Las calles de Metepec guardan entre sus esquinas una procesión que desde hace 20 años camina en orden, sin estridencias, en silencio. Es la Procesión del Silencio y la Esperanza, una expresión de fe que no es desfile ni espectáculo, aunque muchos la miran como tal. A lo largo de dos décadas, se ha compartido por barrios, cofradías y creyentes que, aun sin pertenecer a un grupo, se suman al paso lento de las imágenes.
Cofradías de Metepec, buscan que la tradición trascienda generaciones
José Luis Ruiz Rodríguez, Hermano Mayor de la Cofradía del Santo Entierro, ha estado desde la primera vez que el formato actual tomó forma y dio sentido a un recorrido que hoy abarca todo el relato de la Semana Santa.
La procesión del Silencio y la Esperanza en Metepec desde hace 20 años adquirió este formato en orden cronológico integrado por cofradías de los 6 barrios y grupos parroquiales.
“No es un desfile como tal, aunque si bien es cierto que hay gente que sale a ver el paso procesional, la intención es que la gente pueda acompañar respetando el avance de las filas de las cofradías”, mencionó.
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El origen de una nueva tradición
Todo comenzó con una conversación. La intención ya estaba, pero faltaba el momento adecuado. El padre Vicente Peñaloza, entonces párroco, propuso una nueva visión durante una reunión del consejo. Fue el empuje necesario para transformar una tradición local en una expresión comunitaria más profunda, donde las imágenes no sólo se mostraran, sino que contaran una historia.
“Fue entonces que se organizaron las cofradías como las conocemos el día de hoy para hacer un resumen desde la entrada de Jesús a Jerusalén hasta el Señor resucitado. En esta procesión participan los seis barrios de la cabecera municipal y algunos grupos parroquiales que tienen a su cargo las imágenes que participan en este recorrido”, recordó.
Sin embargo, no todos los barrios vivieron el proceso con el mismo entusiasmo. Las cofradías, a diferencia de la mayordomía, no son tan conocidas ni comprendidas de forma uniforme. En algunos barrios, cambian cada año y eso afecta la continuidad y el compromiso. No fue así con la Cofradía del Santo Entierro, cuyos miembros fundadores siguen al frente dos décadas después, lo que en su opinión hace que cada vez se generen más proyectos y que la gente no pierda la intención
El compromiso de ser cofrade
Ser cofrade, explica José Luis, no es una tarea menor, implica tiempo, esfuerzo, dinero y una entrega similar a la de los mayordomos, pero con un matiz: la devoción no se limita a una fiesta patronal, sino que debe mantenerse todo el año. Es una forma de vida.
“Ser dirigente de una cofradía es un compromiso casi como el de la mayordomía, porque para todo se tiene que invertir y no es tan fácil. Las cofradías en Metepec son un grupo de devotos que procesionan una imagen el Viernes Santo, en sentido estricto, ser cofrade implica fomentar la devoción de tu imagen durante todo el año”
Cambios, desafíos y evolución
El recorrido que hoy conocemos no siempre fue así. En sus inicios, la procesión carecía de una línea narrativa clara. Las imágenes iban vestidas de dolorosas, sin importar su origen o sentido litúrgico. Faltaba un hilo conductor. Y fue justamente eso lo que el nuevo formato quiso ofrecer: una historia, una guía espiritual.
“La procesión era muy corta, solamente participaba el Señor del Santo Entierro, la Virgen de los Dolores y una imagen representativa de cada barrio pero que a final de cuentas no le daba ningún carácter evangélico. Veías desde nuestro San Pedro de la Capilla de San Mateo hasta la Virgen de la Asunción del Barrio de la Asunción del Barrio de Cuacustenco vestidos de dolorosa, como que no había un sentido propio. Los recorridos eran más cortos”, apuntó.
La pandemia trajo cambios obligados. Uno de los más significativos fue la forma en que se trasladan las imágenes. De ir cargadas por los fieles, pasaron a desfilar sobre carros. Ganaron distancia, pero también se perdió algo de ese esfuerzo físico y de la penitencia de alzar en los hombros a las imágenes aunque los cofrades hacen el recorrido a pie.
Una de las barreras más difíciles fue convencer a la comunidad sobre el uso de uniformes. El anonimato de las capuchas y la formalidad de los trajes generaron resistencia, pero con el tiempo se convirtió en una insignia de identidad. Como en el fútbol, el uniforme se volvió símbolo de pertenencia.
Algunos barrios no lograron sostener la dinámica. El Espíritu Santo, por ejemplo, desertó después de unos años, al no encontrar suficiente participación entre sus vecinos.
A dos décadas de haber transformado por completo la manera en que Metepec vive el Viernes Santo, la Procesión del Silencio y la Esperanza sigue escribiendo su historia, ahora con nuevas imágenes, recorridos más largos y una comunidad que se involucra activamente.
“Hace 10 años ya no pudimos sacar las imágenes titulares, que son las que se encuentran en la parroquia de San Juan Bautista, y por cuestiones de conservación y de restauración ya no pudieron procesionar, estoy hablando de imágenes del siglo XVII. Como cofradía no quisimos sustituir una imagen de ese siglo con una muy comercial y nos dimos a la tarea de contactar a escultores sevillanos y el escultor de la Virgen había presentado el prototipo de la que tenemos en barro en una exposición. El escultor del Cristo también nos presentó un prototipo y comenzó el proceso”, dijo.
Fue una apuesta arriesgada, no sólo por la dificultad de traer imágenes desde España, sino porque al inicio no contaban con los recursos para hacerlo. Pero el deseo de preservar la solemnidad de la procesión los impulsó a actuar con determinación.
“Cuando empezamos no teníamos cinco pesos, pero nos comprometimos a trabajar y gracias al apoyo de la cofradía, algunos devotos y bienhechores pudimos traerlas.
El trabajo de las imágenes duró casi un año y llegaron en el 2015 el sábado antes del Domingo de Ramos, estábamos en riesgo de no participar ese año. Todavía en Semana Santa de 2014 sacamos las primeras imágenes pero tuvimos que tramitar un permiso en el INAH y pagar una fianza. Llevábamos nuestro permiso pegado en las andas de la imagen”, compartió.
Esa pasión no es exclusiva de los dirigentes de la cofradía, sino que permea a todos los integrantes. Cada año, todos se preparan durante meses, costeando de su propio bolsillo los gastos para que cada detalle esté a la altura de lo que consideran un acto de fe y comunidad.
Herencia y futuro de una devoción.
Detrás de cada túnica bordada, cada imagen tallada, cada paso dado en silencio, hay un deseo profundo de permanencia. José Luis Ruiz, Hermano Mayor de la Cofradía del Santo Entierro, lo expresa con claridad: se trata de trascender.
“Nuestro lema es ‘caminando’ y creo que así es como avanzas, para que cuando uno se canse y se vaya quedando en el camino haya alguien que siga caminando. En cuanto a lo material tenemos sueños bien locos, queremos más imágenes, hacer más cosas, pero poco a poco, este año cumplimos con ponerle hoja de oro a las andas del Cristo”, aseguró.
Ese anhelo por continuidad no es sólo un deseo, sino algo que ya se empieza a materializar. En cada edición de la procesión, infantes marchan junto a sus familias, viviendo desde pequeños la experiencia de la devoción, la comunidad y el silencio reflexivo.
“Este año los niños que participan van desde uno hasta 12 años y yo creo que sí hay esperanzas de que las nuevas generaciones tomen las riendas en algún momento”.
El sonido de los tambores apagados, el paso firme de los cofrades por las calles empedradas y la mirada contemplativa de quienes observan desde las banquetas o se suman en silencio al recorrido, forman parte de un rito que no sólo escenifica la Semana Santa, sino que reafirma un modo de vivir la fe en comunidad.
En Metepec, cada Viernes Santo, el pueblo camina con su historia, con sus imágenes y con el peso de una tradición que nació de la voluntad colectiva de transformar lo que parecía inamovible. Y como cada año, cuando cae la noche y el silencio envuelve el corazón del pueblo, la procesión vuelve a comenzar.
Caminando. Siempre caminando.
La procesión cuenta con la participación de cofrades de todo el municipio quienes han logrado incluso traer imágenes de España para preservar las titulares por cuestiones de conservación histórica. Fotos Brian Prado
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