Hilario Hernández: el alfarero del mundo

Hilario Hernández: el alfarero del mundo

Hilario Hernández no solo ha alcanzado la maestría de su arte, también la sabiduría de su experiencia.

Brian Prado
Febrero 8, 2025

Hilario Hernández Sánchez creció entre el olor a barro húmedo y el sonido de las manos que moldean figuras, eso despertó su talento desde temprana edad para convertirse en alfarero; se comprometió a preservar la herencia cultural que resguarda el municipio de Metepec.

Hilario Hernández no solo ha alcanzado la maestría de su arte, también la sabiduría de su experiencia.

Nació no solo para mostrar su talento y compartirlo, sino para ser emblema de su municipio, el más reconocido en el país por su trabajo en barro, Metepec.

La familia creyó en él, al transmitirle los conocimientos que por varias generaciones representaron el vínculo entre el artista, la cultura, el arte y la tradición. Desde los cinco años su destino quedó sellado en el taller de su padre.

“Vivo en Metepec y pertenezco a una familia de artesanos. Mi abuelo cumplirá 103 años y nos cuenta que su abuelo le enseñó a trabajar. Empecé a trabajar a los cinco años con mi papá, que trabajaba en un taller de artesanías, y a partir de ahí me fuí dando cuenta de que tenía facilidad para la elaboración de piezas”, compartió Hilario, evocando sus primeros años entre arcilla y fuego.

A diferencia de otros niños de su edad, Hilario no comenzó modelando figuras de inmediato. Durante cinco años, su única tarea fue preparar el barro, un proceso que sus mayores consideraban fundamental para entender la esencia del material.

“A nosotros lo primero que nos enseñaron fue a preparar el barro. Desde los cinco y hasta como los diez años, estuve preparando barro; hacía figuras, pero solo para ir aflojando las manos, porque me decían que lo principal que se debe conocer es la preparación del material”, señaló.

El barro de Metepec es único en México. Su composición requiere una mezcla de barro negro, colorado y arenoso, secado en terrones y molido antes de ser combinado con agua y plumilla de flor de tule. Este proceso le da consistencia y permite su manipulación.

“Una vez que está hecho masa, se pone a reposar por una semana en bolas de barro que llamamos bastones”, explicó Hilario, detallando el conocimiento transmitido por generaciones.

Un talento precoz

A los ocho años, Hilario obtuvo su primer reconocimiento nacional con un conjunto de figuras del Arca de Noé, inspirado en su formación católica y los tradicionales Árboles de la Vida, ganó el segundo lugar en un concurso.

“Ese reconocimiento me hizo tomar confianza. A diferencia de mi abuelo y mi papá, que dependían de alguien que les comprara para elaborar sus piezas, yo las empecé a vender por mi cuenta. Me salté el tema de los revendedores y eso hizo que me preparara más en el barro, en las pinturas y que buscara un estilo propio”, recordó.

Desde los 12 años, Hilario ya entregaba piezas por encargo y continuaba perfeccionando su técnica en otros talleres. A los 15, creó su primera pieza monumental, de dos metros de altura. Pero fue a los 17 cuando su arte marcó un antes y un después.

“Hice una iglesia de barro con calaveras que llevan a un difunto. Recuerdo que la pinté sobre una mesita que teníamos y, por mi inexperiencia, la pieza quedó incrustada en la mesa. Como no la pudimos sacar, le cortamos las patas y así la presentamos al concurso.

Me avisaron que ganó. En aquel tiempo te daban el costo de tu pieza y se la quedaban. En 2023 me mandaron traer del Museo Hacienda La Pila, que la estaban monitoreando, y me la fui a encontrar casi 36 años después, en las condiciones en que la hice y como pieza del mes”, relató con emoción.

Para Hilario el éxito llegó temprano. A los 16 años, ganar los primeros lugares en concursos nacionales era parte de su actividad, pero más allá de los premios, lo que realmente lo motivó fue la posibilidad de que sus piezas trascendieran las fronteras.

Del taller a los palacios

La artesanía de Hilario no tardó en llegar a manos de personalidades mundiales. Su trabajo ha sido admirado por líderes políticos, reyes y pontífices.

“Imagínese que alguna vez llegaron unos clientes y me dijeron: ‘Le vamos a regalar un árbol a la reina Isabel’. Yo les dije que sin problema. Me mandaron la marca de su joyería, de sus sombreros, de su ropa, la hicimos, y ahora una de mis piezas está en el Palacio de Buckingham”, contó.

El nombre de Hilario Hernández también ha estado ligado a Barack Obama, Angela Merkel y los reyes de España. En 2009, realizó un árbol de 2.5 metros de altura y tuvo la oportunidad de entregarlo en persona al Papa Benedicto XVI. Años después, también conoció al Papa Francisco y elaboró una pieza para él.

“Cuando empezaba, jamás pensé que mis piezas llegarían a esos lugares. Es muy padre ver tus piezas desde un mercadito muy modesto hasta embajadas y palacios. Te hace pensar que has cumplido tus sueños, porque soñaba con conocer lugares y mi trabajo me ha llevado a ellos”, señaló.

Entre sus encargos especiales también destaca un árbol de la vida para el presidente de China, Xi Jinping, Raúl Castro, entre otros, pero fue con el gobernante chino con quien comenzó este peculiar camino.

“Algunas veces había hecho trabajos personalizados para una familia. Fue algo entre el resultado del trabajo y la suerte, porque estaban buscando a alguien que le hiciera un árbol de la vida a Xi Jinping. Lo hice sin compromisos, con un dragón y la Muralla China. Generalmente mi trabajo es de meses. Cuando lo vienen a ver, le dan el visto bueno y esa misma persona me recomendó con más”, comentó.

Hilario guarda absoluta discreción sobre los encargos que recibe, lo que considera una ventaja para abrirse fronteras.

“Creo que la ventaja que tengo es que cuando me mandan un trabajo, yo no lo publico. Solo el cliente y yo sabemos que lo hice. En el momento en que entrego la pieza, borro todo archivo de información y no me quedo con nada más que con lo que me comparten”.

Más que un oficio, un legado

A lo largo de los años, Hilario ha visto la evolución del barro. Lo que antes era solo barro vidriado o policromado, hoy se ha diversificado en múltiples técnicas. Sin embargo, para él, lo más importante es preservar la tradición.

“Metepec siempre ha sido un pueblo alfarero. Se le debe muchísimo respeto a los jarros, las cazuelas y las macetas. La desventaja de algunos artesanos actuales es que elaboran piezas pensando primero en el dinero. No debemos pasar por alto la pasión”, señala.

El mayor aprendizaje de Hilario llegó a los 28 años, cuando al recibir un galardón nacional, un maestro 50 años mayor le hizo reflexionar sobre su futuro en la artesanía.

“Me preguntó cuántos premios tenía, le dije que como unos 50. Me dijo que él llevaba solo tres. Vio mi diploma doblado y me dejó de tarea preguntarme qué quería para mí y mi trabajo. Ahí entendí que cada que salgo con una pieza llevo el compromiso de mis antepasados”, compartió.

Para Hilario, el valor de la artesanía radica en la historia que hay detrás de cada pieza.  

“No soy embajador de nada. Soy el resultado de todas esas ilusiones y ese trabajo de siglos que han hecho, no solo mi familia, sino mis vecinos y toda la gente que ha estado atrás. Hay grandes maestros alfareros que no han tenido la oportunidad de ser reconocidos. Hay que prepararse a la par que uno va creciendo, porque eso traerá más satisfacciones”, señaló.

Por eso, hace un llamado a valorar la artesanía mexicana.

“Invito a la gente a no regatear. Si tienen la oportunidad, que platiquen con el artesano y se den cuenta de que les está vendiendo más que un producto: es un pedacito de su vida y su sentir. Es muy padre cuando un extranjero lo admira, pero es más padre si nosotros le empezamos a dar el valor”.

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Después de muchos años de dedicarse a la alfarería, Hilario Hernández no solo ha alcanzado la maestría de su arte, también la sabiduría de su experiencia.

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