Sororidad que desafía la injusticia: “Haz Valer Mi Libertad”

Sororidad que desafía la injusticia: “Haz Valer Mi Libertad”

La lucha por la verdad las une.

Brian Prado
Marzo 8, 2025

En el Estado de México, un colectivo formado por madres, esposas y hermanas ha convertido el dolor en una trinchera de lucha. Desde el 2 de marzo de 2020, “Haz Valer Mi Libertad” alza la voz por sus familiares encarcelados bajo acusaciones que tachan de injustas. 

La lucha por la verdad las une

Con plantones de casi un año, huelgas de hambre y performance callejeros, estas mujeres no solo desafían al sistema judicial, sino que tejen una red de apoyo donde el dolor individual se convierte en fuerza colectiva. Su historia es un grito contra la impunidad y un testimonio de cómo la injusticia une a quienes el Estado intenta silenciar.  

De condena a la fundación del colectivo

Lady Plácido, una de las integrantes fundadoras del movimiento, recuerda el día que marcó su vida: la sentencia de 70 años contra su hermano Daniel en 2017, eso sembró la semilla de lucha que derivó en la creación del colectivo que acogió a diferentes familias cuando se encontró con el Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero.

“Cuando escuchas la sentencia de 70 años es como si, prácticamente, lo estuvieran sepultando en vida. Mi papá siempre me decía: ‘estudia, estudia; ahora necesitas saber de qué estás hablando’. Me puse a leer el código penal, a conocer los derechos de mi hermano… pero estudiar no era suficiente.

Las integrantes de este colectivo demuestran que unidas pueden hacer frente a cualquier reto

“Muchas asociaciones me cerraron las puertas hasta que conocí al Zeferino Ladrillero, un preso político de Tlanixco, y a su abogado, el licenciado Antonio. Él me dijo: ‘Ahora puedo ver lo de tu hermano, pero voy a ver si es inocente, porque no defendemos a gente culpable’. Solo me pidió cinco cosas: su nombre, si era casado, dónde vivía, si era indígena y si era inocente. Acompañé la lucha de Tlanixco como si fuera la mía: cerré calles, grité consignas”, apuntó.

La creación del colectivo en 2020 surgió de historias entrelazadas de ocho familias que tenían la misma lucha, hasta ese entonces. Hoy son más del doble.

“Nos acercamos a Zeferino muchas personas en la misma situación. La diferencia entre un preso político y un injustamente preso es que el primero defendía derechos; nosotros solo vivíamos una vida cotidiana. Conocí a Mari, a doña Carmen… al contarnos nuestras historias, dejamos de sentirnos solas.

“No es miel sobre hojuelas: hay desgaste, pero encuentras a alguien que llora contigo. Cuando trasladaron a Daniel, mis compañeras lloraron conmigo. Eso no tiene precio”, compartió.

Por su parte María Luisa Montoya, otra de las integrantes fundadoras y madre de Carlos Alberto Estrada Montoya, detenido en 2017 por un homicidio que niega, narra con detalle la tarde en que su vida se desmoronó, con detalles que comparten cada una de las integrantes, elementos que llegaron sin uniformes, y que no se identificaron para irrumpir en recintos.

“Carlos bajó a comprar unas quesadillas a un local de mi cuñada. De repente, un Atos blanco se estacionó. Bajaron dos hombres, lo sometieron y se lo llevaron sin explicaciones. Mi cuñada corrió a avisarme. Fuimos a la Fiscalía, a comisarías… nadie sabía dónde estaba. Pasaron horas y lo reportamos como desaparecido. 

“Al día siguiente, en un juzgado, me dijeron: ‘sí, está aquí, en audiencia’. Cuando lo vi tras la malla, me dijo: ‘Madre, me acusan de un homicidio en Santiago Miltepec. No conozco a la víctima ni a los testigos’. Los ministeriales lo pasearon horas, le dijeron: ‘chingaste a tu madre’, y lo acusaron sin pruebas. Él solo estudiaba y trabajaba”, comentó.

Entre manifestaciones, gritos de justicia y sacrificios.

La lucha la llevó a cerrar su negocio de tortillas y buscar opciones para sostener lo que representa tener a un familiar privado de la libertad, algo que implica mucho sacrificio que se sostiene del amor.

“Es muy fuerte dividirte entre el penal, el trabajo y la familia. En el centro penitenciario vi cosas horribles: mujeres embarazadas golpeadas, hombres hacinados. Ahora hay camas, pero nadie debería vivir así. Lo más duro es ver a mi hijo perder años por una mentira. Pero cuando conocí a otras madres, supe que no estaba sola. Aquí decimos: ‘tu preso es mi preso’. Eso nos mantiene en pie”, detalló.  

Carmela Flores, esposa de Tomás Gabriel Crisanto —indígena acusado injustamente—, carga con una herida que no cierra: la muerte de su hija en 2020 por negligencia médica durante la lucha.  

“Mi hija estudiaba Derecho en la UAEM después de ver la injusticia contra su papá. En 2019, le diagnosticaron leucemia. La hematóloga dijo que solo necesitaba quimios ambulatorias, pero le aplicaron un régimen nuevo… y le reventó el colon. 

Murió el 1 de abril de 2020. Ella era mi única hija; no pudo ver libre a su padre. En ese dolor, el colectivo fue mi salvación. En la primera huelga de hambre, no quería volver a casa. Mis compañeras me abrazaron; entendían mi vacío. Aunque me insultaban en el plantón, decían que éramos ‘unas indias’, seguimos. ¿El motivo? Nuestros familiares sufren tras las rejas”, compartió entre lágrimas.

Carmela relata las condiciones del plantón de 2023 que duró casi un año.

“Vivimos bajo lonas que no aguantaban la lluvia ni el sol. Cuando el agua entraba, esperábamos a que secara para acostarnos. Los insultos eran diarios, pero nos unía el mismo dolor. Yo vendía telas y sembraba maíz para llevar comida a mi esposo. Aunque trabajo tres días a la semana, siempre encuentro tiempo para la lucha. Mi hija hubiera querido ver a su papá libre, y por eso no me rindo”, detalló.

En el plantón instalado frente a Palacio de Gobierno, Carmela recuerda que realizaron su segunda huelga de hambre.

“Dormíamos en el suelo, nos insultaban, pero sabíamos que estábamos haciendo historia. En la segunda huelga de hambre, mi cuerpo flaqueaba, pero pensaba en mi esposo y en mi hija. Ellos son mi motor”.

Lady Plácido añadió que fue dentro de las movilizaciones donde comenzó a forjar la personalidad que requiere la lucha.

“En las movilizaciones aprendí a usar la voz. La primera vez, en las Torres Bicentenario, temblaba. Un profesor me dijo: ‘Habla de tu hermano’. Y lo hice, aunque me gritaran ‘pinche vieja’. Ahora sé que cada acción, cada huelga, es un grano de arena para cambiar este sistema podrido”

“Tu preso es mi preso”: el grito que une a una familia

El colectivo se sostiene por diferentes consignas cargadas de aliento y convicción, una de ellas es la de “Tu preso es mi preso”, que forma parte de los valores del movimiento según explicó María Luisa.

“Cuando ves a otras familias sufriendo lo mismo, nace una fuerza que no sabías que tenías. No es fácil: a veces el dinero no alcanza, dejamos trabajos para ir a marchas, nos dividimos entre el penal y la casa. Pero aquí nadie juzga tu dolor. Lloramos juntas, reímos juntas. La confianza y el amor son nuestros pilares”, apuntó.

María Luisa concluyó que la búsqueda de la justicia no cesará para el movimiento que mantiene la esperanza.

“Es necesario ese cambio, ya queremos algo mejor y que no nos sigan mintiendo con que hay una justicia, con que hay una paz, porque nosotros no encontramos esa paz ni esa justicia, entonces tengo la esperanza y la plena confianza en qué van a hacer cosas. Nosotros no vamos a parar, la lucha no termina hasta ver al último de nuestros injustamente presos en libertad”, consideró.

Hoy, “Haz Valer Mi Libertad” sigue en las calles. Cada día es una batalla contra la indiferencia y la injusticia. La “Mercadita” que realizan cada miércoles en el Plaza de los Mártires, sus mantas con rostros de los presos, sus actividades y su resistencia en redes sociales son un recordatorio de que su lucha es imborrable.

La lucha por la liberación de los injustamente presos ha hecho que las mujeres de “Haz Valer Mi Libertad” encuentren ayuda mutua entre sí para llevar a cabo su pesada batalla contra los abusos del poder. Foto Especial

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