Juan Cervantes: La travesía del oro en Paris

En el vibrante ambiente del Stade de France, un hombre rompió no solo récords, sino también barreras emocionales y físicas. Juan Pablo Cervantes García, el velocista mexiquense de silla de ruedas de 32 años, cruzó la meta de los 100 metros en la categoría T54 en un tiempo imbatible de 13.74 segundos para ganar el oro en Paris.

Juan Pablo Cervantes García, el velocista mexiquense de silla de ruedas de 32 años

El que se colgó la medalla de bronce en Tokio, apenas a unos segundos en el cronómetro, encapsuló años de esfuerzo y sacrificio para hacer una hazaña en los Juegos Paralímpicos de París 2024, que no solo le dio la medalla de oro, sino también el récord de América, marcando un hito tanto para él como para México. Pero para Juan Pablo, el logro iba más allá de lo tangible. Estaba agotado, tanto física como mentalmente.

“Fue un shock, contento, muchas cosas pasan por mi cabeza en estos momentos, son muchas emociones, pero lo pesado ya pasó, creo que voy a caer rendido, porque mi cuerpo ya no reaccionaba, siento que llegó a su máximo, entonces después de la competencia resentí el cansancio”, compartió.

No era la primera vez que Juan Pablo subía a un podio. Este ciclo competitivo lo había visto brillar en los Juegos Parapanamericanos de Santiago 2023, donde también rompió récord de América, y en el Campeonato Mundial de Kobe, Japón, donde se colgó el bronce. Pero el oro de París tiene un sabor especial.

El trabajo en equipo, como siempre, había sido clave. Junto a su entrenador, Martín Velasco, habían logrado lo que parecía imposible. Reconocía que su relación, como la de cualquier dupla comprometida, no siempre era fácil. Había diferencias, discusiones, pero al final, el respeto y la confianza mutua prevalecían. Para Juan Pablo, la medalla era tanto suya como de su entrenador, un esfuerzo compartido al 50%.

“Creo que se ha ido trabajando de la mano de mi entrenador Martín Velasco, él también es parte de esta medalla con su trabajo, ha confiado en mí y yo en él, a pesar de que luego tenemos nuestras diferencias, como todo, pero creo que el 50 por ciento es del entrenador y 50 del atleta”, reconoció.

Sin embargo, esta vez, el oro tenía una dedicatoria distinta. Después de años de repartir sus logros entre familia, amigos, entrenadores y el equipo detrás de él, esta medalla era solo para él. Juan Pablo había atravesado tormentas emocionales que pocos conocían. El dolor, la incertidumbre y la presión lo habían acompañado durante años, y este triunfo se lo regalaba a sí mismo como prueba de su fortaleza y resiliencia.

Trabajo en equipo había sido clave

“Este oro me lo dedico a mí, siempre en todas mis competencias ha habido una lista enorme para dedicar estas medallas a familia, amigos, entrenadores y mucha gente que ha estado atrás de uno, fisioterapeutas, psicólogos, pero creo que esta medalla me la dedico ahora a mí, porque Juan Pablo ha pasado por muchas cosas emocionalmente hablando”, detalló.

Los nervios habían estado presentes desde el inicio de la carrera, casi devorándolo desde adentro. Sin embargo, en la pista, la mente tenía que ser tan fuerte como el cuerpo. No podía permitir que sus rivales percibieran su vulnerabilidad. Había aprendido a lidiar con esa presión, a fortalecerse mentalmente para no mostrar debilidad.

“La verdad me estaba muriendo de nervios, obvio hay que ser muy fuertes mentalmente también, para no externarlo a los rivales, porque si no te comen, también hay que trabajar mucho psicológicamente. Lo que me inspira, lo que me mueve a seguir avanzando es a veces la misma gente que no cree en ti, por eso digo, ahí va la mía y aquí estoy callando bocas”, concluyó.

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