Feliz año nuevo
Con singular alegría
Parece que fue un regalo de navidad. Faltaban apenas unos días para ésta, y fui invitada a una misa, en un lugar hermoso y helado: es diciembre. Es un fraccionamiento, que algún día fue un rancho prodigioso, cerca del volcán, junto al Valle de los Ángeles, reserva ecológica de la nación mexicana, parte del parque Sierra Morelos.
Me quedaba ese día de pasada, para mi casa, me acordé de la misa y fui.
Allí me tenía que encontrar a un ser humano al que conocí mucho tiempo antes. Eran circunstancias muy peculiares, llenas de ganas de salir adelante, y de trabajar y encontrar resultados. Hablo de hace 34 años, en este Estado.
He de decir que me tocó estar en un grupo de trabajo prodigioso, que encabezó Ignacio Pichardo Pagaza. Él, lleno de luz y de todo lo bueno de la vida. Político de excelencia y considerado uno de los 5 mejores administradores públicos del planeta. Así nomás.
Y de sopetón y sin previo aviso, vi que un hombre lleno de brillo, de amabilidad y de sensibilidad, estaba dando la misa. Se llama Felipe Arizmendi, y es Cardenal de la Iglesia Católica, cargo que le dio el Papa Francisco el 28 de noviembre de 2020, después de ser dos veces Obispo emérito de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas y de Tapachula, en Chiapas. De 1993 a 2000.
El religioso mexicano, premiado por el Papa Francisco, ha asumido posturas progresistas sobre migración y el zapatismo, y posiciones cuestionables sobre los abusos en la Iglesia y la homosexualidad, decía el periodista Camhaji, en el periódico El País, en el año 2020. Y sí, este hombre al que veía estar dando misa, estaba enfrente de mí.
Entonces fui yo la que entendí el por qué lo habían mandado de su natal Estado de México, a dialogar con los difíciles, muy difíciles entonces integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y de todos los indígenas a los que ellos estaban representando. El problema más serio que se tuvo, después de que salió Carlos Salinas.
Conocí al ahora Cardenal Felipe Arizmendi, en la casa de un extraordinario ser humano al que quise mucho: Jaime Almazán Delgado. Era entonces el Secretario de Educación, Cultura y Bienestar. Yo tenía la Coordinación de Planificación Familiar del Estado, y necesitaba que las escuelas me ayudaran a repartir una Cartilla de Planificación Familiar que yo había ideado, junto a mi gran equipo de trabajo. Porque vaya que si eran buenos. (Repartieron solo 2 millones, y se bajó la tasa de natalidad de 2.9 a 2.2 %.) Por supuesto el sector salud y el educativo ayudaron.
Ese día, el párroco de la iglesia de junto, fue invitado a comer con nosotros. Teníamos que pedirle su apoyo para que la iglesia estuviera de acuerdo con nosotros, para que las mujeres decidieran de manera libre y soberana cuántos hijos quisieran tener.
Lo veía y lo veía. Y cuando acabó todo, me fui a platicar con él largo rato. Las personas que estaban organizando el evento se estaban impacientando, pero pude decirle que de todos los que estaban en la misa, yo lo conocía más y que sabía qué y cómo había ayudado al pueblo de México. Sonrió. Solo me dijo: estuve de 1991 a 2017. Primero como Obispo de Tapachula de 1991 a 2000 y después de 2000 a 2017, como Obispo de San Cristóbal de las Casas.
Ahora, después de un muy largo acontecer y apoyo a los indígenas y por supuesto de resolver y apoyar a Samuel Ruiz en el problema tan serio del EZLN, Arizmendi regresa a su Estado con la V enorme, del deber cumplido. De una victoria de un problema que está aún latente, por la cantidad de uranio en el que se encuentran situados el 26% de los indígenas de Chiapas. Pero los conoció y lo respetaron. Supo entender y ayudar a los más pobres, a los más necesitados, a los nunca oídos.
Ese fue un gran regalo y yo lo celebro mucho.
gildamh@hotmail.com
TAR