Chucholin, 25 años dignificando el oficio del payaso

Chucholin, 25 años dignificando el oficio del payaso

Chucholin, 25 años dignificando el oficio del payaso

Jesús Domínguez, Chucholín, durante una pausa en su reino: el Andador Constitución de Toluca, donde por dos décadas ha tejido risas y memoria.

Brian Prado
Diciembre 13, 2025

De los globos para sus hijos en casa a los aplausos en el Andador Constitución

En el centro de Toluca, donde los portales reciben cada día a cientos de visitantes, Jesús Domínguez sostiene un personaje que ya forma parte del paisaje cotidiano, tal y como muchos otros payasos. Chucholín, como lo conocen niños y adultos, ha construido una trayectoria de 25 años que lo ha colocado entre los payasos con más antigüedad en la capital mexiquense.

Administrativo escolar que la risa y el espectáculo transformaron para siempre

Su historia comenzó en la intimidad familiar, se fortaleció en cursos y congresos, y encontró su espacio definitivo en el Andador Constitución, donde ha pasado dos décadas ofreciendo espectáculos improvisados que buscan provocar risa, compañía y memoria.

El origen del personaje

El artista callejero explicó que todo inició lejos de los escenarios; su personaje nació en casa, mientras buscaba entretener a sus hijos con globos que pronto se volvieron piezas clave de su vocación. Antes de dedicar su vida al espectáculo, acudía al centro por simple gusto, sin imaginar que ese lugar sería uno de sus grandes escenarios en el futuro.

“Aquí en el centro ya llevamos, aproximadamente, unos 20 años trabajando, pero ya llevamos 25 años de trayectoria. Gracias a Dios tengo dos nenas y un niño, que ahorita ya es un adulto. Gracias a ellos surgió el personaje de Chucholín porque empezamos a hacer un poco de globoflexia, ya que les gustaban mucho los globos y primero los hice por ellos”, relató.

Jesús Domínguez forjó al payaso Chucholín con cursos, filosofía y vocación

Con el tiempo entendió que, para ofrecer un mejor espectáculo, debía perfeccionar lo que inicialmente hacía por diversión. Recordó cómo pasó de inflar globos a crear figuras más elaboradas y a una preparación artística más completa que fue ampliando lo que podía presentar al público.

“Tiempo después tomé cursos de globoflexia ya para hacer figuras: conejos, perritos, panteras rosas, a Tigger, una infinidad de globos. Posteriormente tomamos cursos de actuación, de canto, dicción; el hecho de ser un payaso no nada más es maquillarse, ponerse una nariz y ya. Cuando uno quiere tratar de sobresalir, en esto que es una carrera, tiene que estar preparándose. También aprendimos magia, conducción, en diferentes congresos que se hacen”, explicó.

Jesús recordó que nunca se imaginó que sería payaso. La frase que él y otros compañeros repiten resume una idea que ha acompañado su camino: que el personaje de payaso aparece cuando debe aparecer y toma al hombre para darle una nueva ruta.

“Nosotros tenemos un dicho y es que uno no escoge al payaso, sino que el payaso escoge al hombre; se nace con esto, aunque haya compañeros que vienen de una familia payasística. A mí también esto me escogió en un momento porque anteriormente trabajaba como administrativo en una escuela”, comentó.

De la oficina al escenario

Antes de transformarse en Chucholín, trabajaba como administrativo en una escuela. Aquella labor le permitió adquirir habilidades de trato con niños y padres de familia que más tarde le serían esenciales. La transición al espectáculo no fue inmediata, sino un descubrimiento paulatino de su verdadera pasión.

“El trabajar en una escuela también me ayudó para esto, pero yo nunca me imaginé que esta iba a ser mi pasión ni que terminaría dedicándome a ser payaso. Habemos varios compañeros así; está Javi, ‘Barrilito’, que es contador, y muchos otros con profesión, pero que fueron atraídos por esta carrera, el oficio del payaso”, relató.

A pesar del tiempo, aún siente la emoción de cada presentación, pues explicó que el nerviosismo nunca desaparece, sino que se transforma en impulso para conectar con quienes lo observan.

“A mí me provoca una emoción gigante. Aunque llevo 25 años trabajando de payaso, el día que me presento en un show infantil o luego en el centro de Toluca, que trabajamos en el Andador Constitución, siempre se siente como la primera vez. Todavía el presentarse frente al público hace sentir nervios, pero una vez que tomas el micrófono y te trasladas a tu personaje, te transformas por completo”, señaló.

La comedia, asegura, no es sencilla. En los portales encuentra rostros de todo tipo y su trabajo consiste en transformarlos, aunque sea por un instante. Ese reto cotidiano es, para él, el corazón del oficio.

“Provocar la risa es un reto; el estar trabajando con la gente y ver que algunos están con la cara larga o seria, pero también es algo que se vuelve tu propósito: el hacer reír a esa persona, y si lo logras, también te ayuda a darte cuenta de que estás haciendo un buen trabajo. Todo eso es parte de la emoción de trabajar con la gente; la comedia es de lo más complicado”, señaló.

El valor de su profesión

Jesús consideró que los payasos deben valorarse a sí mismos para mejorar su trabajo; puntualizó que muchos compañeros han invertido en vestuario, actuación y estructura escénica, lo que les ha permitido profesionalizar sus espectáculos.

“Creo que cada uno debe valorarse. Habemos muchas personas que se destacan y que se preocupan por su imagen, vestuario, actuación, en preparar su show. También es necesario porque ahora es más complicado juntar a la gente; nos estamos profesionalizando”, comentó.

A pesar de los avances, aún enfrenta la falta de reconocimiento social, pues existen prejuicios hacia los payasos que dificultan que la población los vea como artistas.

“La gente todavía no lo ve como una profesión y difícilmente se va a entender, porque aunque hay muchas personas que nos preocupamos, también hay mucha gente que denigra el ser payaso. En este ámbito se encuentra de todo: que le gusta beber, fumar y hacer otras actividades. Ese es uno de los principales problemas que tenemos. Además, en general la gente te ve como payaso, pero no como artista”, señaló.

Para él, el oficio tiene raíces que van más allá de los circos modernos, toda vez que, recordó, la figura del payaso ha existido desde civilizaciones antiguas, siempre vinculada a la expresión escénica y la crítica social.

“El payaso viene de la antigüedad, es un arte de muchas civilizaciones: desde el bufón, el arlequín, y hay varios ejemplos en varias culturas que formaron lo que es el arte circense, que es donde puede entrar el payaso, pero también es un arte escénico”, explicó.

También reconoció que han existido intentos por impulsar escuelas formales en Toluca, aunque ninguno se ha consolidado. Aún así, es un reto y deseo que prevalece en el gremio.

“Muchos compañeros han intentado abrir escuelas, hacerlo como una especie de licenciatura. Por ejemplo, aquí tenemos a nuestro compañero Pipiritache, que es uno de los más grandes y antiguos de Toluca. Él es licenciado en actuación y lo ha intentado, pero por una u otra cosa no se ha permitido hacer una escuela al cien para que podamos difundir esta cultura. Es un reto que tenemos”, relató.

Agregó que la constancia personal también es fundamental, a pesar de que, en ocasiones, la gestión económica del oficio es complicada, pues algunas personas buscan pagar menos sin considerar el esfuerzo involucrado..

“También el reto principal es hacia uno mismo; creo que si te gusta, vas a hacerlo y vas a buscar cómo mejorar. En lo de los pagos, pues sí hay mucha gente que busca lo económico; hay personas que ven que traes un buen show con varias cosas y que te quieren pagar la mitad de lo que estás pidiendo. Ya cada quien sabe si trabaja o no”, comentó.

Al final, Chucholín expresó su deseo de que las nuevas generaciones de payasos tengan más oportunidades de estudio y desarrollo profesional.

“Yo lo que le diría a la gente es que somos seres humanos, y si se tiene un gran sueño, pues duérmete y se te quita (comentó entre risas). No es cierto; lo que quiero decir es que todos estamos aquí por un fin: vivir, disfrutar la vida, trabajar y echarle muchas ganas. A mí me gustaría ver en el futuro que los payasos podamos estudiar más, se cultivara la profesión, quizás con esas escuelas”, señaló.

Chucholín seguramente sigue presente en la memoria de quienes les provocó una sonrisa, un buen rato, aún cuando su estado de ánimo no fuera el mejor. Jesús Domínguez ha convertido un oficio antiguo en una forma de vida, una presencia constante en el centro de Toluca que se mantiene gracias a la disciplina, la emoción y la convicción de que provocar una risa sigue siendo un acto profundo.

Entre globos, rutinas y la mirada curiosa de quienes se detienen unos minutos, se mantiene alegre recordando que este camino no lo eligió él: lo eligió el payaso. Y mientras encuentre un espacio donde presentarse, seguirá defendiendo la tradición que lo encontró hace 25 años.

PAT

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