Montserrat Omaña, una luz en la escritura

Montserrat Colín Omaña, quien lleva por nombre artístico su segundo apellido, es una escritora independiente del Valle de Toluca quien debutó con su obra “Veintiún Cielos”, una pieza con la que comparte su pasión con el público, pero, sobre todo, la “luz” que encontró entre letras.

Fue alrededor de los 7 años cuando Montserrat comenzó a acercarse a la escritura, toda vez que creció en una familia de lectores, quienes no solo le inculcaron este gusto, sino que, sin saberlo, la encaminaron a tomar una pluma que “conectó” con el papel y sus sentimientos.

“Soy la más chica de mis hermanos, entonces cuando llegué, ya todos tenían un libro en la mano, para mí era natural y dentro de este gusto por la lectura fue que también comencé a desarrollar un gusto por la escritura.

“Desde muy pequeña empecé con un diario, en él desarrollé pequeñas historias. En clases de redacción te ponían una imagen para escribir sobre lo que creías que pasaba y te daban un máximo de 10 palabras, yo escribía 3 cuartillas y mis materias favoritas siempre fueron esas”, recordó.

Desde temprana edad, encontró su primer rayo de luz entre los párrafos, pues, como muchas niñas y niños, se enfrentó al duelo que representa la separación de sus padres, encontrando en la escritura a su mejor aliado.

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“Cuando comencé a escribir fue a la edad que mis papás se divorciaron y desde entonces encontré un medio de salvación, una manera de desahogarme, desde pequeña sentí que, no debía reservar mis sentimientos, entonces mi forma de no guardarme las cosas era escribiendo”, compartió.

Fue en la secundaria cuando el camino la llevó a explorar la poesía, pero como adolescente, cuidaba sus emociones, las mantenía para ella, a pesar de que el talento y la pasión eran latentes. Fue hasta que ingresó a la preparatoria que comenzó a compartir su trabajo con algunas personas.

“Ya estaban en auge las redes sociales y ahí compartía pequeños escritos, al principio no me animaba a compartir cosas grandes, eran pensamientos y ya para los 17 o 18 años, pero solo a mis conocidos, luego empecé a tener maestros agregados, otro tipo de personas que no eran solo amigos y se volvió una necesidad, el compartir y empatizar por otras personas, por el hecho de saber que no estaba sola”, comentó.

Con la llegada a la universidad, las obligaciones y experimentaciones en otros rubros relacionados con la carrera de comunicación, la alejaron de la escritura; sin embargo, nunca soltó aquello que le apasionaba, por lo que entre el ir y venir encontró la forma de llevar su “luz” a nuevas personas.

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“Todo tomó forma en un momento de soledad, donde necesitaba demostrarme a mí misma, porque la gente tenía una imagen muy positiva de mí y de repente comencé a cometer error tras error. Fue una etapa de mucha desesperación y hasta me metí a grupos de escritores en Facebook.

“En uno de estos grupos me encontré una convocatoria para hacer una antología de cuentos de una autora de nombre Carmen Solís, una muy buena amiga, y pensé – ¿por qué no? – entonces escribí mi cuento que se llama Mirada Asesina, el cual se publicó en esta antología y creo que ese fue mi primer paso para decidir abrirme a compartir”, mencionó.

Sin alejarse por completo de las letras, culminó la universidad con algunos textos y la intención de buscar un nuevo espacio para participar en un concurso de la librería Gandhi, curiosamente, en ese entonces la escritora decidió enclaustrarse 15 días por voluntad propia, para cuando el plazo auto impuesto se cumplió, llegó la “cuarentena” por pandemia, en medio de un momento personal difícil, en el que de nueva cuenta recurrió a “mano suelta”.

“En ese momento mi hermana mayor tenía leucemia, entonces entré en crisis. Aunque sé que es más fácil, nunca me he acostumbrado a escribir en el celular o la tablet, la conexión con la pluma y la mano la siento más especial, estaba viviendo en Monterrey y ahí nació Viaje en papalote y Viaje en barco, dos poemas que son parte de mi próximo proyecto.

“También nacieron unos cuentos que están en mi blog Rayando la Luna, es una colección llamada Sonrisa de Gato que es un cuento para niños de entre 6 y 12 años. Es una metáfora de perseguir el amor”, comentó.

Llegó la nueva “normalidad” tras la pandemia y Colín Omaña se reencontró con una batalla con la que lidiaba desde 2010, cuando se le diagnosticó un tipo de escoliosis severa que provocó una importante desviación de su columna vertebral; sin embargo, esta vez la confrontación fue tras una operación que no solo la hizo vencer su situación física, sino que provocó una reinvención personal, tan necesaria como benéfica.

“Fue una etapa donde siento que comencé mi reconexión, aprender a hacer las cosas desde otro punto, pero por la recuperación de comenzar a caminar, entré en crisis porque no estaba trabajando ni haciendo nada y tenía una necesidad muy fuerte de escribir, pero no podía porque no tenía libreta y platicando con una amiga me dijo ‘veo lo feliz que eres haciendo esto, ¿por qué no te dedicas de lleno?»

“Realmente no encontraba una razón para no hacerlo, me daba mucho miedo el compartir públicamente, porque son mis sentimientos más profundos y mis secretos íntimos”, mencionó.

La recuperación estuvo acompañada de un proceso de introspección en el que, la vida, la puso en un contexto en el que pudo liberarse de todas sus ataduras para encontrar el brillo artístico y personal para llevar sus pensamientos, emociones e imaginación a los “ojos” de la gente.

“Me doy cuenta de que, después de la operación, tengo más confianza en mí misma y tengo menos miedo a la opinión, también creo que lo que hace falta es tener influencias positivas y que en realidad aporten algo a la sociedad y, en muchos momentos de mi vida, no sentía que pudiera hacerlo.

“Era una persona en la que predominaban esos sentimientos de tristeza, melancolía, dolor y después de toda esta reinvención, introspección, me siento capaz de hacerlo y me animo a la publicación de Veintiún Cielos”, detalló.

Ahora, Omaña ya piensa en su siguiente obra, compartir su luz con la intención de acompañar a sus lectores en diferentes procesos, una forma de decirles que no están solos, mientras no quita el dedo del renglón para mejorar como escritora y posicionarse en el gremio durante los próximos años, esta vez sin miedos y con convicción.

DB