Jóvenes elaboran pan de muerto como terapia de rehabilitación
Esta temporada de Día de Muertos el Centro de rehabilitación para las adicciones de Nezahualcóyotl «Grupo La Salida», se convirtió en una panadería en la que jóvenes en rehabilitación aprenden el oficio.
Con dicha actividad ocupan parte de su tiempo y sus esfuerzos en esta terapia ocupacional de recuperación.
Desde temprana hora padrinos, administradores e internos encienden los hornos, despliegan las mesas, y llenan de pan de muerto decenas de charolas y estantes en este sitio, ubicado en el camellón de la Avenida bordo de Xochiaca, en la colonia Estado de México.
Elaboración de pan como terapia de rehabilitación
José Gallegos, Presidente de este grupo de Adictos Anónimos, refirió que desde que nació esta asociación, en 1983, brinda sus servicios de forma gratuita, a mujeres, hombres y adolescentes.
Para solventar los gastos de operación, se realizan diversas actividades productivas en las que participan los propios usuarios para hacer autosustentables estos centros.
«Los que administramos también fuimos adictos que decidimos quedarnos en el grupo para hacer servicio, ayudar a otras personas que también padecen lo que nosotros padecimos, así funciona este esquema. A nosotros, los rehabilitados, nos dicen que ayudemos sin esperar nada a cambio, no se lucra con la enfermedad», expuso.
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Panadería como financiamiento del centro de rehabilitación
José, es responsable desde hace 13 años de la panadería una de las principales fuentes de financiamiento de este centro, que fue abierto en 1987.
«Hacemos pan de temporada. En enero las roscas de reyes, y ahora el pan de muerto, pero durante el año hacemos galletas, banderillas y pastisetas. Hoy por ejemplo estamos trabajando 11 personas, entre todos hacemos el pan de muerto desde la masa, la formación del pan, el horneado y la decoración», comentó.
Diariamente usuarios en recuperación y voluntarios rehabilitados, como Martín, luchan contra el deseo de consumir piedra, alcohol, cristal, crack u otras drogas, aportando su trabajo y haciendo autosustentable este centro.
A sus 53 años, recuerda que cayó en la drogadicción durante diez años, y aunque ingresó a este grupo por tres meses, cuando termino su proceso tuvo una resida que le hizo perder la vista, luego perdió a su madre y finalmente su esposa lo abandonó. Por esa razón regresó a este grupo y hoy enseña a varios jóvenes este oficio y les comparte su experiencia de vida para que corrijan a tiempo.
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MPH