De las migraciones…
Con singular alegría
Una historia general, debe ser por necesidad la suma de las historias regionales.
En México la historia regional está en pleno auge por el apoyo que a ella han brindado los gobiernos estatales y municipales.
Según Jean Meyer la historia local es diferente a la historia académica, prefiere la sensibilidad a la cantidad y permite hacer la historia por sectores, por problemas concretos y delimitados, tiene que trabajar sobre el terreno y en los archivos; y a éstos se debe recurrir forzosamente.
El pasado histórico de nuestro país es seguramente uno de los más ricos del mundo. El valor cultural de Mesoamérica queda aún de manifiesto al contemplar la belleza de lugares como Teotihuacán, Cholula, La Mixteca, la zona olmeca y muchos más, que son ya, baluartes universales. Nuestra región no ha quedado fuera de este bagaje cultural. Los que dieron el primer paso para ello, fueron las tribus venidas del norte que invadieron el Valle de México de manera constante desde el siglo XII de nuestra era. Este sería pues, el primer hecho histórico que experimentó nuestra región.
El principal grupo de invasores que mencionan las fuentes es el de los chichimecas encabezados por Xólotl. Tal vez nunca sepamos la razón por la cual tribus tan lejanas decidieran abandonar sus tierras, pero probablemente su situación no era buena: serían sequías, escasez de alimentos o un aumento inusitado de población; el motivo principal de su migración no lo sabremos nunca, pero ciertamente esperaban encontrar algo mejor al sur, una tierra promisoria, un mejor destino para sus hijos.
El lugar de donde parten estas tribus está al norte de Jalisco, aunque no es fácil precisar el sitio exacto. Xólotl, quien era un jefe tribal, envió algunos emisarios a Xalisco, y al regresar éstos, se entusiasmó con la idea de llevar a su gente hacia el sur por lo cual durante seis meses preparó a su ejército para tal misión. Con este hecho se inicia su larga peregrinación: más no iba sólo, sino junto a él mucha gente, hombres, mujeres y niños emprendían su incierta marcha.
Las migraciones venidas del norte siguieron apareciendo en el Valle de México. Después de 47 años de que Xólotl se asentaran en la región de Tenayuca, y repartiera las tierras, llegaron otros 6 señores principales que lo reconocieron como dueño, por lo cual pidieron les repartiera otros lugares. Esta nueva oleada migratoria era grande en número y probablemente de características físicas diferentes a los chichimecas porque las fuentes requieren que tenían “mucha fuerza y corpulencia”.
Hablaban una lengua diferente y también debieron haber tenido una mayor cultura, porque estos sí conocían la agricultura, y llevaban una religión más definida, pues ya tenían ídolos. A este grupo se le conoce como los Acolhuas. Xólotl debió haber visto en ellos algo verdaderamente atractivo, pues decidió sellar el pacto de amistad dándole a los tres hermanos y señores principales, tres de sus hijas doncellas en matrimonio: costumbre muy usada en el México prehipánico. Probablemente eran estos herederos de la cultura tolteca y por lo tanto portadores de un linaje distinguido.
Los nuevos yernos de Xólotl recibieron un señorío diferente que serían, a la postre, pueblos poderosos aún más que Tenayuca: al mayor de los hermanos le dio el señorío de Azcapotzalco; al segundo le dio Xaltocan, y el más joven recibió el señorío de Cohuatlychan. Con ellos se ponen las bases de los tres centros de poder en el Valle de México más importantes desde la caída de Tula y antes del ascenso de la triple alianza de México-Texcoco-Tlacopan, situación que conocieron los españoles.
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