Pueblos originarios del estado siguen tradiciones anuales de renovación

Pueblos originarios del estado siguen tradiciones anuales de renovación

Estas culturas, a lo largo de los siglos, han desarrollado rituales y tradiciones que marcan el final de los ciclos agrícolas.

Brian Prado
Diciembre 28, 2024

El Estado de México ha sido un lugar donde las culturas originarias han dejado un legado profundo, especialmente en lo que respecta a las prácticas agrícolas.

Estas culturas, a lo largo de los siglos, han desarrollado rituales y tradiciones que marcan el final de los ciclos agrícolas, un momento clave en su relación con la tierra y el cosmos.

De acuerdo con el texto “Rituales agrícolas en los pueblos del Valle de Toluca: Resistencia cultural y renovación”, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Los pueblos originarios del Estado de México comprendían que los ciclos agrícolas no eran solo un proceso físico, sino un fenómeno espiritual.

Estaba asociado con el agradecimiento por las cosechas

El fin del ciclo agrícola estaba asociado con el agradecimiento por las cosechas y la preparación para el nuevo ciclo que iniciaba con la llegada de las lluvias.

Los matlatzincas, que habitaron la región de Toluca, celebraban rituales para agradecer a los dioses por las cosechas, particularmente en torno al maíz.

Estos rituales eran un momento de renovación espiritual para la comunidad. En la región de Malinalco, por ejemplo, se realizaban ceremonias dedicadas a la deidad de la lluvia, Tláloc, para asegurar que el próximo ciclo agrícola tuviera un clima favorable.

Según el documento, los pueblos de la cuenca de Toluca realizaban ofrendas para agradecer a los dioses por la abundancia de las cosechas. Estas ofrendas consistían en productos agrícolas como maíz, frijol y calabaza, que eran colocados en altares, donde se realizaban danzas y cantos rituales.

Buscaban renovar lazos comunitarios

Las ceremonias no solo eran una forma de rendir homenaje a las deidades, sino también una oportunidad para renovar los lazos comunitarios y fortalecer el sentido de pertenencia a la tierra.

En la región mazahua, los rituales vinculados al fin del ciclo agrícola se centraban en la conexión con la tierra y las lluvias. La llegada de diciembre marcaba un periodo de reflexión, donde los mazahuas realizaban ceremonias para agradecer por las cosechas y rezar por la prosperidad del siguiente ciclo, prácticas que mantienen a la fecha.

Con la llegada de los españoles, muchos de estos rituales agrícolas fueron sincretizados con festividades cristianas. El Día de Muertos, que se celebra en noviembre, es un ejemplo de cómo las ceremonias prehispánicas se fusionaron con la celebración católica. En lugar de rendir culto solo a los dioses indígenas, las comunidades también honraban a los difuntos, creyendo que las almas de los ancestros regresaban para acompañar a las familias durante el ciclo agrícola.

Los rituales agrícolas siguen siendo parte esencial de la identidad cultural

A pesar de los cambios a lo largo de los siglos, las tradiciones vinculadas al fin del ciclo agrícola han perdurado en muchos de los pueblos originarios del Estado de México. En comunidades como las de Otzolotepec y Amanalco, los rituales agrícolas siguen siendo parte esencial de la identidad cultural, a menudo en forma de festivales y celebraciones que conectan a las generaciones jóvenes con sus raíces.

Los pueblos originarios del Estado de México han cultivado un profundo respeto por la naturaleza y sus ciclos. Los rituales relacionados con el fin del ciclo agrícola han sido un medio para agradecer por la abundancia, renovar la conexión con los dioses y preparar la tierra para el futuro.

Estas tradiciones no solo son una manifestación de la cosmovisión indígena, sino también una forma de mantener vivas las raíces culturales frente a los cambios del tiempo.

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