En el Estado de México, la alfarería sigue siendo una de las expresiones artesanales más arraigadas. De acuerdo con datos del Instituto de Investigación y Fomento de las Artesanías del Estado de México (IIFAEM), en la entidad hay alrededor de 15,000 artesanos registrados.
Pese a la competencia de productos industriales y la disminución del interés entre las nuevas generaciones, muchos alfareros continúan con este oficio, transmitiendo sus conocimientos de generación en generación, principalmente en Valle de Bravo, Temascalcingo, Acolman y Metepec, este último con más 200 artesanos registrados.
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Antes todo era a mano, ahora se usan moldes
Ramón Hernández, alfarero de Metepec con más de 40 años de experiencia, explicó cómo ha cambiado la producción artesanal en las últimas décadas:
“Antes, todo era con la pura mano, sin tantos moldes ni herramientas modernas. Hacíamos las piezas con paciencia, dejando que el barro nos dijera cómo quería ser trabajado.
Ahora la cosa es distinta, ya usamos moldes para hacer más piezas en menos tiempo, pero eso no quiere decir que sea fácil. La gente cree que solo es cuestión de echar el barro y ya, pero cada pieza lleva su tiempo”, comentó.
La alfarería es un proceso largo y requiere paciencia
El proceso de la alfarería, detalla el artesano, es largo y requiere paciencia. Desde la recolección de la materia prima hasta la venta del producto final, pueden pasar varias semanas. Sin embargo, uno de los retos más grandes es la comercialización, pues muchos compradores regatean los precios sin considerar el esfuerzo que implica cada pieza.
“A veces la gente no valora lo que hacemos. Nos preguntan cuánto cuesta una cazuela o una jarra y cuando les decimos el precio nos dicen que en el súper la encuentran más barata. Nosotros trabajamos con barro de verdad, no se puede comparar con algo hecho en serie”, mencionó
Pese a estas dificultades, la alfarería mexiquense ha logrado mantenerse vigente gracias a la preservación de técnicas tradicionales y la innovación en los diseños. En Metepec, por ejemplo, el famoso Árbol de la Vida es una de las piezas más representativas, mientras que en Temascalcingo y Acolman la producción se enfoca en jarros, cazuelas y figuras decorativas.
La clave es adaptar los diseños a las tendencias actuales
Para algunos alfareros, la clave para seguir en el oficio ha sido adaptar los diseños a las tendencias actuales sin perder la esencia artesanal.
“Nos hemos tenido que ir adaptando, porque la gente ahora quiere cosas más modernas. Antes vendíamos muchas cazuelas y ollas para cocinar, pero con los años hemos hecho más figuras decorativas, macetas y hasta tazas personalizadas.
También hemos aprendido a vender por internet, porque ya no basta con esperar a que alguien pase por el taller. Hay que buscar clientes en todos lados”, detalló.
A pesar de la modernización y la llegada de nuevas herramientas, muchos alfareros siguen viendo en su trabajo un vínculo con la tierra y con su historia. Para ellos, la alfarería no es solo una forma de ganarse la vida, sino una expresión cultural que merece ser protegida.
Hernández finalmente consideró que el reto para los alfareros del Estado de México es seguir produciendo piezas de calidad, encontrar nuevos mercados y motivar a las nuevas generaciones a valorar y preservar este oficio. Mientras existan quienes mantengan viva la tradición, la alfarería seguirá siendo una parte esencial de la identidad mexiquense.
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TAR