Gran OK final para el Gabo

Como recordarán, en mis dos anteriores colaboraciones compartí mis temores y anhelos sobre la novela póstuma de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos. Particularmente, mis dudas sobre si leerla o no. Asimismo, también cerré en apariencia esa discusión dejando al tiempo la decisión. Pues bien: no logré aguantar ni una semana, así que aquí me tienen compartiéndoles que ya la leí y puedo decir con satisfacción que me gustó mucho. 

El libro comienza con un prólogo brevísimo de Rodrigo y Gonzalo García Barcha, hijos y herederos del Nobel colombiano. Resaltan dos situaciones: la primera, que efectivamente, en sus últimos años de su vida el Gabo vio mermadas considerablemente sus facultades mentales, situación por la que yo tenía temor de que la obra fuese una versión minúscula de su pluma potente; la segunda, que el libro tiene algunos baches y pequeñas contradicciones que no empañan sus disfrutables méritos. 

Esta última aseveración me pareció demasiado temeraria, pues tácitamente descalifican el trabajo del editor de la novela, Cristóbal Pera, quien nos ofrece una nota al final del libro. Al respecto puedo decir que su trabajo ha sido pulcrísimo, como de relojero. Después de compartirnos la historia de cómo llegó a galeras En agosto nos vemos puedo ver el trabajo hercúleo que debió representarle a Cristóbal Pera ajustar las piezas de un texto que tuvo cinco versiones (resguardadas en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin) y una digital más custodiada celosamente por Mónica Alonso, secretaria particular del Gabo. (El título de mi columna se debe a la versión 5: “Gran OK final.)

De hecho, en las últimas páginas del libro nos abre el universo de la carpintería secreta del Gabo al ofrecernos cuatro páginas facsimilares del manuscrito original en las que los lectores podemos apreciar las marcas de corrección a las que García Márquez sometía a su texto en posteriores lecturas. Asimismo, hay marcas de su secretaria. Pera nos informa que era usual que en algunas sesiones Mónica Alonso le leyera el texto y él le pidiera la anotación de algún cambio, particularmente los adjetivos, con los que -sabemos- el escritor era muy escrupuloso, ya que forman parte del ADN de su estilo literario.

La novela es cortísima y pese a lo que ha circulado en redes sociales, no es inédita, pues el Gabo leyó una primera versión en la Casa de América en Madrid en 1999. No fue sino hasta 2002, cuando el Gabo había aprobado las galeradas finales de Vivir para contarla, que Alonso encontró una carpeta con dos manuscritos “Ella” y “En agosto nos vemos”. El Gabo se dedicó al primer texto, que renombró como Memoria de mis putas tristes y el segundo quedó en el tintero. 

Desde 1999 el Gabo tenía la idea de que En agosto… fuera un libro de mayor volumen, que incluyera tres historias más sobre el amor entre la gente mayor. Lo cierto es que la versión final que nos ofrece al amparo del cuidado editorial de Cristóbal Pera es suficiente para mostrarnos la historia lacónica pero contundentemente cerrada de una mujer en un mundo de hombres.