La última crisis en el sistema de partidos mexicano

Desde hace décadas se insiste en que vivimos en una crisis de representación en los sistemas de partidos tradicionales o históricos. Algunas razones se encuentran en la bibliografía especializada, el fracaso de la democracia para resolver los crecientes problemas que derivan de la desigualdad social y el fracaso de los  partidos políticos cuando dejaron de representar a la sociedad, al perder su identidad ideológica y carecer de estrategias para abanderar nuevas causas sociales. 

En los últimos años prácticamente todos los partidos históricos del mundo occidental han visto disminuida su base electoral. Por otro lado, la emergencia de nuevos liderazgos de corte populista que ofrecen salidas fáciles a problemas complejos encontró en el nuevo modelo de comunicación política que prohíjan las redes sociales y el uso de las nuevas tecnologías a un auditorio mas preocupado por la inmediates que por el contenido; la caja idiota paso del televisor al celular. 

Para todos siempre fue más fácil describir el resultado de la elección del 2000 con el apócope del efecto Fox, luego en el 2012 con el efecto Peña y 6 años después con el tsunami del peje. Esa caracterización era muy útil para medios de comunicación que no tienen ni el tiempo ni el espacio ni el interés de describir fenómenos complejos pues su negocio es la inmediates.

El punto más débil del eslabón fueron los partidos políticos que compartieron el poder los últimos 30 años. Efectivamente el PAN, PRI y PRD están pagando los platos rotos. El PAN lejos de crecer y convertirse en la oposición institucional más fuerte al régimen, terminó convirtiéndose en una veleta que se movía hacia donde soplara más fuerte el viento. Para el priismo local siempre será timbre de orgullo presumir sus resultados que distan mucho de las menudencias a nivel nacional. Sin embargo, para todos los efectos prácticos en el caso local tiene menos ayuntamientos, menos diputados y está a punto de convertirse en la cuarta bancada en el congreso local, pero al igual que los panistas, sus dirigentes ocuparan posiciones privilegiadas vía representación proporcional. En otros países cuando un partido político pierde tan estrepitosamente una elección sus dirigentes renuncian al cargo o la severa militancia los expulsa del mismo, acá en lugar de renunciar, “Alito” Moreno apuesta por la reelección, tercera consecutiva. Para el PRD la situación no es menos dramática ha perdido su registro a nivel nacional y en lo local la militancia ha cambiado de dirigentes, pero siguen siendo reos de sus caprichos. Las consecuencias están a la vista, nula vocación y sin talento para generar un cambio, siendo poco probable que estas agrupaciones corrijan el rumbo. Y, sin embargo, lo paradójico es que sin ellos el sistema de partidos puede naufragar y dejar a Morena convertirse no solo en un partido hegemónico, sino en otro que replique las fórmulas autoritarias tradicionales y disfrace bajo la disciplina el centralismo político de sus líderes y la disminución de la polaridad política.