Han pasado dos meses y siete días desde que Kimberly Hilary Moya, estudiante de 16 años del CCH Naucalpan, salió de su casa para sacar unas copias y nunca regresó. Desde entonces, su madre, Jaqueline, vive atrapada entre búsquedas interminables, trámites burocráticos, puertas cerradas y una angustia que no se apaga.
La familia de Kimberly Moya denuncia una investigación estancada
En su cuenta de Facebook, Jaqueline escribe todos los días mensajes de esperanza y súplicas a la ciudadanía: pide cualquier información que pueda ayudar a encontrar a su hija. Sus publicaciones reflejan la impotencia, tristeza y desesperación de una familia que no entiende cómo, aun con detenidos, no existe una pista clara. “Lo único que quiero es a mi hija”, repite Jaqueline, quien incluso ha declarado que estaría dispuesta a retirar cargos si eso le garantiza saber dónde está Kimberly.
La familia asegura que la investigación está prácticamente detenida. Han tocado puertas en el Estado de México, en la Fiscalía General de la República e incluso en Presidencia, pero ninguna autoridad les ha dado una respuesta contundente. Señalan que la Fiscalía estatal está sobrepasada y que la coordinación entre dependencias es casi inexistente. Cada día sin avances, dicen, es un golpe más a la esperanza.
La última evidencia sólida de Kimberly son un par de imágenes captadas por cámaras de seguridad, donde se le ve caminando por su colonia. Nada más. Después de eso, el caso dio un giro cuando la Fiscalía detuvo a dos hombres: Gabriel Rafael, de 57 años, y Paulo Alberto, de 36, acusados de desaparición cometida por particulares.
La captura generó expectativas, pero la esperanza se desmoronó pronto: ninguno de los detenidos ha querido declarar. Se ampararon en su derecho a guardar silencio y desde entonces el expediente permanece congelado.
Incertidumbre e investigación
En medio de la incertidumbre surgió una línea de investigación que llamó la atención: una posible relación con el grupo espiritista Trinitario Mariano. La familia señala que uno de los detenidos figura como ministro de culto en un templo cercano. Vecinos relataron que, un día después de la desaparición de Kimberly, apareció una cartulina en la entrada del lugar anunciando que estaría cerrado “por motivos personales”. Aunque nada ha sido confirmado, este detalle tampoco ha sido esclarecido por las autoridades.
La realidad es dura: no se sabe nada de Kimberly. Su madre organiza brigadas de búsqueda, reparte boletines y recuerda que esta lucha no es solo suya. En el Estado de México, decenas de familias viven la misma pesadilla de tener a un ser querido desaparecido. Jaqueline insiste en que el caso de su hija no debe quedar olvidado, que la investigación no puede caer en el silencio administrativo.
Mientras las horas avanzan, la incertidumbre se vuelve más pesada. La pregunta que retumba en cada rincón de su hogar, en cada volante pegado en las calles y en cada publicación en redes sociales es la misma: ¿dónde está Kimberly?
PAT
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