Memo Ríos, icónico cantante toluqueño

Comediante, cantante, compositor, letrista, buen amigo, pero sobre todo enamorado de la música que le ha dado tanto, Memo Ríos, el icónico cantante toluqueño, recuerda con La Jornada Estado de México sus inicios en la farándula, cuando la capital mexiquense era un pueblote y no había antros, ni riesgos en la calle y todos los tolucos se conocían.

Memo Ríos comediante, actor, letrista y cantante toluqueño

En el año 1962, Toluca apenas rebasaba los 50 mil habitantes y su casco urbano estaba perfectamente delimitado, los pueblos que integran el municipio eran eso, comunidades alejadas de la ciudad y unidos por pequeños caminos, a veces rústicos. Los camiones urbanos cobraban 25 centavos; todo giraba en torno a Los Portales, al vetusto Mercado 16 de Septiembre; los barrios defendían con bravura su territorio y el ayuntamiento disfrutaba de un merecido prestigio.

Fue en esa época cuando un inquieto estudiante de secundaria fue al cine a ver la película “Al compás del reloj”, interpretada por Bill Halley y sus Cometas, fue entonces cuando hizo click con la música: “cuando vi la película, dije: este ritmo es sensacional, llenó mi espíritu, llenó mi alma, me hizo vibrar y desde ese momento quise ser músico”, recuerda Memo Ríos.

Justo a los 16 años, cuando andaba en la preparatoria, a Memo Ríos se le presentó la oportunidad de integrarse a un grupo de manera profesional luego de que había hecho sus pininos con grupos escolares; ese grupo al que fue invitado se llamó Los Intocables, allí recuerda a Zenteno, Ortiz, Demetrio y Héctor García que fue el fundador. Héctor García, por cierto, hijo de un líder obrero de la CTM en el Valle de Toluca, Jesús García Lovera y Héctor heredó ahora esa responsabilidad laboral.

Plática con La Jornada Estado de México acerca de sus inicios, desde los 16 años, con el mítico grupo Los Intocables

Bueno, en ese grupo también fue invitado Juan José Villa que era cantante y el grupo tuvo la peculiaridad de contar con dos primeras voces.

Pero el grupo de Los Intocables que todos los toluqueños de la vieja guardia conservan en la memoria, es el que fue formado por Memo Ríos en 1964, integrado por él mismo como cantante; Juan Mañón en el bajo, quien falleció apenas el año pasado por secuelas del Covid; Enrique López, al que le decían el Paul Anka, en la guitarra y en el requinto; Sigfrido López en el piano y en la batería Héctor García.

Con ellos se inicia una época musical muy interesante para los toluqueños, pues con el apoyo del empresario Amado Martínez, quien les prestó un espacio al interior del mítico Café del Rey, que ya no existe, pusieron en boga los cafés cantantes. Allí la chaviza de aquel entonces iba a disfrutar un café o un helado los fines de semana, escuchando la música de Los Intocables.

“Allí fue donde inventé el primer café cantante, con las cortinas de mamá, Don Amado me prestó una parte del Café del Rey, que fue muy famoso, allí junto a la iglesia de la Santa Veracruz, bueno pues allí me prestó un pedacito cuadrado, que delimitamos con las cortinas, y los fines de semana hacíamos el café cantante, de las 6 de la tarde a las 10 de la noche.

“Allí estaba la vieja estación de la XECH y en los salones de atrás es donde hacíamos el café cantante. Los inicios, cuando decían que yo era el diablo, y aun así me iban a ver las niñas fifís, que eran las popis, espantaba yo a la gente, sin saber que nunca fui un pasado de nada, ni siquiera llegue a ser un buen borracho”, plática entre risas el cantante.

“También estaba el Café Zodiac, adonde iba a echar palomazos nada más y a buscar novia, porque nunca me deje pagar lo que me ofrecían, andaba yo medio muerto de hambre, pero nunca me contrataron porque no quise aceptar lo que me daban, entonces todos cuates, yo iba y cantaba y aquellos felices; no me gustaba cobrar limosnas”, puntualiza.

“Creo que Los Intocables fueron los más populares entre los grupos de aquella época”, rememora Memo Ríos, sin falsa modestia, fuimos muy bendecidos con los públicos jóvenes de esa época, en los cursos de verano que había en la universidad nos invitaban a amenizar sus fiestas; yo era algo así como el diablo, entonces a muchos jóvenes les prohibían que fueran a escuchar a Los Intocables, decían sus padres que era una mala influencia.

“Sin embargo, a todas las muchachas que llegaban a los cursos de verano, a todas las norteamericanas, les encantaba ir a la Terraza del Rey, y al Memphis y al Café del Rey, que fueron los primeros cafés cantantes. Claro que había otros centros de reunión, como El Globo, que estaba en la calle de Nicolás Bravo, a un lado del Portal, o el Salón Acra, allá por la alameda, arriba de la gasolinera, y el famoso Alameda Park, que era una fuente de sodas estilo gringa, donde ahora se levanta el edificio del ISSEMyM.

“Pero eso fue hasta el 68, recuerda, porque al año siguiente me fui a los Estados Unidos y eso sucedió porque tuve un rompimiento con mi padre, el Mayor del ejército Guillermo J. Ríos Domínguez, muchos años subdirector de Policía y Tránsito del gobierno estatal y como militar, pues con un carácter muy fuerte, entonces no le gustaba lo que yo hacía. Me metí a estudiar Medicina y no funcionó, luego hice tres años de contabilidad, en una Escuela de Comercio, algo así como para taparle el ojo el macho, pero en realidad lo que me gustaba era la música y a eso le dedicaba mi mayor tiempo; así que luego del pleito con mi padre, que me expulsó de casa, me fui a los Estados Unidos a estudiar actuación y eso me sirvió mucho.

“Estando en Los Ángeles, en Hollywood, conseguí la visa de estudiante, forme un grupito y los fines de semana nos íbamos a cantar y nos iba bien, ganábamos para subsistir, nos juntabamos 5 o 6 y nos íbamos a los show cakes donde se presentaban profesionales y amateurs y allí colocábamos una vasija grande y los clientes iban poniendo los dólares. Después me fui con un manager a San Diego a trabajar en hoteles, como el Catamarán o el Bahía, me acompañaba un grupo que se llamaba los Blues Nice”, refiere Memo Ríos.

“Pero llegó un momento en el que me puse a reflexionar sobre mi futuro y tomé la decisión de abandonar, después de seis años de vivir allá, los Estados Unidos y regresarme a México, porque aunque tenía el sueño americano del Rock y todo el movimiento que se había generado allá, cuando todo lo del peace and love, ese movimiento tan abrumador y precioso, decidí regresar y retomé a Los Intocables y entonces nos íbamos a los cafés cantantes del Distrito Federal; allí, en esa época, me tocó alternar con grupos como Los Yaqui, de Beny Ibarra padre, con Los Profetas, con la banda Peace and Love, los Chipies y tantos otros”, prosigue en su narrativa.

Regresando al tema de Toluca, se acuerda de los cafés cantantes y de las tardeadas, esas reuniones en salones grandotes con música en vivo, de las 4 de la tarde a las 9 de la noche y en donde no vendían alcohol, sólo sándwiches y refresco orange. Los más aventados fumaban sus cigarrillos, pero eso era todo, salías a las nueve de la noche y te ibas a tu casa, caminando, la ciudad era muy pequeña, todo estaba cerca.

Aunque había otros grupos, agrega en su rememoración, nosotros éramos los mejores y nos seguía gente de todos los estratos sociales, lo mismo íbamos a tocar al barrio bravo de La Retama, donde entraban los policías, que en los salones fifís de la época. Fuimos algo así como un boom musical; en la escuela Normal de Señoritas cada fin de cursos nos contrataban y lo mismo sucedía en la prepa de la Universidad. Por aquellos años hicimos nuestra primera gira internacional a Zitácuaro, Michoacán, para tocar en la Feria Anual de la prepa. Éramos los rockeros en esa fiesta, porque casi todo mundo tocaba las canciones de Rigo Tovar y así por el estilo. Aunque nosotros también terminamos tocando mambo y cha cha cha”.

En el año de 1975 Memo Ríos escala otras cumbres artísticas, pues lo contrata el hotel El Diplomático como humorista y entonces se acaba la aventura en Toluca. Con el tiempo, Los Intocables se separan y forman otros grupos cada quien por su lado y el nombre del grupo es retomado por Jorge Luja, pero ya sin nada que ver con los tolucos.

Viene después la historia del Rap, pues Memo Ríos es considerado el primer rapero del mundo de habla hispana, género con el que obtuvo dos Discos de Oro y uno de Platino. Su primer disco fue un cover del grupo Koll & the Gang, al que le puso letra y lo llamó “El Cotorreo”; la letra se identifica con la idiosincrasia del rap, que es contestatario y urbano.

“Eso fue en el 79, comparte el músico, en el 80 salen otros discos que fueron como la continuación. Sale ‘La Cotorra’. De ahí el género se pierde un poco, hasta que llega ‘El General’ y luego de 5 años entra Caló, con todo el apoyo de una televisora y el rap se vuelve un boom. En los 90, Musart me invita para grabar rap, hacía covers de los grupos gringos y les ponía letra, así hice el ‘Memotronic’, ese lo grabé, por cierto, en Televisión Mexiquense. Después grabé otro disco y cada uno traía mínimo 10 canciones.

“El trancazo más fuerte, después, fue ‘Mi Bella Genio’, que es el rap más conocido de Memo Ríos en toda Latinoamérica y sorprendentemente fue un hitazo en Sudáfrica; grabó luego Memo Mercedes, que es una parodia de la telenovela que hizo Thalía, con música entre rap y danzón. Más tarde vino ‘Ice Ice Baby’, otro trancazote en español y el más reciente Disco de Oro fue “Pedro Infante Murió”, que fue muy polémico y que también fue una mezcla, pero con tecno”.

“Y aquí seguimos, nos dice finalmente, en la batalla por la chuleta de todos los días. Me iré de gira por varias ciudades del país con mi espectáculo, mi música y mi buen humor: ¡Aplausos!”