La era del Armagedón nuclear : A 80 años de la primera bomba atómica

Desde mediados del siglo pasado, con la fabricación y uso de las dos bombas atómicas que pusieron fin a la segunda guerra mundial, hasta nuestros días en medio del conflicto entre Rusia y Ucrania, la lucha por el poder mediante las armas y el capital parece indetenible y concierne al mundo entero.

La destrucción extrema

Esta era que incubó y finalmente cuajó el modo de producción capitalista, surge con el desarrollo de la física y la química del siglo XX. Concretamente con la indagación y la puesta en práctica de los poderes materiales de la energía de las partículas atómicas. La tecnociencia del capitalismo se hizo drásticamente presente con el producto más potencial y realmente peligroso: su hiperpoderoso artefacto militar diseñado y construido: la primera bomba atómica. Todo este “logro” del capitalismo maduro de la primera mitad del siglo XX evidenció que sus fuerzas productivas tecnológicas habían mutado definitivamente a fuerzas destructivas aplicadas, en este caso, a sus disputas inter-imperialistas.

De hecho estuvieron listas como artefactos militares (tanques, lanzagranadas, aeroplanos, zeppelines, submarinos, etcétera) desde la primera guerra mundial (1914-1921); pero en los inicios de la segunda guerra mundial en 1938-1939, se perfeccionaron y se diversificaron (aviones lanza bombas, ametralladoras antiaéreas, tanques, cañones antitanques, buques acorazados, portaviones, submarinos, minas submarinas, bombas incendiarias, etcétera) para ser utilizados por la maquinaria caníbal capitalista guerrera recargada. Y después de la segunda guerra mundial hasta el presente (1946-2023), con las llamadas revoluciones tecnocibernéticas, el perfeccionamiento letal y destructivo preapocalíptico del armamento ha llegado a su extremo.

Sostenemos que esta era se inaugura con la planeación, confección y el estallamiento altamente mortífero de las primeras bombas atómicas.


Veamos: las potencias capitalistas aliadas en bloques se enfrentaron militarmente para disputar la geopolítica planetaria en las dos guerras mundiales. Pero en el período previo a la segunda guerra mundial, los conocimientos de los científicos estaban maduros para construir ese mega necroartefacto. Tanto del lado del bloque del Eje (Alemania hitleriana, Italia fascista y Japón), como del lado del bloque de los aliados (USA, Gran Bretaña y Francia, y posteriormente la URSS) se hacían esfuerzos por efectivizar tecnomilitarmente esos innovadores saberes físico-químicos respecto a los átomos y con ello favorecer sus poderes bélicos y ganar la guerra. Pero fue el gobierno de Estados Unidos el que después de albergar y cooptar a los científicos claves para fabricarla (A. Einstein, N. Bohr, E. Fermi, R. Oppenheimer), pudo financiar y emprender el Proyecto Manhattan (1942, y que en 1943 se fusiona con el Proyecto Tube Alloy de Winston Churchill) y posteriormente crear reactores nucleares y fuentes radiactivas (1943-44), hasta finalmente realizar su construcción y comenzar a probarla (experimento Trinity) en Alamogordo, Nuevo México. Después de hacer la prueba decisiva en ese desierto en enero de 1945, en abril-julio decidieron que en agosto la lanzarían sobre algunas de las ciudades japonesas; fatalidad que cumplieron los días infernales: 6 (Little boy, bomba de uranio-235) y 9 (Fat man, bomba de plutonio) de agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki respectivamente, dos ciudades (de 5 posibles) que el genocida gobierno estadunidense consideró adecuadas para su demoníaco experimento masivo radiactivo.

La guerra Rusia vs. Ucrania

Pero he aquí que a setenta y siete años del estallamiento de los engendros atómicos, y cincuenta años después de la llamada “crisis de los misiles” entre EU y la URSS (1962), el presidente Joe Biden –primer representante oficial actual de la burguesía imperialista estadunidense, en plena confrontación guerrerista para mantener su poder y hegemonía geopolítica contra la burguesía rusa y también indirectamente contra la china–, declara el 6 de octubre de 2022 que existe un riego real de la llegada del Armagedón final debido justo a esa guerra que Estados Unidos enfrenta militarmente contra Rusia, mediante la gran ayuda-inversión económica armamentística a su alfil ucranio, y que lleva a cabo usando su gran industria y la de sus subordinados de la OTAN (empresas y gobiernos capitalistas europeos). Joe Biden afirmó lo siguiente: “Por primera vez, desde la crisis de los misiles en Cuba, tenemos una amenaza directa del uso de un arma nuclear si, de hecho, las cosas continúan por el camino que van […]. No creo que exista tal cosa como la posibilidad de usar fácilmente un arma nuclear táctica y no acabar en un Armagedón.”

De esta manera J. Biden respondió a las advertencias que hiciera el presidente ruso Vladimir Putin desde finales de abril de 2022, un par de meses después del estallamiento del conflicto bélico entre Rusia vs. Ucrania-OTAN; Putin advirtió en esos días que cualquier país que intentara intervenir en la guerra de Ucrania se enfrentaría a una respuesta “relámpago”. Declaró: “Tenemos todas las herramientas de las que nadie puede presumir… las usaremos si es necesario.” Hizo referencia, sin lugar a dudas, a los sofisticados misiles balísticos (incluidos los supersónicos de última generación) y a la colección de armas nucleares bajo su mando. Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022 y, a los pocos días, el presidente Putin ordenó a su ejército que pusiera en alerta máxima a las fuerzas de disuasión nuclear de Rusia; la doctrina militar rusa concibe el uso de armas atómicas en respuesta a un ataque nuclear o una agresión con armas convencionales que “ponga en riesgo la existencia misma del Estado”.

Así pues, desde ese entonces y hasta el presente 2023 (a un año del inicio del conflicto que varios expertos ya llaman de “la tercera guerra mundial”). V. Putin ha acusado a Estados Unidos y sus aliados de escalar la entrega de armas a las fuerzas armadas ucranianas y de alentar a Kiev a atacar territorio ruso. En efecto, la industria militar y los gobiernos de la OTAN, encabezados por Estados Unidos, han echado la casa por la ventana guerrerista enviando armamento cada vez más poderoso (hasta ahora por cerca de 150 mil millones de dólares): lo que J. Saxe-Fernández llama la “espiral creciente hacia la guerra” del delirio pronuclear. Por ello muchos analistas y funcionarios han insistido en que se está en el fatídico umbral del uso de armas nucleares. N. Chomsky ha subrayado que el reloj del apocalipsis está a punto de estallar, no sólo simbólica sino realmente con las amenazas y amagues de guerra nuclear (que será ¡la guerra del fin de la humanidad-mundo!)

La gran pregunta 

¿Qué nos queda entonces a los seres humanos antes de que se aprieten los botones definitivos del estallido de los devastadores arsenales atómicos no sólo de Rusia y Estados Unidos, sino de todos los almacenados y activados alrededor del orbe desde aquel fatídico año de 1943 (hace ochenta años) de la activación de las dormidas energías del átomo canalizadas a través de las armas y luego las centrales nucleares, etcétera, de la era del Armagedón atómico?

¿Qué queda hacer?: la clásica consigna de las movilizaciones y luchas pacifistas y antinucleares de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, rezaba: “Más vale hoy activos que mañana radiactivos”. Y hoy más que nunca cobra absoluta vigencia inmediata: movilizarnos organizada y masivamente para exigir: primero, las negociaciones entre las fuerzas guerreristas desbocadas y acicateadas por las ganancias extraordinarias de las industrias capitalistas militaristas de Occidente y Rusia (y también China, Japón, India, Israel, etcétera) que hoy tienen su epicentro en Ucrania; segundo, la detención de la fabricación de armas nucleares (reactivación de todos los acuerdos internacionales principalmente entre USA y Rusia) y de todo tipo de centrales y dispositivos atómicos; tercero, la detención y también la destrucción de todos los arsenales armamentísticos letales, principalmente atómicos pero también químicos y biológicos; cuarto: la anulación de todo tipo de guerra entre sociedades humanas y de éstas contra la naturaleza.

Foto: Especial

TAR