La luz al final del túnel
Desde mi lap
Nunca he creído que los gobiernos son los culpables de la riqueza o de la pobreza de un país entero, sostengo que también los habitantes de ese estado tienen responsabilidad en la circunstancia que les tocó vivir.
Es cierto que las instituciones obligadas en la administración del gobierno, son responsables de crear condiciones para el crecimiento y que cuando estas autoridades fallan la economía puede sufrir colapsos que afectan a la población en general, pero también es cierto que los mexicanos no hemos aprendido a ser productivos a desarrollar el intelecto y no la fuerza bruta como principal fuente de ingreso.
México es la 16ª economía mundial, y de acuerdo a los más recientes datos sobre la Medición de Pobreza 2020 del CONEVAL, hay al menos 55 millones de mexicanos que viven entre la extrema pobreza o la pobreza moderada.
Ser la economía número 16 del mundo y tener esa cantidad de personas en situación de pobreza, nos habla de la gran desigualdad que existe en nuestro país, una brecha que difícilmente se cierra, nuestros empresarios se catalogan entre los mas ricos del mundo y tenemos comunidades indígenas que viven en circunstancias parecidas a la de los países más pobres del mundo: Eritrea, Belice o Timor oriental.
Los mexicanos, todos, somos corresponsables de esta desigualdad.
No es raro observar al “empresario” que logra ganar una licitación, contratar a 10 o 20 personas con sueldos raquíticos y verlo comprarse relojes de 100, 200 o 300 mil pesos, presumir carros de lujo y comer todos los días en restaurantes cuyas cuentas podrían ser el ingreso mensual de uno de sus trabajadores.
Nos suponemos personas solidarias, pero nada mas alejado de esa aseveración, si así lo fuéramos nuestra circunstancia nacional seria totalmente diferente. Que conste que no predico que se le quite lo bien obtenido, puntualizo que las retribuciones deben ser mucho más justas, las utilidades de una empresa deben ser coherentes con su función social.
No es sostenible una nación con este nivel de inequidad en los ingresos y no un programa social que elimine la pobreza por decreto.
No se si somos un país de pobres o un pobre país con riquezas que ofenden a la luz de lo que los trabajadores han aportado en la creación de esa forma de vida.
Es menester crear una política pública, que empodere a todos y cada uno de los habitantes de nuestro México, para aprender a desarrollar todo el potencial, el perfecto potencial con el que hemos nacido, una política que nos aleje del “ya merito”, del “peor es nada”, del “que no tranza no avanza”, con esos hemos crecido, pero es momento de programar nuevas creencias de olvidarnos de esa herencia emocional, con la cual solo recreamos la derrota, el fracaso y el conformismo.
Hasta entonces no habrá luz al final del túnel.
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