La infancia robada por la guerra

La infancia robada por la guerra

Los Padres Perdidos (Blurb) relata con imágenes la crudeza con la que los niños pierden su inocencia en los conflictos bélicos.

Alejandro Baillet
Febrero 9, 2025

La literatura tiene el poder de visibilizar aquello que el mundo prefiere ignorar. En su libro Los Padres Perdidos, el escritor y artista visual Murnau Den Linden nos sumerge en una fábula devastadora que retrata la guerra desde la perspectiva de los más vulnerables: los niños.

Con una narrativa punzante y un simbolismo poderoso, el autor denuncia el abandono y la orfandad impuesta por los conflictos bélicos, recordándonos que la infancia sigue siendo la primera víctima de la barbarie humana.

Murnau Den Linden platica sobre el proceso de creación de esta obra y la urgencia de dar voz a los olvidados.

Para él Los Padres Perdidos es un libro nacido de la rabia y la desesperación.

“La guerra no solo destruye ciudades, sino también infancias. Quise escribir un libro que no solo hablara de la violencia en sí, sino de sus consecuencias invisibles: el abandono, la orfandad, el silencio que rodea a estos niños.

“Ellos no son quienes declaran las guerras, no empuñan armas ni deciden los conflictos, pero siempre son los que más sufren. Me duele profundamente que el mundo los olvide con tanta facilidad.

“No soporto la idea de caer en la ceguera, de perder la memoria, de que las cortas historias de estos niños se borren por muy cortas que sean. Porque el mundo olvida rápido, y mientras los adultos discuten geopolítica, hay niños entre escombros esperando a que sus padres regresen, sin saber que nadie va a volver. Se les arrebata a los hijos su derecho más elemental: el amparo, la certeza de un hogar. ¿Cómo se le explica a un niño que absolutamente todo ha sido borrado?”, destaca el autor.

La guerra: un fenómeno brutal que no discrimina

En el libro, la imagen de un volcán llama de inmediato la atención, sus colores vívidos, un rojo y naranja que impacta visualmente. Para el autor esta imagen simboliza la guerra.

“Un volcán es algo inevitable, una fuerza que arrasa sin distinguir entre culpa e inocencia. Así es la guerra: un fenómeno brutal que no discrimina. Los niños, en su escuela, en su mundo de juegos y aprendizaje, representan la inocencia que se ve interrumpida de golpe. La guerra es una erupción imparable, y quienes quedan en su camino pocas veces tienen la oportunidad de sobrevivir intactos”, detalla Murnau Den Linden, originario de Barcelona, España, pero con amor y raíces mexicanas.

El también artista visual menciona que el olvido es una segunda muerte. Y la humanidad olvida dolores, amores, niños y lo que le podría dar paz. Para él la humanidad no ha aprendido de su historia de guerras.

“No lo creo. La historia nos demuestra que seguimos repitiendo los mismos errores. A pesar del horror de cada conflicto, seguimos justificando las guerras, romantizándolas incluso. Y en ese proceso, los niños son un “daño colateral”, una nota al pie que se olvida rápidamente. Escribir Los Padres Perdidos fue mi manera de resistirme a esa amnesia colectiva.

“La guerra se alimenta de ambición, poder y miedo, pero nunca de la infancia. Los niños son la parte más frágil de cualquier sociedad y, sin embargo, rara vez están en la mente de quienes firman los decretos o aprietan los gatillos. Es un ciclo devastador: generaciones que crecen en el miedo y el desarraigo, y que muchas veces terminan repitiendo la historia. Quizá la humanidad no haya aprendido a vivir sin guerras porque, a medida que se hace adulta, olvida proteger su niñez y no puede concebir un mundo donde la infancia sea intocable”, declaró y vaya que con su obra despierta emociones.

Como artista visual la imagen juega un rol importante en su narrativa, es el complemento de su obra, en pocas palabras, le da ese dinamismo que el mensaje sea más profundo.

“Para mí, el arte es otra forma de contar lo que las palabras a veces no alcanzan a expresar. Las ilustraciones en Los Padres Perdidos complementan la historia, añaden una capa de impacto emocional. Hay imágenes que hablan por sí solas, que golpean sin necesidad de explicaciones. Quería que el lector no solo leyera sobre la guerra, sino que la sintiera.

En el libro no hay reencuentros ni finales felices

En el libro no hay reencuentros ni finales felices y Murnau Den Linden resalta que era importante mantener esa crudeza.

“Porque en la realidad, los niños que pierden a sus padres en la guerra casi nunca los vuelven a ver. Hay exilios, secuestros, desapariciones. Y también hay cuerpos diminutos bajo los escombros. No quería endulzar lo que no tiene dulzura. La literatura, como el periodismo, debe mirar de frente lo que otros prefieren no ver”, respondió.

Los Padres Perdidos es claro, defender a las infancias de los adultos, quienes en su egoísmo y sed de poder pierden todo rastro de humanidad.

“La infancia es el refugio último de la humanidad. Si seguimos permitiendo que sea la primera en caer bajo los escombros, hemos fracasado como especie. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos decidir si seguimos ignorando o si comenzamos a proteger a quienes más nos necesitan. La pregunta es: ¿lo haremos?

Con Los Padres Perdidos, Murnau Den Linden no solo nos entrega una historia conmovedora, sino un testimonio urgente sobre la fragilidad de la niñez en tiempos de guerra. Su libro es un llamado a la memoria, a la empatía y, sobre todo, a la acción.

– ¿Quién es Murnau?, se le pregunta.

“Murnau Den Linden, nació en Tenochtitlán en el año 1521 (actual Ciudad de México), de madre azteca y padre castellano, es un artista multidisciplinar cuya obra explora la intersección entre justicia social, ciencia, y psicología.

“Su trabajo combina colores intensos y narrativas vibrantes que reinterpretan mitos, memorias, y tradiciones, para abordar temas como el conflicto, la identidad, y el control de espacio, tiempo, y discurso. Influenciado por la pintura española, el expresionismo alemán, y el muralismo mexicano, así como el realismo mágico y la literatura psicológica de Juan Rulfo y Olga Tokarczuk”, responde.

Murnau destaca que transita la práctica artística entre realidades oscuras y energías contemporáneas.

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