INE: La paridad a costa de la imparcialidad

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Quizás no era su intención pero el Instituto Nacional Electoral (INE), el árbitro de la elección, estaría influyendo indirectamente en el resultado del proceso electoral para la renovación de la gubernatura mexiquense por querer hacer una buena obra y obligar a la paridad de género.

Empecemos por el principio: la paridad de género en los comicios electorales no solo es deseable sino necesaria, no digo que debe ser obligatoria porque, precisamente, esta obligatoriedad es la que genera que el árbitro termine por inclinar la balanza hacia uno u otro lado.

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Puede ser que en el ambiente político ya sea conocido de sobra pero entre la gente muchos no saben, y por eso hay que decirlo, que en 2023 se celebrarán dos elecciones a gobernador: en el Estado de México y en Coahuila.

Hace una semana el Consejo General del INE aprobó una propuesta que considera ambos procesos como uno solo y obliga a los partidos participantes a postular, al menos, una mujer en cada elección, de tal forma que si en Coahuila va un hombre en el Estado de México deberá ser mujer y viceversa.

Así, a secas, la iniciativa suena muy bien, muy progresista, muy interesante, muy bueno para abrirle espacio a las mujeres en la política; pero cualquiera que sepa teoría de sistemas en su forma más básica sabe que nada es ajeno a su contexto y es ahí donde se complica todo.

En Coahuila la elección será definitivamente entre hombres, no hay de otra. Entre los principales aspirantes a la gubernatura de ese estado solo hay una mujer, Miroslava Sánchez, de Morena, y las encuestas la ubican en el décimo sitio de los 10 participantes.

De todos ellos, por parte de la alianza PAN-PRD-PRI, el mejor posicionado es el priista Manolo Jiménez, incluso por encima del mejor posicionado de Morena que es Armando Guadiana. Básicamente la selección de los candidatos es natural en esa entidad.

En el Estado de México la alianza PAN-PRD-PRI no la tiene tan fácil, el mejor posicionado es el panista Enrique Vargas, quien según las encuestas sería el único aspirante de estos tres partidos que arrancaría la campaña muy cerca de quien también aparece como la mejor posicionada en Morena, Delfina Gómez.

Detrás de Vargas del Villar, lejos o muy lejos en las preferencias (dependiendo de la encuesta que se quiera escoger), Alejandra del Moral y Ana Lilia Herrera se perfilan desde hace varias semanas por el lugar de la alianza, aunque ambas serían avasalladas por la morenista.

Entonces: en Coahuila la alianza no soltará a quien en este momento encabeza las preferencias, Manolo Jiménez no garantiza el triunfo pero los acerca bastante; esto obliga a que en el Estado de México la candidatura de la alianza deba recaer en una mujer, que sea quien sea, arrancaría con menos o muchas menos posibilidades de triunfo.

De esta forma, la decisión del árbitro electoral para convertir en obligatoria una necesaria y deseable paridad de género, que además entiende dos procesos distintos como si fueran uno mismo; en lugar de permitir que los partidos decidan libremente sus candidatos con base en sus posibilidades de triunfo o derrota termina por inclinar la balanza hacia un lado.

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El árbitro electoral sacrifica su imparcialidad por ofrecer la paridad. Favorecerá a un partido al eliminar de la jugada al contendiente de sus opositores que más posibilidades muestra de ganar y obligando a colocar a una aspirante con menos apoyo y reconocimiento.

El destino electoral del Estado de México no está más, definitivamente, en manos de los mexiquenses. Hoy, más que nunca, los candidatos tienen un gran peso específico al momento de decidir en las urnas, incluso, a veces, por encima de los partidos.

La decisión del INE, pese a todas sus buenas intenciones, influye indirectamente en el posible resultado del proceso. Una contienda que arrancaría relativamente pareja se cargará, de inicio, hacia uno de los participantes al impedir que la boleta lleve a quién tiene más oportunidades de competir, y peor aún, a quien quizás la gente preferiría sin importar género alguno.

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