Alejandro Armenta: la hora del equilibrio en Puebla

Jorge Chávez Mijares | Demoscopia Digital

Puebla ha vivido, en menos de una década, más sobresaltos que muchas otras entidades en una generación. Entre gobernadores fugaces, tragedias aéreas, tensiones partidistas y crisis institucionales, el estado se acostumbró a gobernadores de emergencia o de supervivencia. Por eso, la llegada de Alejandro Armenta Mier, morenista de 55 años, significó algo más que un nuevo relevo: fue el inicio de una apuesta por la estabilidad.

De acuerdo con el estudio de Demoscopía Digital de mayo, Armenta se ubica con un 65.1% de aprobación, aunque desciende respecto a abril, cuando estaba con  68.7%. Sin embargo, ese leve retroceso no eclipsa el hecho fundamental: Puebla respira un nuevo orden institucional, y eso lleva el sello de Armenta.

Político de trayectoria, con experiencia legislativa y una narrativa de cercanía popular, Alejandro Armenta llegó con una premisa clara: poner la casa en orden, no con estridencias, sino con método. Y lo está logrando. Su administración ha sido eficaz en temas clave como finanzas, obra pública, atención social y gobernabilidad.

En una tierra donde los equilibrios son complejos —entre capital e interior, entre la élite empresarial y los cinturones populares, entre tradición y transformación—, Armenta ha optado por la ruta de los consensos. No ha buscado la confrontación, ni ha impuesto rupturas con sus antecesores. Ha entendido que el poder en Puebla no se grita: se administra con pulso fino.

A su favor juega también una percepción ciudadana que valora su actitud cercana, su discurso centrado en el bienestar y una gestión que ha comenzado a consolidarse, especialmente después de un periodo de profunda incertidumbre política.

Alejandro Armenta no llegó a refundar Puebla. Llegó a estabilizarla. Y en tiempos donde muchos gobernadores confunden el poder con el espectáculo, su tono sobrio, institucional y orientado a resultados parece devolverle al estado algo que se le había extraviado: la certidumbre.

No es poca cosa.