Hollywood en huelga: el segundo strike

La estrategia que la poderosísima Alianza de Productores Cinematográficos y de Televisión estadunidense decidió poner en práctica para enfrentar la huelga que los guionistas comenzaron el pasado mes de mayo no podría ser más simple: “Hay que esperar a que se cansen.” Desde el principio apostaron a que, transcurrido un lapso relativamente corto –que ellos, en virtud de sus miles de millones de dólares, podrían resistir sin la menor complicación– y apremiados por sus necesidades económicas, el gremio de escritores que nutren los contenidos audiovisuales, ya fuera en bloque o gota a gota, de manera individual, abandonarían un movimiento de huelga que venía anunciándose tiempo atrás.

¿Cuál fue el motivo de los guionistas en paro? También simple: que su trabajo sea remunerado de manera más justa y no como históricamente ha sucedido; empero, para que esto sea posible es preciso que la relación trabajador-empresa igualmente sea modificada. Ya sea que formen parte o no de la plantilla laboral de compañías como Warner Bros., Paramount, Disney, etcétera, el trabajo de los creadores de contenido es visto como si se tratara de una mercancía cualquiera y, por lo tanto, se paga del mismo modo: por una cifra acordada entre las partes y por una única vez.

En los hechos, dicha cifra no es “acordada” sino decidida o más bien impuesta por las empresas también conocidas como majors y, salvo las excepciones hechas por un puñado de autores cuya fama, prestigio, éxito comercial o las tres cosas juntas los convierte en un asunto aparte, quien quiera trabajar con aquéllas de entrada ha de aceptar las tarifas establecidas, así como algo crucial, en lo que reside el meollo de la huelga actual: una vez vendido el producto de su esfuerzo y en tanto es considerado un bien que fue adquirido considerándolo un insumo más, el autor no recibe regalías derivadas de la utilización de su obra sin importar las veces que sea aprovechada, el alcance que tenga el producto audiovisual basado en dicha obra ni el número de reproducciones al que acceda ese producto.

La explosión en el último aspecto –el número de reproducciones a nivel mundial de una película, serie televisiva, programa unitario…– ocasionada por la pandemia, que halló en el encierro forzoso el riquísimo filón de una audiencia no sólo cautiva sino extremadamente deseosa de abundante contenido, útil para mejor pasar las largas jornadas sin salir de casa, hizo todavía más visible una injusticia que no era nueva pero se exacerbó hasta volverse insostenible: «A mí me pagaron esta cantidad –diría el guionista– pero ahora resulta que las ganancias de la major se han duplicado o triplicado y yo no veo ni un centavo extra.”

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Sueños y pesadillas

La respuesta de los monstruos del entretenimiento, como se dijo, fue esperar a que los guionistas no aguantaran y, con la cabeza entre las patas, volvieran al redil más mansos que antes. Lo que sucedió no mucho tiempo después, con toda seguridad era la materia prima de sus peores pesadillas: que los huelguistas recibieran la solidaridad activa de otro gremio laboral relacionado con esa industria. Tuvieron que transcurrir seis décadas y tres años para que volviera a suceder: en 1960, guionistas y actores se unieron en contra de sus contratadores con el propósito básico de obtener planes de salud y pensiones. Aquella unión de la WGA –guionistas– y SAG –actores– tuvo un éxito que ahora buscan reeditar, con un contrincante idéntico pero diferentes peticiones y contexto: de lo que se trata ahora, como se dijo antes, es de minimizar el muy leonino reparto de las ganancias empeorado por el streaming, pero al mismo tiempo de proteger su fuente de trabajo frente a la amenaza, bastante real, de la inteligencia artificial, que podría volverlos absurdamente prescindibles.

No se trata sólo de dinero; hay mucho en juego en la situación vivida actualmente por una industria que, guste o no, impacta y marca derroteros a nivel internacional.

Obtener planes de salud y pensiones. Aquella unión de la WGA –guionistas– y SAG –actores– tuvo un éxito que ahora buscan reeditar, con un contrincante idéntico pero diferentes peticiones y contexto: de lo que se trata ahora, como se dijo antes, es de minimizar el muy leonino reparto de las ganancias empeorado por el streaming, pero al mismo tiempo de proteger su fuente de trabajo frente a la amenaza, bastante real, de la inteligencia artificial, que podría volverlos absurdamente prescindibles.

No se trata sólo de dineros; hay mucho en juego en la situación vivida actualmente por una industria que, guste o no, impacta y marca derroteros a nivel internacional.

Escrito por Luis Tovar @luistovars

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