Final de partida, quién le teme a Beckett

Uno de los montajes más interesantes que despiden 2023 es Final de partida de Samuel Beckett bajo la dirección de José Luis Cruz. Se trata de un clásico que ha tenido por lo menos diez montajes de directores y compañías de alto profesionalismo, mismo que demuestran haciéndose cargo de su complejidad para la escena y de una dramaturgia instalada en la discusión filosófica tanto en lo ético como en lo epistemológico.

Hace más de treinta años tuve oportunidad de ver Baal de Bertolt Brecht en el sótano de la Facultad de Arquitectura, dirigida por el ya joven maestro y generoso artista José Luis Cruz, exigiéndose congruente con los desafíos que le proponía a jóvenes, más jóvenes que él y devotos cómplices de todo el concierto escénico: la música, la luz, la escenografía, el vestuario y el texto de un clásico que lo sostenía, que mostraron cómo esa estela destructiva del joven poeta brechtiano llega hasta nosotros normalizada, pero ahora con nombres inéditos, como feminicidio.

Aunque José Luis Cruz aprendió a escribir, reescribir y a elaborar traducciones/versiones personales para la escena de textos canónicos, pienso que su relación con la literatura permite dimensionar y diferenciar qué necesita, de la gran literatura, el gran teatro, y esas han sido algunas de las propuestas que ha ofrecido, para que se lo piensen quienes creen que escribir teatro es algo así como hacer guiones.

Final de partida, quién le teme a Beckett

Hay un aspecto que me parece muy importante señalar porque habla de la credibilidad, de la legitimidad, que alcanza un artista con el transcurrir de los años. Tiene que ver con las buenas compañías de José Luis Cruz, el amor de sus actores por su trabajo, por el teatro, por la forma evidente en la que se traza sobre la grandeza de sus actores: Ainé Martelli (quien también es una extraordinaria manipuladora de objetos y títeres), Evaristo Valverde, Carlos Mendoza y Guillermo Díaz (parte de un esfuerzo de conjunto perdurable fincado por Ollin Kan y Badulake Teatro).

En la última función del año ahí estaba emocionado Alberto Estrella, a nombre de El Círculo Teatral, agradecido y con la garganta hecha nudo y la voz quebrada, reconociendo ese talismán que su hospitalidad recibe en ese teatro fénix que demuestra que de las cenizas podrán salir todas las veces que sea necesario, porque su fuerza viene de la impronta escénica de la especie.

No puede ser de otra manera para quienes tienen el deber de responder por una herencia que llegó a nuestro siglo con las experiencias de Héctor Mendoza, Margules, Gurrola, Jodorowsky, y que explica por qué, en medio de tantas dificultades políticas, económicas y hasta ambientales, siguen haciendo teatro estas criaturas.

Con todo y que la obra es un puño, un músculo cardíaco muy resistente a las tensiones poéticas que lo dilatan; que la música original de Alejandra Garcés le da un tono de inédito e inaugural a este montaje; que el vestuario de Liliana Vigueras y Juan Arzabe forma parte de esta inmortalidad de la plasticidad de lo abstracto, lo que me parece de un poderoso aliento visual, y un logro mayor, es la pintura escénica del director.

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Es un tributo a nuestros más grandes artistas plásticos

No lo sé de cierto, pero creo que es un tributo a nuestros más grandes artistas plásticos en la escena mexicana, desde Tamayo y Soriano, Cuevas, el propio Gurrola, Stamatiades, Galán, Orozco, Vlady, Nissen. Es un guiño que le da un enorme poder a la representación, porque inmortaliza la imagen al modo de un cuadro, al tiempo que transcurre atravesado por un movimiento musical ya inolvidable.

La paradoja consiste en aceptar que esta puesta en escena es un alegato a favor del teatro como el portador del fuego nuevo de la esperanza y, al mismo tiempo, es el relato devastador de una civilización decadente que representa todas nuestras postguerras, las íntimas y las globales, las de la geopolítica de la destructividad humana y ambiental. ¿Quién le teme a Samuel Beckett? Por lo pronto, ya nos dimos cuenta que José Luis Cruz, no y eso es lo valioso de la obra.

Información de Miguel Ángel Quemain/quemain@gmail.com 

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