Enfermos, inundados y sin dinero
Ideas Sueltas
Mientras la pandemia por coronavirus parece empezar a dar una tregua a los mexicanos, hay otros cientos o miles de ciudadanos que no dejan de vivir con sufrimiento, no solo por los estragos de la enfermedad, sino por otras circunstancias, algunas imprevistas, otras de decisiones probablemente equivocadas. Y cuando ambas circunstancias se combinan el panorama se torna gris tirándole a negro. Para desgracia de todos, la gravedad de la situación no tiene que ver con colores, sino con vidas humanas.
Hidalgo, como muchos estados más, es un ejemplo de esta combinación de calamidades que se agravan cuando la población está inmersa desde hace décadas en pobreza o pobreza extrema. Al pueblo más pobre se le pegan más las desgracias.
La pandemia por coronavirus botó a muchos a la calle, laboralmente hablando. Cientos de miles en todo el País perdieron su empleo y con ello dejaron de tener ingresos para sus necesidades básicas.
Si vivir sin trabajo y en algunos casos enfermos ya hacía complicada su vida, las torrenciales lluvias que azotaron a Hidalgo a principios de septiembre con el paso del huracán Grace agravaron la situación de decenas o cientos de hidalguenses. Tula fue la ciudad que ocupó los espacios de las redes sociales y de los medios de comunicación, por las vidas que se perdieron en el Hospital del IMSS, desgracia que está pendiente de resolver, porque si bien hubo cruce de deslindes, hasta la fecha no hay responsables señalados y sancionados por esa aparente negligencia.
Pero Tula no fue la única ciudad afectada por las “lluvias severas” como se le denominó en el Diario Oficial de la Federación el 21 de septiembre pasado cuando se hizo la Declaratoria de Desastre y se liberaron recursos “para atender las necesidades alimenticias, de abrigo y de salud de la población afectada”.
En la entidad hubo 52 municipios afectados y se contabilizaron 8 mil familias afectadas que fueron apoyadas con 35 mil pesos para reparar o reconstruir sus viviendas. Es evidente que la cantidad es mínima para quien perdió el techo o lámina de su hogar con el paso de la tormenta, máxime si se suma la pérdida de enseres indispensables como estufas o refrigeradores.
Desgraciadamente no hay dinero que alcance, porque la ayuda tendrá que llegar a otras 56 mil familias de Puebla y Veracruz, sin contar a los que bien en los municipios de Edomex que también fueron afectados. Eso en el supuesto de que sean todos los damnificados, porque al menos en Puebla vimos las protestas que hubo frente al Presidente por presuntos damnificados que alegaron haber sido excluidos del padrón.
La opacidad parece que gana terreno en esta materia. Al menos en Hidalgo el gobierno estatal no pudo acceder al padrón de afectaciones en vivienda que atiende la secretaría del Bienestar porque se catalogó como confidencial, según reporto Néstor Jiménez, reportero de La Jornada, el 2 de octubre.
Para mayor desgracia de quienes viven en la Sierra Otomí, Tepehua, Huasteca, Sierra Alta y Sierra Baja hidalguense, hasta la próxima semana se tiene programado el desalojo de derrumbes, arreglo de vialidades y muros de contención de carreteras estatales. Mientras, es complicado transitar por esos caminos.
La pandemia está cediendo, el huracán hace más de un mes que pasó, pero las secuelas, el dolor y su impacto en la vida de cientos de hidalguenses va para muchos días o quizá semanas más.
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