Gloria Palacios, tejiendo historias y tradiciones

En las montañas ondulantes de Temoaya, Estado de México, reside una figura que encarna la esencia misma de la tradición y la perseverancia, se trata de Gloria Palacios, una tejedora de tapetes cuyas manos expertas han dado vida a obras maestras de arte textil. Su historia es un relato de pasión, resistencia y el poder transformador del arte.

Gloria Palacios, tejiendo historias y tradiciones

Primeros pasos

Nació en el seno de una familia de artesanos, donde el tejer tapetes no solo era una forma de subsistencia, sino un legado cultural transmitido de generación en generación. Desde temprana edad, se vio envuelta en el mundo de los hilos y los telares, observando con admiración a su madre y su abuela mientras transformaban hebras de lana en intrincados diseños.

“Fue en el año de 1969, cuando aprendí a hacer el tapete. A mí me gustó, fuimos cuatro hermanas las que aprendimos, pero nada más yo seguí. En ese año vinieron a traernos el arte del tapete tejido, fueron los de TAPEMEX, por parte del Banco de México y, gracias a esas personas hemos hecho de esto una tradición”, mencionó.

A medida que crecía, demostraba un talento natural para el tejido, absorbiendo cada técnica y patrón con una facilidad sorprendente. Aunque el camino no siempre fue fácil, con largas horas de trabajo y sacrificio, perseveró convencida de que su arte tenía un propósito más grande que ella misma.

Con amor, pasión y dedicación

Con el tiempo, se convirtió en una maestra artesana en su comunidad, conocida por su habilidad para crear tapetes de una belleza incomparable. Sus diseños, inspirados en la rica historia y la naturaleza exuberante de Temoaya, capturaban la imaginación de quienes tenían el privilegio de contemplarlos.

“Hacemos quexquemetl y vestidos, tratamos de hacer bordados especiales, que son únicos, yo soy otomí y mantenemos esa tradición de inspirarnos en la naturaleza. He recibido muchos reconocimientos, gané la presea del Estado de México en 2005, pero lo más importante es que se han acercado personas que quieren conocer del tapete, de la universidad, de grupos o no los he apoyado, eso me da mucho gusto”, compartió.

Sin embargo, el camino de Gloria no estuvo exento de desafíos. En un mundo cada vez más dominado por la producción en masa y la industrialización, el arte tradicional del tejido a mano se enfrentaba a la amenaza de la obsolescencia. La aparición de productos más baratos y menos auténticos amenazaba con sofocar la llama de la creatividad y la herencia cultural tan valorada.

“Ha decaído bastante, antes había bastante venta de tapetes y había varios grupos independientes, como 40-50, ahora ya bajó mucho la venta y solo somos 10 o 15.

El tapete es caro, porque también se lleva tiempo para hacerlo, 2 o 3 meses, medio año o más, cuando son grandes. Tienen que ser caros porque en un año terminamos un tapete de 3×3 metros y a veces los trabaja pura gente mayor, en mi grupo somos puros adultos de 70 años”, comentó.

Perseverancia

Gloria se negó a ceder ante la adversidad. En lugar de rendirse, redobló sus esfuerzos, buscando nuevas formas de promover su arte y preservar la tradición de los tapetes en su comunidad. Participó en ferias artesanales, exposiciones locales y eventos culturales, compartiendo su pasión con un público más amplio y dando a conocer la belleza única de los tapetes de Temoaya.

Además de ser una maestra en su oficio, se convirtió en una mentora para las generaciones más jóvenes, enseñándoles los secretos del tejido y transmitiendo el legado de sus antepasados. Sus talleres y capacitaciones no solo les brindaban una oportunidad de aprender una habilidad invaluable, sino que también les infunden un sentido de orgullo por su herencia cultural y su identidad como tejedores de tapetes.

“Siempre he invitado a los jóvenes a que aprendan, que sea de una o dos horas y con todo gusto les enseño para que esta técnica tan bonita, no se pierda. El tapete puede durar de 59 a 70 años, dependiendo del material.

“Lo que queremos es vender, porque de eso vivimos muchas personas mayores, que, si tuvimos hijos y los tenemos, pero ellos también ya tienen a sus hijos y personalmente no quiero volverme una carga para ellos y cuando yo pueda trabajaré”, compartió.

Mientras haya hilos y telares el legado de tapetes en Temoaya perdurará por generaciones, considera la artesana mexiquense

A medida que ella reflexiona sobre su vida y su legado, se siente profundamente agradecida por la oportunidad de compartir su arte con el mundo y de contribuir a la preservación de una tradición que ha definido a su comunidad durante siglos. Aunque el futuro puede ser incierto, Palacios sabe que mientras haya hilos por tejer e historias por contar, el legado de los tapetes de Temoaya perdurará por generaciones.

En un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso, la historia de Gloria Palacios nos recuerda la importancia de honrar nuestras raíces, valorar nuestras tradiciones y celebrar el poder transformador del arte en todas sus formas.