Cosmovisión indígena da sentido al Día de Muertos en el Edomex

Cosmovisión indígena da sentido al Día de Muertos en el Edomex

Día de Muertos integra elementos prehispánicos, como la noción de continuidad entre vivos y ancestros.

Brian Prado
Octubre 26, 2025

Las comunidades indígenas del Estado de México conservan prácticas que enlazan la memoria de los muertos con ciclos agrícolas, ceremonias y reciprocidad. Lo que hoy se conoce como Día de Muertos integra elementos prehispánicos, como la noción de continuidad entre vivos y ancestros, con adaptaciones posteriores que le dieron forma a las ofrendas, las flores, los alimentos y los altares.

La muerte no era una ausencia total, sino un tránsito

La antropóloga María Luisa González, especialista en tradiciones funerarias y rituales, explicó cómo esas prácticas se entrelazan con la vida cotidiana de las comunidades.

“Desde antes de la llegada de los europeos, las comunidades del altiplano tenían la idea de que la muerte no era una ausencia total, sino un tránsito; los difuntos seguían formando parte de la comunidad a través de la memoria, las ofrendas y los cuidados que les daba la familia. Esa relación se mantiene hoy cuando se pone el altar y se dispone la comida para quien se cree que regresa”, señaló.

Con la colonización, muchas prácticas indígenas se resignificaron en contextos cristianos. En el Estado de México, las comunidades incorporaron elementos del calendario católico, mientras preservaban el sentido de comunión con los muertos.

“Los misioneros intentaron reordenar fechas y significados, pero las familias encontraron formas de mantener su memoria, trasladaron ofrendas a los atrios, cambiaron algunos símbolos, pero siguieron poniendo el centro en mantener la presencia del difunto en la vida familiar. El sincretismo no borró la lógica originaria que era proteger la memoria, pedir por la cosecha y mantener los vínculos”, comentó.

Variantes de la ofrenda de Día de Muertos en el Edomex

En el Estado de México existen variantes locales de la ofrenda: la disposición de los escalones, la presencia de pan, maíz, agua, copal y flores. Más allá de los objetos, cada elemento cumple una función simbólica vinculada con el tránsito de las ánimas y la hospitalidad hacia ellas.

“El altar no es solo adornar la casa; es como un mapa. El agua apoya el viaje, el fuego del copal purifica, el maíz y el pan sostienen al cuerpo que se recuerda. En cada pueblo hay combinaciones diferentes pero la intención es la misma: recibir y cuidar. Eso explica por qué en unos lugares el cempasúchil domina y en otros algunas flores locales o ciertos alimentos familiares toman protagonismo”, señaló.

Muchas comunidades del Estado de México mantienen prácticas colectivas: limpieza del panteón, vigilia nocturna, comidas comunitarias y ceremonias específicas. Estas acciones refuerzan la idea de que el duelo y la conmemoración son asuntos de la comunidad, no solo de la familia nuclear.

“Limpiar el cementerio juntos y compartir la comida es reafirmar que la comunidad, no el individuo, sostiene la memoria. Las danzas y cantos que a veces acompañan las vigilias no son espectáculo, son modos de conversar con los ancestros y reponer el tejido social. Por eso, cuando se pierde una generación, se sienten huecos que no se llenan solo con rituales privados, concluyó.

Cabe recordar que el Festival de las Almas, antes del protagonismo de los conciertos, buscaba mantener la identidad de los pueblos originarios en esta época. Fue la maestra Margarita de la Vega quien se involucró en el proyecto de dicho evento con la mariposa como protagonista, toda vez que que estos animales representan las almas en la cultura otomí, según ha señalado para este medio.

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