Cuatro adioses que dejaron de luto al rock iberoamericano

La semana cerró con una sensación de vacío para el rock iberoamericano porque confluyeron en pocos días las muertes de Tony Méndez, gestor central de Rockotitlán y guitarrista de Kerigma; del asturiano Jorge Martínez, líder de Ilegales; del productor británico Phil Vinall, asociado con Zoé, y de Robe Iniesta, figura indispensable de Extremoduro.

Desde Ciudad de México hasta las ciudades españolas de Oviedo y Plasencia, los anuncios se encadenaron en comunicados oficiales, mensajes de bandas y despedidas de colegas que describieron trayectorias distintas pero enlazadas por un mismo territorio cultural donde el rock en español encontró foros, estudios, productores y voces que cambiaron su historia.

Dentro de ese mapa, la muerte de Tony Méndez reactivó el reconocimiento a su papel como músico de Kerigma y responsable de Rockotitlán, porque bajo su conducción el nombre del foro pasó de un escenario sobre avenida Insurgentes a una plataforma integral que abarcó sello discográfico, proyectos de difusión y redes de apoyo para grupos emergentes.

Rockotitlán nació en la antigua Terraza Casino en 1985 impulsado por Sergio y Fernando Arau en un contexto marcado por la censura posterior a Avándaro, cuando el rock se replegó a hoyos funkys sin visibilidad ni respaldo institucional y las bandas sobrevivieron con tocadas clandestinas y circuitos informales de circulación musical.

El local recibió a proyectos que después ocuparon un lugar central en la memoria del rock mexicano, ya que por su escenario pasaron El Tri, Kenny y los Eléctricos, Ritmo Peligroso, Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Santa Sabina, La Lupita, Fobia, Molotov y decenas de bandas que encontraron ahí un punto de partida.

Mientras el duelo por Tony Méndez recorría la escena mexicana, la banda asturiana Ilegales informó en Oviedo la muerte de su fundador Jorge Martínez después de varios meses de lucha contra el cáncer, y definió en un comunicado al músico como una figura imprescindible del rock en español al tiempo que pidió respeto a la decisión de despedirlo en la intimidad familiar.

En la misma semana se conoció también la muerte de Phil Vinall, productor británico de sesenta y seis años que dejó una huella decisiva en el rock alternativo al trabajar con Placebo, Pulp, Feeder y Elástica, y que consolidó un vínculo estrecho con México desde la década de los 2000 a partir de su instalación en Ciudad de México y la fundación de Panoram Studios.

Panoram Studios se convirtió en punto de encuentro para bandas mexicanas e internacionales y funcionó como laboratorio creativo para proyectos como Enjambre, Kinky y Jumbo, mientras que la relación con Zoé lo colocó en la memoria pública como un “sexto integrante” cuya escucha detallada, capacidad de síntesis sonora y diálogo cercano con León Larregui y sus compañeros definieron rasgos del rock alternativo en español de las dos últimas décadas.

El cuarto golpe para el rock hispanoamericano llegó con la muerte de Robe Iniesta, fundador y principal compositor de Extremoduro, a los 63 años después de antecedentes de problemas de salud que ya habían obligado a suspender conciertos en Madrid por un tromboembolismo pulmonar.

Los cuatro fallecimientos colocaron en un mismo plano a gestores de foros, líderes de bandas, productores de estudio y compositores que ampliaron el campo del rock en español, desde el foro capitalino que abrió una salida tras la censura en México hasta los escenarios asturianos y extremeños donde se narró la marginalidad ibérica, pasando por los estudios donde se definió el sonido de una generación alternativa en América Latina.

Quizá la memoria del rock se sostiene así, en fragmentos: un foro que ya no existe, un disco que reescribe una época, un concierto que aún duele en los oídos, una frase que sigue viva, aunque su autor ya no esté. La muerte de cuatro rockeros de primera línea deja un hueco distinto, pero también una certeza: el mapa que construyeron no desaparece. Cambia, se hunde, se reordena, pero permanece como territorio emocional para quienes aprendieron a vivir entre acordes.

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