Mudanzas…

Mudanzas…

Mudanzas…

Paloma Cuevas R.

Paloma Cuevas
Enero 25, 2025

Esta columna comenzó en un momento frágil de mi vida, mis hijos “decidieron” a sus casi 13, 8 y casi 5 años que ya era momento de tener más espacio y me lo hicieron saber comenzando a tener pleitos cada vez más encarnizados por su “espacio” ya que eso de ser adolescente (puberto al 100) y encontrarse confinado al mismo espacio que un par de hermanos menores, metiches y acomedidos “no es justo”, porque en sus propias palabras: “no respetan su privacidad” y por más espacioso que sea el lugar, hay que darle a cada quién lo que necesita.

Descubrí que a lo largo de la vida tengo más libros que muebles y ropa, y que soy especialista en vaciar mi casa en un lapso de un día, que sé construir nidos en menos de 24 horas y que la sensación de dormir en una habitación llena de luz no la cambio por nada, sin embargo hay momentos en la vida en los que las mujeres nos cuestionamos si eso de ser madres es para nosotros o no… sobre todo cuando los hijos comienzan a crecer y a generar su personalidad, poniendo a prueba nuestra paciencia y el umbral de tolerancia.

Todo comienza cuando en la secundaria, ese temido “dragón” hace su aparición y los niños que “jamás antes habían… (ponga aquí su situación de shock favorita) comienzan justamente a hacer cosas que nunca antes habían sucedido, al principio la incredulidad (“esto no nos puede estar sucediendo”) que va desde el momento en que el dulce individuo decide que a pesar de vivir en Toluca: “No hace frío”, que “ya estudió” aunque no lo hayamos visto agarrar un triste libro, o que “esa es la música que le gusta” cuando de repente comienza a escuchar a Julión Álvarez seguido de Rammstein, pasando por Metallica, para terminar los Ángeles Azules (que según él no es pecado porque está en “sinfónico”) a todo volumen.

Lo más genial llega cuando comienzan a tener esa sensación de omnipotencia, porque ellos no se equivocan, a ellos no les pasa nada y claro, ellos lo saben todo. Las madres sabemos que todo ha cambiado cuando ante una recomendación ellos contestan: “Todos los están haciendo”, resistir a contestar ese sinsentido con el típico: “A mí no me importan todos, me importas tú” (con tono melodramático al más puro estilo Marga López), porque toda madre que se precie de ser moderna, jamás en la vida entra en conflicto con los seres a quienes ama, después de todo ella les dio la vida, aunque a veces en su proceso de crecimiento llegue a desconocerlos un poco.

Con todo y el dolor que a veces genera que nuestros conceptos sean tachados de arcaicos y de recordar que somos #delsiglopasado es importante mantenernos al pendiente, recordar que los hijos no son nuestros, sino de la vida, y darles las herramientas necesarias para vivir y no sobrevivir.

Dejarlos sonreír y cometer errores estando al pendiente porque crecer es caminar, de repente tropezarse y rasparse las rodillas, debemos estar alerta con la pomada en las manos, una sonrisa comprensiva y una escucha atenta, porque de eso depende que sigan teniéndonos confianza…

He aprendido  que un 6.5 de calificación no es la muerte cuando veo que en su espíritu la vida y una sonrisa germinan, los prefiero felices que, robotizados, siempre y cuando sean capaces de hacerse cargo de sus hechos y nada tiene que ver con mediocridad, porque la adaptación a sus cambios, a su nuevo cuerpo y a la incertidumbre que provoca crecer en un mundo tan impersonal debe ser suficiente.

Lo más divertido; después de la mudanza, de acomodarlo casi todo, y tener su espacio, mi puberto decidió que se aburría en su recién adquirido espacio y optó por visitar a sus hermanos, la vida nos enseña que no somos islas y de vez en cuando nos viene bien la compañía, aunque valorar nuestra soledad, querernos y soportarnos, es también bello.

@PalomaCuevasR

PAT

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