Qué mal me cae la pelirroja

Con singular alegría

Me doy mucha vergüenza al hablar mal de una mujer. Sobre todo, si es de mi edad. Pero más aún, si se comporta como la he visto, desde hace ya varios años de vida: sin valores, sin virtudes y sin prudencia. Como mujer desafiante de toda inteligencia, de toda gana de ser respetada, cuidada, reconocida: de comportarse como un ser humano enfermo de sus facultades mentales, y sin fundamento de la más mínima forma de ser y de comportarse. Layda Sansores, debió alguna vez, aprender buenos tratos, buenas costumbres, buenas maneras. Su padre se las enseñó a ella y a la poderosa Elba Esther Gordillo. 

Ahora, ostenta un cargo, a mi parecer, el más importante que pueda tener un nativo de su tierra, como la gobernadora de su estado: Campeche. Y a mi me preocupa mucho, porque toda la ascendencia de mi hijo, viene de allí. Y esa tierra es buena, amable, de gente trabajadora. Pero ella no se ve que sea lo mismo. “La esposa del César no tiene sólo que serlo, sino parecerlo”, dice el añejo refrán.

Pero no tengo otro remedio que anotar lo que a mi parecer, ha sido un acontecimiento extraordinario, de una mujer que creyó que bailando como actriz porno de los años 50; gritando barrabasada y media; tratando de parecerse a nuestro gran Clavillazo en acción; robándose telefonemas de sus “compañeros de partido”, y hablando que quienes no lo son, me refiero a lo que hizo con los del PRI, encabezados por Alito, y sosteniendo que éste tiene fotos de las diputadas desnudas en su celular, -¡hágame usted el favor!-, a mi parecer, ha sido el acontecimiento más extraordinario que yo haya visto en la historia de la política y de la administración pública de las últimas semanas, meses, años. El pleito de los corcholatos, y corcholatas, por querer comandar un país como México. 

Decía que lo más importante que pasó esta semana, fue la extraordinaria carta que mandaron todos los Señores Senadores de la República Mexicana, apoyando a su líder en el Congreso: Ricardo Monreal. 

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Todos enteros, firmaron con su puño y letra, después de poner su nombre, la carta que dice: Quienes suscribimos esta declaración, expresamos nuestro más enérgico rechazo a los ataques de la gobernadora Layda Sansores en contra del Senado de la República.  No aceptamos agresiones contra ninguno de los 127 Senadores de la República que representamos la pluralidad de la nación.

Repudiamos tanto los métodos como los dichos de la gobernadora. Nos parece inaceptable que intervenga y altere comunicaciones privadas y que desde el poder haga uso de ellas para denostar a ciudadanos; que con recursos públicos patrocine una campaña de descalificación en contra de una persona; y que viole un amparo sin ningún escrúpulo con tal de continuar con su empeño de difundir falsedades y agresiones calumniosas entre otras conductas injustificables e ilegales.

En contra de la confrontación y en favor de la armonía, manifestamos nuestra solidaridad al Senador Ricardo Monreal Ávila, ante un gobierno que utiliza de manera sistemática, ilegal e impune recursos públicos para fines de persecución y acoso. 

Atentamente, los 127 Senadores de la República, de la Nación mexicana. De mi país al que amo tanto. 

Esto logró la patética, insurrecta, poco inteligente y muy mal gobernadora, Layda Sansores. Si su padre la viera… se volvería a morir.

gildamh@hotmail.com