La oculta desintegración social (3ª Parte)

Con singular alegría

El monopolio del poder y de decisión es un espíritu que vaga por todo el país, los errores constantes en acciones concretas, sumados a la falta de conocimiento, incertidumbre, excesiva desorientación y la creciente conciencia de la situación tan desigual de muchos de los mexicanos, son las bases de un gobierno obsoleto incapaz de proponer cambios de fondo: principalmente transformaciones que en verdad busquen erradicar los diversos males, no sólo su contención.

Uno de los problemas añejos es la falta de una política segura y sostenida para el campo mexicano, la idea de que un campesino con tierra es un campesino feliz, siempre fue falsa. El tener sólo parte de los medios de producción para hacer producir la tierra, limitó su capacidad. Si a esto se suma la dependencia extrema, a los caprichos de la naturaleza, el resultado es nefasto.

Esto provoca una erosión paulatina de su vida y más aún de sus esperanzas. Las últimas lluvias han deshecho muchos de los lugares que están sembrados y sus casas totalmente. El trabajador del campo, se extingue como muchas de las cosas que son parte de la herencia cultural de nuestras sociedades.

La incapacidad del sector gubernamental en la solución de problemas, aunado a la poca imaginación creativa de sus dirigentes, ha quedado registrada en los anales de la historia de México para ser consultada por las futuras clases dirigentes pero pareciera ser que la historia son sólo datos que no tienen ningún valor, por lo cual no hay que hacerles mucho caso. Las decisiones se toman basándose en una realidad problemática que demanda soluciones.

El título del libro del autor Guillermo Bonfil Batalla, es bastante esquemático de la realidad en que nos encontramos y que para muchos no existe, “México profundo”, se llama. El autor dice que allá en lo más profundo se encuentra una sociedad marginada, excluida y a la cual no se le hace mucho caso; la conforman la mayoría de los grupos indígenas, poblaciones apartadas, lejos de las ciudades con sus costumbres y tradiciones que les dan identidad. Lugares en que la ley es la tradición y el Estado de Derecho es sólo de dicho.

Ese en donde las mujeres son las muy dignas reproductoras de la pobreza en nuestro país. Junto a este México, se encuentra la sociedad regida por el Estado de Derecho, en la cual se ubican las grandes ciudades que demandan satisfacciones y soluciones inmediatas a sus problemas.

Existen complejos de seres humanos individuales, preocupados sólo por ellos. La realidad es la ciudad: el otro México, “el de los haraganes, y flojos, los cuales no merecen oportunidades por no pertenecer a la gente decente”, según dicen algunos. Los 80 millones de mexicanos que no tienen ni para comer. De esos hablamos aquí. A esos queremos ayudar. Y entre todos ellos, repito, está la mujer que merece una nueva forma de vida, a través de mecanismos como la planificación familiar que no entiende, porque no conoce.

Esta clara diferenciación, no es de ahora. Ha sido una constante en la historia de nuestro país, pero… ¿qué se ha hecho al respecto? Cabe recordar que los motivos de un movimiento armado a principios del siglo XX no sólo fueron por la inconformidad anticlerical o las malas condiciones que se vivían en el campo y la ciudad, sino también por las malas decisiones políticas ejecutadas por la clase en el poder, que era la que decidía.

Esta sociedad es ahora más heterogénea, lo cual implica tener un mayor conocimiento del entorno social, al mismo tiempo que el crecimiento poblacional genera nuevas demandas sociales de diversos tipos, las cuales requieren ser solucionadas en su momento. La vieja fórmula empleada por muchos años de dejar pasar el tiempo para que las cosas se olviden, ya no resulta funcional hoy.

Como la sociedad ha evolucionado, ampliado su radio de acción y participación, demanda en este momento un gobierno abierto y de rápidos reflejos, capaz de romper sus propios récords en la solución y propuesta de alternativas viables que logren el consenso general de las mayorías. No importa si es hombre o mujer quien lo gobierne. Sí quien lo conozca y lo entienda. Así es.

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