Andrés Vallejo, vacación artística y colectiva 

Andrés Vallejo, vacación artística y colectiva 

Andrés Vallejo, vacación artística y colectiva 

Hoy, Andrés Valle es reconocido no solo como artista plástico sino como tutor de nuevas generaciones de artistas.

Brian Prado
Diciembre 19, 2025

Desde que tiene memoria, Andrés Vallejo recuerda que el impulso creativo estuvo presente en su vida antes incluso de poder nombrarlo. En su casa, las actividades cotidianas estaban atravesadas por la imaginación, el trabajo manual y la intención de transformar los espacios, elementos que poco a poco fueron delineando su vocación.

El artista ha buscado abrir espacios para la exposición

Al hablar de su infancia, el artista remonta ese origen a los gestos más simples y constantes que observó en su entorno familiar, donde la creatividad no era un discurso, sino una práctica cotidiana.

“Mi mamá es Aurora Córdova, profesora jubilada, y siempre en los festivales de Navidad hacía lo del detalle de los murales en pellón para alegrarles el día o hacer los salones más vistosos para que los niños se sintieran a gusto, y yo siempre replicaba lo que hacía en una hoja. Mi papá también, aunque los dos son podólogos; él se llama Aarón Vallejo, siempre hacía sus personajes para adornar los espacios y me fui quedando con esa inquietud. Además, mis abuelitas se dedicaban a la costura y me enseñaban a hacer bordados, tejidos y, de cierta manera, eso me fue jalando”, relató.

La música como intento, el arte como certeza

Aunque la sensibilidad artística estaba presente, el camino que sus padres imaginaron para él iba por otro rumbo. Durante su etapa escolar, la música apareció como una opción formal, impulsada desde casa y acompañada por una formación que para muchos habría sido un privilegio.

“Mi mamá y mi papá querían que yo fuera pianista y en la primaria me metieron a clases, incluso uno de mis maestros fue Enrique Bátiz; que en paz descanse. Yo creo que muchos hubieran querido tener clase con el maestro, pero yo sólo tomaba la clase, hacía lo que me pedía y ya me iba”, comentó.

La falta de conexión con la música contrastaba con la atracción que sentía por las artes visuales, a las que se acercó de manera casi clandestina, aprovechando cualquier resquicio para dibujar o pintar.

“Empecé a escaparme a clases de pintura. Es que estuve en Bellas Artes, en los talleres que daban en el seguro social, en las casas de cultura; siempre me metían a una cuestión musical, pero no me llamaban la atención. Ahí yo aprovechaba para meterme a las clases de pintura y de dibujo, entonces cuando llegaban los cobros de los talleres luego le cobraban a mi mamá doble o triple”, relató.

El sueño de sus padres seguía estando ligado a una carrera tradicional, primero en la música y después en la arquitectura, una opción que él aceptó más como trámite que como aspiración real.

“Era el sueño de mis papás que yo fuera músico, incluso al momento de hacer una licenciatura querían que fuera arquitecto. Ellos querían que les entregara una carrera y después hacer mi vida lo que quisiera; la verdad, hice el examen de arquitectura, pero con toda la intención de reprobarlo”, señaló.

El encuentro con la Facultad de Artes

Tras no ingresar en Arquitectura, llegó un periodo de búsqueda que lo llevó a recorrer distintas opciones académicas, sin tener del todo claro el destino, pero con la intuición de que aún no encontraba su lugar hasta que llegó a la escuela de Artes.

“La última a la que fui era la de Artes y me movió mucho verlos hacer un autorretrato; en ese momento no sabía lo que estaba haciendo, pero sí que yo quería hacer lo mismo”, relató.

La decisión de ingresar a Artes no fue inmediata ni sencilla, pero con el tiempo sus padres comprendieron que ese era el camino que respondía a sus intereses y capacidades.

Ya dentro de la facultad, Vallejo encontró un entorno que reforzó su vocación, no sólo por los contenidos académicos, sino por la cercanía con maestros que marcaron su formación técnica y conceptual.

“En la escuela tuve el acompañamiento de mi familia y también de mis maestros, incluso algunos me llevaban a sus talleres, como el maestro José Luis Franco Arias y el maestro Joaquín Vázquez Dimayuga, que uno me enseñó grabado y el otro pintura. Aparte, eso reforzado con lo teórico de la facultad fue muy enriquecedor”, señaló.

Ese acompañamiento le permitió, además, convivir con referentes fundamentales del arte mexiquense, experiencias que ampliaron su horizonte profesional y personal. Señaló que gracias a estos maestros tuvo la oportunidad de convivir con dos leyendas como Nishizawa y Leopoldo Flores.

Gestión cultural y trabajo colectivo

Al concluir sus estudios, el respaldo continuó a través de maestras que lo impulsaron a entender el arte más allá de la producción de obra, incorporando herramientas de gestión y vinculación.

“Siento que me ayudó el acompañamiento de las maestras María del Carmen García Maza y Coral Herrera; que en paz descanse. Ellas siempre me estuvieron motivando a cómo gestionar, hacer documentos, cómo pedir los espacios. He sido bendecido en tener gente que me ha enseñado el camino, sí que sí me ha tocado picar piedra”, comentó.

Los primeros años no fueron sencillos. El contexto cultural ofrecía pocas oportunidades para los jóvenes creadores, lo que llevó a Vallejo y a su círculo cercano a generar sus propios espacios de exhibición ya que era difícil encontrarlos en espacios oficiales.

El esfuerzo colectivo tuvo impacto en la escena local y abrió caminos que antes no existían para artistas en formación.

“Comenzamos a trabajar en museos, en cafés, en escuelas y sí creo que eso comenzó a abrir el panorama en Toluca para que hoy ya haya chicos que puedan exponer estando en primer semestre, incluso siendo amateur. Eso antes no sucedía y coincidimos también con personas que buscaban impulsar a los jóvenes; sin lugar a dudas, el maestro Carlos Olvera fue uno de los principales promotores de los jóvenes y era director del Museo de Arte Moderno”, señaló.

Con el paso del tiempo, Vallejo reflexionó sobre la importancia de reconocer los procesos previos y a quienes allanaron el camino.

En lo personal, su práctica artística ha estado marcada por la necesidad de adaptarse a las dinámicas del mercado sin abandonar su interés principal por la pintura.

“Hago mucha gráfica porque es lo comercial; mi fuerte es la pintura y la gente prefiere comprarte un grabado que otra pieza. Hace falta abrir el mercado; me tocó inaugurar el Jardín del Arte, primero en el Calvario de Toluca y luego se pasó a la Plaza González Arratia, pero fueron cambiando las administraciones y se fue diluyendo”, relató.

Su mirada crítica se extiende al contexto estatal, donde identifica talento en distintas generaciones, pero también una falta de impulso sostenido..

Actualmente, su trabajo se orienta también a la formación comunitaria, apostando por el conocimiento compartido como herramienta de fortalecimiento cultural a partir de crear talleres, pero también sensibilizando a la ciudadanía para darles las herramientas de lo que pueden exigir y tener en espacios culturales.

Al pensar en el futuro del gremio artístico, Andrés Vallejo imagina un escenario donde la carga administrativa no recaiga en los creadores y donde el trabajo artístico sea valorado de manera integral.

“Toda esta chambota que a veces hago de recolectar las piezas, mías y de otros artistas, montar, hacer los textos curatoriales y todo eso que no se ve cuando vas a ver la exposición, me gustaría que los propios espacios se encargaran de eso con personas especializadas.

Me gustaría ver que los artistas sólo tuvieran que cumplir con desarrollar sus piezas, presentarlas y que el artista supiera que cuando hace una exposición va a haber venta definitiva, que el espacio le va a adquirir una pieza y que se garantice la difusión; eso creo que lo haría más enriquecedor”, señaló.

La historia de Andrés Vallejo no se explica únicamente a partir de las obras que ha producido o de los espacios que ha ocupado, sino del camino que fue construyendo entre la insistencia, el aprendizaje y el trabajo colectivo. Desde los primeros dibujos replicados en una hoja hasta la decisión consciente de abrir espacios para otros, su trayecto se ha definido por la búsqueda constante de un lugar donde el arte no sea un privilegio, sino una posibilidad compartida.

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