitación, en donde bajo un sistema semi presidencial, el ejecutivo al reconocer que no tenía mayoría en el legislativo, decide ceder al cargo de primer ministro al partido que ocupa el segundo lugar en la cámara y así crear una forma de estabilidad legislativa que le de gobernabilidad al país.
Así es como Miterrand comparte el poder con Chirac y luego esté con Jospin, quien cede el poder a Sarkozy (quien casualmente era amigo de los autores del libro en comento), en estos casos la cohabitación entre izquierda y derecha tenía como enemigo común al ultraderechista Le Pen.
Políticos que traicionan o niegan su pasado por un fin superior. No veo cual sea ese fin superior en los anuncios de Eruviel Ávila o José Carlos Ramírez Marín, por sólo citar los dos casos más emblemáticos de la semana en curso. Yo no los veo por ningún lado, se trata de simples tránsfugas que fieles a la tesis del célebre tlacuache Garizurieta: “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
DB