De cuentos que educan…
Antevasin
Hoy platicaremos de la historia Las aventuras de Pinocho que está generando mucho ruido en el mundo, escrita por Carlo Collodi y que data de 1881 u 1882, por ahí anda, uno de esos cuentos educadores con moralejas al estilo de “pórtate muy bien o atente a las consecuencias,” cosa que por cierto detesto, creo que el buen comportamiento debe estar motivado por la ética y no por el temor.
En fin la historia Collodiana basada en una forma de educar decimonónica encontró eco en 1940 cuando Disney decidió inmortalizarla para siempre por medio de la película “infantil” del mismo nombre, convirtiéndose en un hito en la cinematografía en el rubro de efectos de animación, consiguiendo movimiento realista a vehículos, maquinaria y elementos naturales como la lluvia, los relámpagos, el humo, las sombras y el agua.
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Aquel Pinocho, fue elogiado por su argumento, animación, música y guion, siendo además la primera película animada en ganar un Oscar, recibiendo dos en total por mejor banda sonora y mejor canción original – When you wish upon a star – aunque desafortunadamente fue considera un fracaso en taquilla, pues no obtuvo ganancias hasta su reestreno de 1945.
Apelando a la nostalgia – ese sentimiento que se exacerba en la chavo-ruquez – recuerdo haberla visto cuando iba al kínder en el hermosísimo Cine Continental, con esa inolvidable fachada con un pequeño castillo similar al de la Bella Durmiente y con muros tapizados de personajes animados salpicados con polvo de hadas.
Pinocho regresa por sus fueros en pleno siglo XXI de la mano del cineasta mexicano más querido – al menos por mí – por excelencia: Guillermo del Toro, con algunas diferencias que hacen de la historia conocida una muy buena por conocer.
En donde un Geppetto que vive en duelo por la perdida de su amado hijo Carlo – claro guiño al homenaje rendido al escritor de la historia – consigue el favor de un espíritu del bosque – olvídense del Hada Azul, aunque el espíritu conserva el color original – que al escuchar su sufrimiento decide enmendarlo dándole vida al muñeco de madera que el anciano artesano ha creado.
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Ambientada en una Italia de 1930, cuando el mundo se preparaba para entrar en la Segunda Guerra Mundial y el nacionalismo ganaba adeptos en el mundo.
Algunas de las libertades tomadas en la adaptación de la historia contienen la desaparición de algunos personajes para convertirse en uno completamente aborrecible: El Conde Volpe, – del cual no les contaré más por sí aún no han tenido oportunidad de verla.
Otra de las novedades que Del Toro introduce en “su Pinocho” es la aparición de unos conejos que transportan ataúdes en el más allá, siendo una especie de psicopompos – seres que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno. La voz proviene del griego ψυχοπομπóς (psychopompós) que se compone de psyche, ‘alma’, y pompós, ‘el que guía o conduce’- lo cual de inmediato me remite a los xoloescuintles que guiaban a las almas al Mictlán.
Obviamente los valores del amor, la fe, la esperanza, la frustración ante la imposibilidad de ser lo que los otros esperan de nosotros – como uno de los valores que siguen inculcándose, – la comprensión de que el amor es incondicional y la elevación de la conciencia hacen de este trabajo artístico una verdadera obra de arte.
Pinocho es mucho más que una película, es una posibilidad de hacer un alto durante dos horas, dejar al mundo fuera y concentrarnos en lo más valioso que tenemos: aquellos que amamos y nos aman, pero además de poder disfrutar de nuestra mexicanidad como esa característica capaz de conjuntar lo más oscuro y terrible dentro de la naturaleza humana y conjuntarlo con lo más alegre y bello.
El Pinocho de Guillermo del Toro es el Pinocho de un mundo que en pleno cierre del 2022, podrá detenerse para volver a creer en la magia. Que la disfruten.