La cultura romántica del jurado (2 de 2)
La semana pasada les comentaba que comencé a ver la serie “El Jurado” (Jury Duty). Bueno, prosigamos. Esta propuesta podría resultar insensible o, quizás, incluso cruel, si no fuera porque Jury Duty nunca pierde de vista la humanidad de su protagonista. Esto es notable por la propia elección de Ronald. No importa qué adversidad le pongan en el camino, ya sea que Marsden obstruya su baño y le eche la culpa o incluso simplemente interactúe con un miembro del jurado con intereses y peculiaridades que fácilmente se considerarían extrañas, él siempre elige el camino de la aceptación. Mientras convive con caricaturas exageradas, cada una a su manera, Ronald actúa como una persona real: se ríe de la vergüenza, sí, pero también se esfuerza por conectarse con quienes lo rodean. Está presente en cuerpo y alma, por sus compañeros e incluso por el caso. En este sentido, Ronald tiene la esencia de un personaje principal clásico: sin perder el sentido del humor, sigue siendo admirable, además de no renunciar a su compromiso y lealtad hacia sus compañeros.
Sin embargo, este no es el mérito exclusivo de Ronald, aunque, por supuesto, también es en gran medida responsable de que el servicio de jurado tenga ese tono amistoso y atractivo. De hecho, la astucia de Eisenberg y Stupnitsky está en utilizar este experimento social para reinterpretar la fórmula de la comedia de situación. Porque, en esencia, esta serie es similar a The Office y Parks and Recreation más allá del falso documental: Jury Duty es una comedia centrada en un ambiente de trabajo poco convencional habitado por personajes con personalidades, intereses y gestos muy peculiares.
A lo largo de ocho episodios, el espectador sigue incidentes concretos que desarrollan cada uno de los personajes, dentro del estereotipo elegido para ellos. Marsden, el jurado cegado por su propio ego, necesita lidiar con su irrelevancia dentro del grupo; Noah (Mekki Leeper, de The Sexual Life of College Girls), el chico serio que “eligió” esperar, está atormentado por la posibilidad de traición y la tentación de la carismática Jeannie (Edy Modica); Todd (David Brown), el asombroso inventor, intenta superar su timidez e integrarse más en el grupo. También está el adicto al juego, la divorciada que lo niega, el investigador de Reddit, el mejor amigo reservado… Quiero decir, son todo tipo de personajes con los que ya te has encontrado al menos una vez en una comedia de situación.
Pero lo más importante es que esto deja a Ronald con el papel de nada menos que el hombre heterosexual, un tropo de comedia clásico. Encarna lo convencional y, en consecuencia, enfatiza la extrañeza de las situaciones y la excentricidad de sus colegas. No necesita tener preocupaciones cómicas, porque el humor surge del contraste. Todo lo que necesita hacer es estar presente en cada episodio, incluso como observador, y se dará el remate.
Está claro que la forma en que el Servicio de Jurado logra este resultado es su mayor diferencia. Después de todo, aunque existe un guion, las acciones de Ronald son impredecibles. Esto significa que el elenco pasó días enteros conviviendo con el protagonista de forma improvisada, reaccionando a sus referencias e intentando llevarlo a donde debían ir, incluso cuando él mostraba resistencia. Del otro lado de las cámaras, a su vez, el guion también cobró vida propia, sobre todo a medida que Ronald profundizaba cada vez más en la investigación. Estos hallazgos sólo enfatizan cómo el servicio de jurado, incluso utilizando elementos formulaicos, es un impresionante ejercicio de comedia.