Federico Kampf es considerado por la crítica internacional el muralista mexicano más relevante en el mundo, para él, los pigmentos no son solo colores; son vestigios de antiguas civilizaciones, símbolos de pensamiento filosófico y herramientas de una lucha permanente por transformar la cultura desde el arte. Originario de Tepotzotlán, Estado de México, Kampf ha recorrido un camino inusual: fue primero filósofo y abogado, y después, muralista.
La internacionalización de su obra para Federico Kampf un parteaguas
Hoy, sus obras se encuentran en lugares como Roma, Dubái y París, en lo que él mismo describe como tres momentos cumbre de su carrera. Con voz firme, sin pretensiones y siempre fiel a una visión crítica, Kampf insiste en que el arte no debe ser complaciente ni decorativo, sino revolucionario y comprometido.
Antes de sumergirse en los murales que han definido su obra, Federico recuerda el origen de su búsqueda artística como una necesidad de expresión interna, pero también como una forma de acompañar procesos sociales, como el empoderamiento femenino.
“Hay una parte que me interesa mucho que es el empoderamiento de la mujer. Tengo una hija y me parece que el arte puede ser una herramienta muy poderosa para fortalecer su visión del mundo, su autoestima, su papel. Lo he trabajado en varias piezas que están dedicadas justamente a la fuerza femenina, pero no desde la victimización sino desde la potencia”, expresó.
Desde su perspectiva, el arte debe ofrecer una mirada honesta del cambio y dar voz a quienes transforman el mundo desde el pensamiento y la creación.
El filósofo que eligió los muros
Federico no comenzó su carrera artística como la mayoría de los pintores. Antes de tomar un pincel profesionalmente, ya había ejercido la abogacía y cursado estudios de filosofía. Su ingreso al arte fue una elección consciente, con estrategia, compromiso y, sobre todo, una visión clara de lo que quería construir.
“Empecé hace 17 años, después de haber sido filósofo y abogado, no lo hice como los artistas que salen de la carrera y ya comienzan a ver qué hacen, ya había hecho otras cosas, ya tenía cierto dinero, dinero que luego se gastó en la misma carrera; por cierto, porque el arte no es tan fácil, económicamente es un tema, pero luego se dominó también; gracias a Dios”, mencionó.
Desde sus primeros pasos tuvo una claridad poco común. Sabía que no bastaba con tener talento; era necesario crear una estructura sólida, con una narrativa profunda que se proyectara al mundo.
“Tuve muy clara la estrategia y la seguí, que era hacer mucha obra, buena, obra bien, proyectar filosofía y generar eventos que fueran importantes como la primer exposición en París con motivo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, en 2010, hice una serie que se llamó ‘Mexpsique’ y que fue muy relevante para mí en París, en la Casa de México y a partir de ahí Barceló y de ahí he expuesto en todo el mundo con mucho trabajo, mucha anuencia de la gente y se ha vivido de esto gracias a Dios”, detalló.
El arte, sin embargo, no lo alejó de sus raíces académicas. La formación en Derecho, aunque impuesta por las circunstancias familiares, le dio las herramientas para soportar los retos del medio artístico.
“Toda la vida quise ser filósofo y artista, dos meses antes de estudiar la carrera me convencieron de estudiar Derecho en la UP. Mi papá me dijo –o estudias Derecho en la UP o no te pago nada– y pues yo hice caso, antes renegué pero ahora no me arrepiento, fue bueno para mí tener una estructura fuerte, en una universidad distinguida en aquellos años, ahorita no sé cómo esté, fue un buen reto y eso te forma para los golpes y dificultad artística que no es poca cosa, el artista tiene que ser resiliente, tiene que exponerse, exponer su interior y hay que tener mucha fortaleza interna para hacerlo, por eso creo que cada reto que hayas tenido antes te fortalece para lo mismo”, relató.
Roma, Dubái y París: tres momentos clave
Aunque ha creado decenas de murales y exposiciones en diferentes continentes, Federico Kampf identifica tres grandes momentos en su carrera: su serie “Mexpsique” en París, el mural en el Centro Histórico de Roma, y una obra en proceso en Dubái.
“Esa exposición fue muy importante, porque además todos estaban haciendo la imagen de Morelos y cosas así, yo me he rehusado siempre a hacer cosas directas. He estudiado a Octavio Paz, Samuel Ramos, entonces quise hacer un estudio filosófico sobre el mexicano y eso fue lo que salió, por eso salió esta serie que suena como en francés se dice México, pero es ‘Mexpsique’, por la psique del mexicano”, señaló.
Cada uno de estos proyectos marcó una cima creativa, pero también una ruptura. Kampf reconoce que el reconocimiento no es suficiente si no viene acompañado de nuevos retos.
En Roma, logró algo impensable: pintar un fresco monumental con autorización del gobierno italiano. El mural es ahora un referente internacional de su trabajo.
“El de Dubái que estoy haciendo ahorita que va para algunos años pasados y que yo espero se termine el próximo año y como dices, la de París porque si no se da esa no se da la que sigue. Hice una pasarela en el New York Fashion Week con mi obra ‘Moda’, pero viéndome ya muerto creo que el de Roma ha sido el más importante”, compartió.
Rebeldía en técnicas antiguas
En un mundo donde el arte pop y lo digital dominan la atención mediática, Federico ha optado por técnicas complejas como el temple o el fresco. Lo hace como una forma de rebeldía frente a la cultura de lo desechable y como defensa del arte clásico.
“Digo una frase en inglés, en español, en francés y siempre se me entiende que es: el grafiti es al mural académico lo que el reguetón es a Beethoven.
¿Por qué regresar? Porque es lo mejor hecho, por eso esos murales llevan miles de años, por facilidad y por época de lo desechable se hace lo más fácil, lo acrílico, el pop art, esto es minucioso, es difícil porque lo tienes que aprender con años y esa es la bandera y creo que es un acto de rebeldía”, señaló.
Esta convicción ha sido alimentada por críticas duras y por encuentros decisivos. Uno de ellos fue con una curadora francesa que lo confrontó al inicio de su carrera y lo obligó a replantear su técnica.
Muralismo como resistencia
Kampf no solo recupera técnicas antiguas como el fresco o el temple, también busca resignificarlas. En su visión, la obra no puede limitarse a decorar un espacio. Para él, el arte debe implicar una lucha constante, tanto contra la indiferencia como contra el poder político.
“Me gusta la arquitectura, me gusta lo gigante, mi profesor de pintura me decía desde mis primeras clases que yo iba para muralista por lo mismo. Es una intervención del espacio, no solo es pintura, me dan un espacio y tengo que resolverlo arquitectónicamente. También es el alma mater del arte, lo primero fue el mural rupestre, que fue una manifestación artística, cultural, psicológica del ser humano. Yo le he seguido y recuperamos las técnicas que se hacían hace 40 mil años, hace 7 mil, 2 mil, lo que ya esté en desuso”, comentó.
Más allá de la técnica, su intención es dejar huella en el tiempo. En cada mural hay una búsqueda de permanencia, una negación de lo inmediato. Su obra en Villagrán, Guanajuato, es ejemplo: un temple ejecutado en tiempo récord, pero con una visión pensada para la crítica futura.
“Es el futuro, no es el presente, a mí no me importa lo que sea en el presente, yo hago obra para que sea criticada, para que sea criticada para bien o para mal por los académicos cuando me muera; por ejemplo, el mural que acabamos de hacer en Villagrán, en Guanajuato, que es un temple cañonsísimo, hoy nadie usa temple y lo hicimos en 11 días y justo está hecho para la academia, para que lo critiquen”, mencionó.
El resultado de esa filosofía de trabajo ha sido doble: por un lado, el respeto internacional; por otro, la posibilidad de vivir del arte sin traicionar su visión. Aun así, Federico insiste en que no se trata solo de vender ni de acumular fama, sino de construir un legado que sirva a las generaciones futuras.
“Al final en las épocas, las cúspides, las han hecho gente perfeccionista y que ve más allá. Yo no hago para vender, no hago para generar votos, ni para lana, hago por la obra. He generado, después de tantos años, un esquema en el que haga lo que se me hincha la gana y se venda, eso es un hito, porque de decirme que nunca colgaría algo mío porque es muy sangriento a que por ser mío lo cuelguen donde sea, pero son 17 años, es un pedo, una carrera, pero ahí vamos. El legado es sofisticación y grandeza eterna, si alguien ve un mural mío en 500 años yo ya estoy hecho y que vean costumbres, de eso se trata. Por medio del arte y la literatura, más fácil, como era la cultura antes”, relató.
Entre bocetos e ideas, Federico Kampf sigue trabajando. Su visión sigue siendo incómoda, crítica y exigente. Para él, el arte debe molestar. No se trata solo de pintar, sino de cuestionar lo que otros callan y reflejar el principio socrático del tábano.
Federico Kampf no solo pinta murales: construye filosofía en muros de cal, grita ideas con temple mineral, diseña espacios como espejos donde se reflejan los defectos y posibilidades. Entre Roma, Dubái, México y diferentes partes del mundo su obra se levanta como una rebelión estética contra la banalidad, insiste en que el arte debe ser un arma que atraviese el tiempo. Y lo hace, trazo a trazo.
PAT
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